martes, 3 de marzo de 2009

LA ETERNA 647


- ¡Patea, pues, carajo!...
Todos lo escuchamos clarito. La enérgica orden había partido del mismísimo don Teofa. Los representativos de la gloriosa 647 de Andamarca y el de la visitante Escuela de Chipao sostenían un ardoroso partido de fútbol en el campo recién estrenado. Muy tempranito habíamos cargado en costalillos la arena blanca desde Pacupata para pintar las líneas divisorias, bajo la dirección del profesor encargado. Hubo necesidad de invitar a uno de los futbolistas más destacados del pueblo para el arbitraje. Nuestros bravos equipistas lucían camisetas que rebasaban sus cuerpos, porque habían sido prestadas por uno de los clubes locales. Como cada uno de ellos se había conseguido medias y pantalones cortos, había un entrevero de colores y estilos de la gran flauta. Los pequeños alumnos, comidos por el nerviosismo, improvisábamos desordenados gritos de aliento, dizque barras de hinchas.
Y es que ¡quién no sacaba pecho cuando se hablaba de nuestra Escuela y su campo deportivo!. El fútbol ganaba más adeptos en el pueblo, pero para practicarlo había necesidad de madrugar hasta Millupampa, distante dos kilómetros, donde se estaba habilitando un terreno arenoso, accidentado. En un principio, los arcos se marcaban con piedras, después se plantaron parantes de paqpa o maguey. Una soga gruesa, también de paqpa, servía como travesaño. La habilitación de un campo de futbol en el mismo radio urbano, claro que era asunto que interesaba a todos.
El local nuevo de nuestra Escuela se había inaugurado el 61. La colosal estructura incluía cuatro pabellones articulados en cuadrilátero, con aulas de buen tamaño, cerrando un patio interior de regulares dimensiones, donde poco a poco estamos dando forma a una gruta para nuestro Santo Patrono, dejando libres las zonas de formaciones y recreación. Después de una paciente búsqueda, habíamos conseguido un eucalipto largo y recto, le habíamos incrustado el asta y lo habíamos fijado con piedras y barro, porque es el mástil en el que izamos el pabellón nacional los días de celebración y homenaje. Paulatinamente, han ido apareciendo los jardincitos, cuidados con celo por los alumnos de cada sección. Un enorme portón daba acceso al área posterior, tremendo montonal de espinos y piedras de toda forma y dimensión. El reto estaba ahí, llamándonos a cada instante. Los alumnos, ñutis y poqtes, bajo la guía de nuestros profes, apenas sonaba la campanita del recreo salíamos en tropel y peleábamos para limpiar nuestro campo. Las piedras eran amontonadas en las esquinas y los mayorcitos, con pico y lampa, iban avanzando en el dominio de los montículos. Todos los días era la chamba, todas las semanas y todos los meses. No sé si en un año, o en dos, el caso es que logramos ganar una enorme área donde, lógicamente, se ubicó nuestro “Estadio” de fútbol.
El altísimo muro perimetral ya había sido construido por las autoridades y la comunidad, de manera que cuando en ocasiones como ésta nos visitaban alumnos de otros pueblos, podíamos ofrecerles, además de nuestra hospitalidad, los ambientes adecuados para la exposición de sus artes y posibilidades deportivas. Porque las excursiones de antes eran, pues, cosa seria. Una velada literaria-musical, con una obra teatral en tres actos, era el número central de estas visitas que, por ello, debían prepararse con mucha anticipación. En fin, esa es harina de otro costal.
Volvamos al partido ardorosamente disputado… El delantero tiene inmejorables posibilidades para el gol, pero se engolosina. Por eso, don Teófanes Gallegos Lara, nuestro profesor conocido también como Qera o Qerancho por sus ojos pardos, lanzó el grito. Y apenas advirtió la admirada sonrisa de los concurrentes, ensayó una explicación: “¡Es que hay que hablar así, de otra manera no te entienden…!”.


