martes, 14 de agosto de 2012

MI AMIGO, EL "VIEJO" LEANDRO

Después de nuestro nacimiento, poquito a poco vamos haciéndonos a las cosas de este mundo, aprendemos a conocer a los nuestros, nos acostumbramos a la luz, a escuchar voces ajenas, a reclamar con nuestro llanto, etc. Pero, ¿desde cuándo es que recordamos algo, cuáles son esas primeras escenas que se graban en nuestra memoria?... Como que hay un sitiecito especial en nuestros recuerdos, una vivencia que nos ha marcado y que nos acompaña siempre. .......................................................................................................................................................................... Cuando hago este ejercicio, veo algunas estampas borrosas, con mi padre montado en su caballo, saliendo muy temprano a los afanes de la carretera, junto con otros personajes y, en esos cuadros identifico siempre a uno infaltable, muy joven, a pie. De tanto verlo, me fui haciendo su amigo. Con cierta nitidez recuerdo la fastuosa inauguración de la carretera hacia Puquio. Todas las invenciones artísticas del pueblo salieron ese día con sus mejores galas: estaban los danzantes de tijera, los machoqs de Navidad y sus waylías, los negritos de cinta, los vasallos de carnavales, el villano, los pururus de los pitucuy o sembrío del maíz, en fin… Tremendo alborozo. Y, por supuesto, incansable, moviéndose en las comisiones, acudiendo donde lo llamaran, allí estaba él, don Leandro Tito Berrocal. .......................................................................................................................................................................... Fueron pasando los años. Mis períodos escolares, empezaron a ligarse a menesteres locales, en razón de que mi padre siempre estaba metido o como autoridad o como miembro de Comisiones que trabajaban por el desarrollo del pueblo. Terminada la chambaza de la carretera, acometieron las urgencias de los locales escolares, de la casa municipal, del ensanchamiento de calles, del agua potable, de la luz eléctrica y muchas más. Y siempre recuerdo a Leandro moviéndose en los grupos responsables. Cuando empecé a cumplir labor profesional en mi tierra, entendí por qué Leandro, junto a sus responsabilidades familiares, procuraba sumarse y ayudar en la búsqueda del progreso y el bien común. Resulta, pues, que era hijo de don Francisco Tito, sin lugar a dudas, uno de los pioneros en la dura tarea de construir nuestro pueblo. Cuando Andamarca ingresa al período republicano en un total desconcierto pues, hasta entonces, sólo había visto pasar de lejos los acontecimientos, empezó a entender que debía ponerse al nivel de la nueva administración. Paralelamente, habían empezado a llegar los inmigrantes de San Juan, rápidamente convertidos en andamarquinos enraizados. Ellos tenían más experiencia en estos asuntos y fueron descorriendo velos que secularmente habían cubierto la integridad y pureza de la Comunidad. Francisco Tito, entendió la urgencia de transformar una realidad pegada al pasado y, como dirigente, organizó y dirigió las tareas. Desde muy joven empezó a caminar por espacios que superaban los límites locales, fue conociendo otras realidades y adoptando lo mejor. Leandro me comentó alguna vez que, por ejemplo, fue su padre Francisco quien llevó las primeras semillas de eucalipto al pueblo. Antes de esta inclusión, los únicos maderos en uso, eran la paqpa y el molle. Con Francisco se logró la ubicación de los Títulos del pueblo en Huancavelica, inscritos todavía el año 1700. Los primeros intentos para tener una Escuela, también se hicieron con él, ya que había aprendido los rudimentos de la lectura y la escritura gracias al contratito que los dirigentes comunales hicieron con el párroco que a veces venía desde Cabana a atender a la feligresía. Le pagaban diez centavos por alumno, los días que después de la misa se quedaba enseñando. .......................................................................................................................................................................... Viviendo a diario estas experiencias con su padre, era natural que Leandro se contagiara sin remedio con la enfermedad del andamarquino que tan fuerte suele pegarnos a algunos. Por eso, estuvo siempre en todos los acontecimientos que hicieron historia local y regional. Recuerdo que mi padre, en las pocas ocasiones en que hablaba de sus actuaciones, me refirió que las discusiones con los miembros del Comité Pro Carretera fueron muy serias y que hubo oportunidades en que mandaron todo al