martes, 9 de diciembre de 2008

LA FIESTA DEL MAIZ II


Todos hemos retomado la tarea: los aradores con sus yuntas, los pusaq y las sembradoras. El compadre, que también trajo un pico al hombro, está ahora depositando semillas en las esquinas de los andenes. Su esposa, se ha sumado al grupo de mujeres que se mueven sin descanso con la panta o millwina que es un instrumento de labranza elaborado de una tabla semiarqueada, de un metro de largo y 30 centímetros de ancho. Con ella, las mujeres inclinadas, van extendiendo la tierra suavemente con acompasado vaivén, cubriendo los surcos, nivelando el terreno y trazando las eqas, que son acumulaciones de la misma tierra formando líneas divisorias. El andén sembrado muestra ahora pequeñas parcelas con sus acequias surtidoras. El agua caminará con presteza en justa medida y los granos acunados, en pocos días estarán sonriendo a la luz.
Estamos culminando la jornada. El sol anuncia su pronta despedida, es hora de ir liando bártulos. Los gañanes ha desatado las yuntas, las mujeres se esfuerzan un poco más, los portillos de piedra han sido ya fijados. Reunidos en el centro de actividades, estamos participando de la QAURAMA. Las ayudantes, utilizando vasijas de buen tamaño, sirven chicha con sus respectivos y bien pronunciados montículos de pito encima y los ofrecen por pares, alcanzando los vasos uno sobre el otro. Primero los compadres, luego los trabajadores y todos los participantes van cumpliendo el brindis. La bebida sagrada debe saborearse en forma continua y debemos entregar ambos recipientes completamente vacíos. El maíz nos entregará sus mazorcas también por parejas y en tamaños mayores. Como quiera que los brindis se han multiplicado, los dueños están manifestando ya los estragos. El trayecto de retorno se cubre con gran alegría y muchas canciones. Los masas o yernos han cargado con una manta a los pitucuq, mientras los gañanes van improvisando versos que son respondidos por todos los concurrentes con un entusiasmado AJÓ!!!!!. La vena humorística de los cantores se multiplica en las improvisaciones que aluden a la “tacañería”, “pereza”, gordura, etc., de los dueños. Los cargadores se mueven al compás de las tonadas, hacen chocar las nalgas de los cargados, entre ambos o contra las paredes y los postes. El descanso en cada esquina es reglamentario para reponer fuerzas con los infaltables brindis.
Estamos ya en la casa y nos servimos la comida. La bebida circula sin descanso. Los gañanes y trabajadores, aprovechando tamaño despelote han enterrado todas las herramientas utilizadas, en algún ambiente de la casa: patios, corredores o corrales. Al día siguiente, el obligatorio convido o invitación a los compadres tendrá un ingrediente especial: los dueños pagarán el “hallazgo” de sus herramientas con licor. Los trabajadores fijarán tarifas altas, para resarcirse de los sinsabores sufridos en la faena por la tacañería de los dueños, para que aprendan a ser más cumplidos. ¿Cómo es posible que ni siquiera chicha les hayan dado en tanta calor y tantos andenes que han quedado sembrados?...
La alegría es general, la emocionada familia comparte una reunión de incontenible entusiasmo. La satisfacción bulle por los poros. Hemos depositado el grano bendito del maíz, lo hemos encomendado a los cuidados de la amorosa mama Pacha. Hemos cumplido el rito de la siembra también con fervor cristiano, pues el sembrador ha sido San Isidro, el pusaq San Mateo y la sembradora, Santa Isabel.
La alimentación de nuestra familia y la del grupo humano está garantizada. El tiempo pasará raudo… En pocos meses, estaremos reunidos nuevamente, para recibir con enternecido afecto a nuestra mama sara, el maíz bendito convertido ya en juveniles y apetitosos granos de luz y vida.

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