La actividad teatral fue cultivada e incentivada desde siempre en nuestra Escuela, por eso el Salón de Actos fue diseñado desde los proyectos iniciales. Cuántos entrañables recuerdos guardaba este lugar. A altura conveniente se fijó el escenario, en la zona de platea colocábamos sillas o carpetas y contra el muro del fondo, se construyeron con adobes, las galerías de asientos en escalera. Un aula contigua al Salón de Actos era utilizado como camarín de artistas. Todo el pueblo solicitaba nuestro Salón de Actos: allí se presentaron memorables veladas teatrales, visitas de delegaciones de otros pueblos. Las autoridades, los clubes, en fin, todos, inclusive el Colegio, solicitaban nuestro escenario.
Las funciones se presentaban a sala llena. Hasta la iluminación tenía un encanto especial, pese a desprenderse de una sola bombilla improvisadamente suspendida en algún soporte. Desgraciadamente, todavía no conocíamos la cantidad de filmadores que ahora concurren a la fiesta de agosto. Hubiéramos podido guardar tantas actuaciones presentadas ante un bullente público. Se vivía una interacción deseable en estas oportunidades. ¡Cuántas estrellas del firmamento artístico habrán quedado en el camino…! No es hablar por las puras. Si la huantinita Solier está ganando reconocimientos a nivel mundial, ¡qué no hubieran podido haber hecho nuestras actrices…!
Los ex alumnos se esforzaron para dar especiales cuidados a este entrañable ambiente. El simpático “loco” Rimbe Garayar, por ejemplo, obsequió el primer telón de boca para el escenario. Posteriormente, don Tomás Ninaco afincado en Arequipa, renovó dicho aditamento, porque el primero estaba ya muy deteriorado.
El local escolar, incluía un ambiente para la Dirección, las seis espaciosas aulas para los seis niveles de estudio: Transición, Primer, Segundo, Tercer, Cuarto y Quintos año de Primaria, que era ya el nivel de la Promoción. En el ángulo norte había dos ambientes, destinados para Biblioteca y Depósito. A un costado de la manga de salida al campo, también se tenía reservado un ambiente de usos múltiples.
A tono con su misión de prepararnos para la vida, nuestra querida Escuelita siempre fue un agitado centro de operaciones, pues nunca concluyeron las tareas de habilitación física. La primera construcción incluyó el tarrajeo de las paredes, con arena blanca, y piedras planas escogidas sirvieron de locetas en los pisos.
La vida nos dio la oportunidad de retornar a estas aulas, ya como docente. Algunos alumnos no habrán olvidado cómo nos organizamos, también con sus padres, para fijar pisos de cemento en varias aulas. Organizamos actividades para la compra de materiales, palabreamos con oficios a nuestra Cooperativa de Transportes y cargamos en su camión la arena blanca desde Pacupata y todos acarreamos las piedras necesarias. Otro diplomático palabreo a alguno de los contaditos albañiles y por un pago simbólico nos hacían la chambita. Un denominador común: todos querían el mejoramiento de su querida Escuela.
El crecimiento demográfico y la consiguiente mayor demanda de matrículas obligaron a construír más aulas. Hasta el Salón de Actos se tuvo que improvisar como aula de clases. Además de la falta de presupuestos gubernamentales, enfrentábamos un problema mayor con las viviendas que todavía quedaban dentro del perímetro general. Poco a poco se había ganado espacio, entregando terrenos de reemplazo a los moradores afectados por el traslado. La brava Comunidad, una vez más emprendió la tarea de construir un nuevo pabellón de aulas, en la esquina que da frente al grifo de Pedroperú, apenas la última familia se hubo retirado. También aquí, como en el local de Yayanchik Qata, - (la Escuela de Mujeres había sido fusionada con la de Varones en el Centro Educativo Nº 24073) -, los trabajos de habilitación de pisos, ventanas, etc., nunca cesaron, por iniciativa de los profesores, los padres de familia y por supuesto, el vigor incansable y siempre alegre de los pequeños alumnos.
El ingenio ideaba abanicos de actividades para conseguir fondos: solicitudes a entidades públicas o privadas, organización de bingos o rifas, venta de adminículos, golosinas o platillos de ocasión, etc.
Por ejemplo, en una ocasión, el grupo musical LOS MANANTIALES nos visitó y ofreció Conciertos en Andamarca, Cabana y Aucará, a nuestro beneficio. Con el dinero obtenido se compró el enorme portón de fierro colocado en el jirón Lima como acceso al nuevo pabellón. Creo que también alcanzó para algunas ventanas metálicas más.
Siempre el interés, la necesidad de ir mejorando la infraestructura, de hacer que el ambiente quede de lo mejor. El profe Alma, ahora ya está en las dimensiones de la eternidad, pero todos recordamos su celo y severidad en el cuidado de “sus” eucaliptos, los que había sembrado alrededor del campo. Les construyó altos cercos protectores y acudía a regar las plantitas con su balde todas las madrugadas a. Hasta hace poco nomás eran visibles desde el pueblo las copas de dichos árboles ya adultos, meciéndose con el viento.
En fin… Cómo no pergeñar algunas líneas de recuerdo y de entrañable afecto cuando, como en un mal sueño, recibes la noticia de que ese local ya no existe, que todo ese trabajo “ya fue”, que el local del Centro Escolar de Varones, nuestra eterna 647, ya no existe más.