diablo. Y que para decidir la ruta desde Huayllahuarme se vivieron reales enfrentamientos. Mi padre sostuvo, desde el principio, que el único ingreso posible de la carretera, debía trabajarse por Huaqraqa y Tincúwa. Andamarca, estaba y está situado geopolíticamente en la puerta de acceso a toda la región norte de la provincia de Lucanas. Los andamarquinos se estaban sacando la mugre en la cordillera a pico, barreta y comba, tragando frío y hambre, y los pueblos vecinos esperaban tranquilos. Si la carretera, desde el extremo de Toryana seguía la pampa y salía hacia Sankupata y Bellido, podía seguir por Paiqochapampa y bajar por los extremos de Lariputo para los cabaninos, con facilidad. De otro lado, si la carretera desde Huayllahuarmi seguía por Trampa hacía Panqapata, era muy favorable para los chipaínos que se jalarían la vía por Tantuñi. Mi padre sostenía que los pueblos del norte como Cabana, Aucará, Ishua, Huaycahuacho, Qeqa hasta Huacaña y Querobamba, tendrían que salir por Andamarca y, por eso, la carretera no podía desviarse hacia ninguna de las alternativas sugeridas por los vecinos que, evidentemente, eran opciones más fáciles. Era natural que por esta última razón, algunos andamarquinos, miembros del Comité, apoyaran tales propuestas. Construir un puente en Tinkúa era una decisión extrema. Primero, estaba la difícil bajada desde Huayllahuarmi a Huaqraqa y desde aquí hasta el río el reto era más gigantesco aún, por lo escarpado de la geografía. En Canllapampa, en Cheqosno, las discusiones eran airadas y los que no estaban de acuerdo se quedaban. Entonces, refería mi padre, que el único que lo seguía a cierta distancia, era Leandro. Al final, se veían solos, pero seguros de que el tiempo y las circunstancias les darían la razón. .......................................................................................................................................................................... No hace mucho, viendo el incesante ir y venir de vehículos por nuestras calles, Leandro me recordaba tales circunstancias:  Qué diría don Herminio viendo esto, tanto carro, oiga. Si no le hacíamos caso, nada de esto estaría pasando .......................................................................................................................................................................... Ya en mi período de docente, solía conversar con Leandro sobre la vida, pasión y eventos de Andamarca. Pude conocer su marcada vocación por la Historia, hacía gala de una prodigiosa memoria, porque recordaba nombres, fechas, acontecimientos que, en muchos casos y por desgracia, se han perdido en la noche de los tiempos. .......................................................................................................................................................................... Un buen día me sorprendió pidiéndome que ingresara a la función pública acompañándole como Teniente Alcalde, pues le había llegado su nombramiento como burgomaestre. Después de las primeras elecciones municipales establecidas por Belaúnde, habíamos vuelto a los nombramientos desde el Ministerio de Gobierno y Policía. No sé cómo le habría llegado la referida designación. Me resistí, por supuesto, por mis convicciones democráticas y mi posición confrontacional con el gobierno de turno. Pero, me convenció. En ese tiempo, el Municipio era una institución solamente retórica, casi. Carente de recursos, era muy poco lo que podía hacer en el tema de obras públicas, por ejemplo. Nadie cobraba un centavo, por supuesto. Casi todo el día el local permanecía cerrado, porque no había empleados. Sólo en las nochecitas podíamos reunirnos los ediles para tomar algunos acuerdos de coyuntura. Ya estábamos sobre el caballo y tratamos de organizarnos de la mejor forma. .......................................................................................................................................................................... Tuvimos una muy grata experiencia cuando, luego de muchas tratativas encabezadas por Leandro, logramos que don Ciriaco Solar regalara al pueblo un terreno bastante extenso en el Barrio de Qarmenqa, a extremidades del ahora Colegio Nacional, para ser destinado a la construcción de un Minihospital. Don Ciriaco había vivido en el pueblo y poseía algunas propiedades. Como quiera que Leandro había cultivado su amistad desde muy niño, encabezó la tarea del convencimiento. El aucarino don Raúl Bendezú se desempeñaba como Auxiliar Sanitario en el pueblo, y con él maduramos la idea de construir un local para el