Esta página la vengo publicando hace poco tiempo. Es mi propósito hablar de Andamarca, de sus costumbres, de sus habilidades y potencialidades. Trato de presentar estampas cargadas seguramente de añoranza, pero también de una renovada esperanza.
Algunos paisanos, por supuesto, preferirían leer planteamientos, posiciones, material de discusión, frente a la problemática actual de nuestro pueblo. Siempre he estado en primera línea en este menester y no necesito mayores fundamentaciones. Los hechos están ahí. Últimamente, a tono con las posibilidades modernas, mediante correo electrónico presenté un nuevo número del Boletín HATUN RIMANACUY y estamos recopilando datos para presentar el siguiente número.
Hace algunos días me han confirmado lo de la Escuela. Hace más de diez años retorné a Andamarca y comprobé cómo ya no existían ambientes y locales que fueron escenario de nuestros pasos infantiles y alentaron tantas vivencias. Sentí un tremendo vacío, una incontrolable sensación de ausencia, como cuando te arrancan, te extirpan con violencia algo tan tuyo.
Pero, qué le vamos a hacer, es el costo del progreso, dicen. Eso del recuerdo, de la tradición, son vainas, cosas de viejas, dicen. ¡Qué es eso de estar guardando piedras y paredes vetustas…!, dicen. El caso es que hay plata, hay apoyo del gobierno, hay que hacer nomás, construir y construir. Ahora tendremos nuevos localotes, modernotes, de puro cemento, ladrillo, pisos brillantes de locetas y oficinas alfombradas, todo computarizado. Los chicos que ingresen a primer grado este año, ni en sueños podrán imaginar que donde están ahora sus aulas nuevecitas, hasta hace poquito nomás se erguía gigantesco y desafiante un local construido por una vigorosa Comunidad, adobe por adobe, piedra por piedra, madera por madera, sin cobrar un centavo, aportando sudor y mucho desprendimiento. Las generaciones futuras nunca sabrán que allí vive un espacio de historia y de cojones de andamarquinos que hicieron patria y se sacrificaron por su pueblo.
En mi entrega anterior abordé el relato de la construcción del local escolar. Lo hice como parte de una publicación mayor, incluída en mi obra RELATOS PARA LA RAMADA. No estaba soñando nada de esto, pero en fin. La vida tiene que seguir.




Otro asuntito: Alguien me puede responder ¿porqué será que le cambian tantas veces el nombre a nuestra pobrecita Escuela peruana?. Cuando estudiábamos, era la Escuela Primaria de Varones Nº 647, después fue el Centro Escolar de Varones Nº 647, pasado algún tiempo fue el Centro de Educación Básica Regular EBR en sus primeros grados, después creo que ha sido el CEP Centro de Educación Primaria, a diferencia del Colegio, que entonces también se llamaba Centro de Educación Secundaria. Por eso sacaban pecho los andamarquinos cuando decían: “soy estudiante del glorioso CESGA”… y no sé cuántos nombres más: PEBAL, etc. Un tiempo más y apareció el Centro Educativo. Ahora ya tenemos que decir: “Institución Educativa”. Igual proceso han sufrido las oficinas administrativas: Inspección, Coordinación, Supervisión, Núcleo Educativo Comunal NEC, Unidad de Servicios Educativos, USE, ahora creo que es UGEL, con sus respectivas Unidades de Costeo y no sé qué más.

Felizmente ya no me obligan a dar examen como a mis queridos colegas jóvenes, porque de seguro me recontrajalan, con tal sancochado de nombres, ”está saliendo humo de la cabeza”, como decía el profe Matta. Imachiki chay.

- Tu eres serranito, ¿no?.
- A mucha honra, naturalmi cani.
- ¿No te das cuenta que con esos cambios de nombrecitos se producen unos negocitos que ahora llaman “faenones”?...
- ¡Peor…! Ahora ya se me quemó el disco duro, estoy más perdido que Machoq en cheqollo de carnavales…!

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