Centro de Salud que, entonces, atendía de manera muy precaria en uno de los saloncitos del local municipal. El asunto formal fue cumplido cuando nuestro Regidor don Florentino Ortiz, entonces alumno del Centro de Educación Básica Regular, recogió en Puquio, la Escritura Notarial de donación voluntaria extendida por don Ciriaco Solar, a favor del pueblo. Unos días después, don Raúl y Florentino, lograron que personal especializado del Hospital de Puquio les preparara un plano para el Minihospital de Andamarca. Esta gestión fue real, nosotros dejamos en el Municipio la Escritura y los Planos. Con la carencia de recursos, repito, era muy poco lo que podíamos hacer, pero ideamos algunas iniciativas en búsqueda de financiamiento para acometer la soñada construcción. Entonces, no había ni Foncomún ni las millonarias transferencias que se están manejando ahora. Una “obrita”, que también dejamos funcionando, fue la Biblioteca Municipal “JOSE MARIA ARGUEDAS”. Solicitamos libros a las Embajadas, a las Universidades y a diversas instituciones que respondieron favorablemente. No sé cómo se habría agenciado Leandro algún dinerito que nos permitió comprar un lote de libros nuevos en Lima. Nuestra Biblioteca básica, clasificada, empezó a convocar lectores. Establecimos, inclusive, el servicio de préstamos a domicilio, queríamos que prendiera la afición por la lectura. Creo que ni siquiera cumplimos un año de funciones. El caso es que un buen día le llegó la designación a otro compoblano y le entregamos el Municipio con las formalidades establecidas. .......................................................................................................................................................................... Conocidos son los aciagos y malditos sucesos que en diciembre del 83 condenaron a Leandro a su literal y cobarde asesinato, junto a 12 compoblanos. Pero, el vigor y la inquebrantable convicción andamarquina se impusieron y sus traicioneros sicarios no lograron su vil objetivo. Leandro pudo curar sus heridas y pasó un largo período de encierro en Lima, porque sus hijos, como era natural, no le permitieron el retorno. Pero, más pudo su obsesión andamarquina y, un buen día, sus calles lo vieron pasar nuevamente. .......................................................................................................................................................................... En los tiempos de su ostracismo en Lima, acostumbraba a visitarme, pues también yo estaba trabajando allí. Leandro desarrollaba una increíble capacidad de caminar, rápido y sin descanso, durante días enteros. Los kilómetros no representaban mayor dificultad para él. Recordaba haber ganado apuestas con los que cubrían la distancia de Andamarca a Puquio, ya sea a caballo o en carro. En Lima, pues, se venía hasta la casa de mis padres en Lince, a pie y regresaba igual, desde y hasta puntos verdaderamente distantes como Comas o Villa El Salvador. En Andamarca, retomó con mucho entusiasmo sus actividades agrícolas. Era común verlo en su chacra, trabajando con su hermano Tomás, recuperado también de la capital. Era un gran aficionado a la jardinería y al cultivo experimental de plantas exóticas no propias del lugar. Por desgracia, fue perdiendo el oído y resultaba ya un problema serio el poder comunicarse con él. Sus hijos le proveyeron de audífonos, pero nunca se acostumbró a ellos. No obstante ello, prosiguió el ritmo de sus actividades, asistido por su hija Fátima. .......................................................................................................................................................................... Hace unos tres años, pudimos concretar una de sus obsesivas iniciativas. Cada vez que nos veíamos, buscaba convencerme a ascender a la cumbre del Incapallanka, el coloso mirador que limita la meseta de Qellqata y se mira con el Osqonta. Recuerda, me decía, que desde el Incapallanka vamos a ver la inmensidad del espacio, incluso hasta el mar de Chala. Yo, francamente tenía mis dudas - porque mis achaques de vejete se despiertan en la altura - e inventaba pretextos que no lo convencían. Hasta que un determinado día, estábamos allí, frente a la inmensa mole, entregando nuestros pagapas al Apu Huamani. La ascensión fue lenta y fatigante por nuestras evidentes condiciones físicas, pero logramos culminar nuestra epopeya y vivimos la indescriptible satisfacción de los triunfadores. Quisimos más, estábamos frente a Llallahua, había que llegar a la cabecera de Quilcata. No era fácil el trayecto por el accidentado terreno y sólo pudimos llegar hasta Qory Wayrachina. Comprobamos cómo la insanía, la irresponsabilidad de ciertas gentes por el lío artificial inventado por las ambiciones de las comunidades de Puquio, habían producido sus maléficos efectos: estaban destruídas las construcciones, los muros incas no existían más. Apenas podían notarse huellas del muro circular, pues habían sacado las piedras para tapiar sectores que reclamaban como propios. Esta excursión fue para mí una de esas experiencias inolvidables, gratas. Admiré, una vez más, la fortaleza de Leandro, que hacía buen tiempo ya, había superado la barrera de los ochenta años. .......................................................................................................................................................................... He recibido la noticia de que el viejo Leandro ha completado su peregrinaje terreno y ahora pertenece a los espacios infinitos de la eternidad y la historia. En esas insondables realidades, se habrá encontrado con mi papá, con don Fermín, con los compañeros de todos los comités de trabajo y, de seguro, estarán planificando nuevas acciones para el progreso y el desarrollo del pueblo. Para esto, cuentan - como en los mejores tiempos -, con los más calificados arquitectos, constructores, maestros de la piedra. Aquí están, por supuesto, los Buque padre e hijo, Sánchez Cerro, Calixto Quispe, Ignacio Inca y mil nombres más. .......................................................................................................................................................................... Su lamentable deceso ha ocurrido en Lima. Sus hijos han entendido que una persona que ha querido tanto a su pueblo, reclamaría siempre el calor de su tierra, cómo podría descansar en lugares ajenos. Por eso, rindiéndole el más afectivo homenaje, lo han llevado a Andamarca. Su tierra madre lo cobija ahora. En su última morada, están creciendo los qantus protectores, cuyas flores moradas le prestarán fraterna sombra, como dice el verso quechua. .......................................................................................................................................................................... Viejo Leandro, descansa en paz. .......................................................................................................................................................................... CHUPACHAN: .......................................................................................................................................................................... … ¿Y el minihospital?, me preguntan… .......................................................................................................................................................................... Es cierto. Se ha vivido tiempos oscuros, el pueblo ha atravesado una nebulosa extremadamente perjudicial. Los años de la presencia subversiva solamente trajeron destrucción. Pero ello no puede borrar la gravísima responsabilidad de quienes, siendo autoridades y obedeciendo no sé cuáles criterios, en la etapa del llamado “repoblamiento”, decidieron construir el local del Centro de Salud en el parque público situado entre las cuadras ocho de los jirones Alfonso Ugarte y Jorge Chávez, EXISTIENDO EL TERRENO DONADO POR DON CIRIACO SOLAR y hasta un Plano para dicha obra necesaria. ¿Qué fue de dicho terreno, a qué fue destinado?... Silencio absoluto. .......................................................................................................................................................................... El problema que vive la Pontificia Universidad Católica de Lima tiene su raíz en cuestiones de herencia. Cuando se otorgan este tipo de donaciones, quienes regalan, ponen condiciones claras, básicas, sine qua non. Don Ciriaco Solar donó su terreno para que en él se construyera un Mini Hospital público, que sirviera al pueblo. Igual que en el caso de la Católica, los sucesores de la familia Solar podrían reclamar judicialmente la devolución de su bien, porque no se ha cumplido la condición fundamental, la voluntad clara y precisa del donante, pues es evidente que no se ha construido ningún centro asistencial de salud en su terreno. .......................................................................................................................................................................... El mejor homenaje al viejo Leandro, el último patriarca del pueblo, sería revertir esta injustificable situación.