miércoles, 2 de febrero de 2011

SOBRE HOMENAJES Y HOMENAJES


Son incontables e inolvidables las experiencias vividas en mi prolongadísima “vida artística”. Habrá tiempo para irlas recordando con los buenos amigos que me dispensan el favor de su lectoría.

En aquellos tiempos, un animador o maestro de ceremonias era el encargado de presentar al artista ante el público. Hacía una elocuente referencia a sus cualidades, trayectoria y concluía con engolada voz: “Señoras y señores, después de tan larga espera, aquí está el gran Uchucha de las Quebradas”!!!!. En este menester han dictado cátedra maestros de la talla de “mi suegro” el Pollo Wilfredo Díaz o mi tocayo y colega (por la superpoderosa visión) Carlos Guillén Oporto y otros, de grata recordación. Y, claro, los aplausos estallaban mientras el artista salía al escenario, exagerando sus ensayados gestos de saludo.

El artista quedaba dueño del escenario y presentaba su show, en una variopinta escala. Estaba el sobrio, que apenas alcanzaba a anunciar el título de sus canciones y estaba el que consumía su tiempo hablando hasta por los codos. El grupo musical de acompañamiento ocupaba su espacio, al fondo. El anunciador intervenía muy poco, porque entre otras razones, él y quienes esperábamos turno en los camarines, estábamos metidos con los cinco sentidos en sensacionales encuentros de timba, en los que nos jugábamos el menú del día siguiente, por lo menos.

En la actualidad este tema ha sufrido enormes variaciones: casi no existe artista o grupo musical que se desenvuelva solo en el escenario. Anuncian un artista y salen cuatro o cinco personajes más que interactúan: todos gesticulan y bailan repitiendo movimientos ensayados. Gozan de mucha fama las agrupaciones de damas con apelativos de “bellas” (¡y claro que lo son!). Sólo una de ellas canta, las demás hacen derroche de sus apetecibles atributos. Claro que es un regalo para la vista, pues las voluptuosas carnes se lucen en pocas ropas, sin mezquindad. Los artistas varones se hacen acompañar – como mínimo - por dos muy graciosas damas que se esmeran en tentar al público con sus acompasados y atrevidos movimientos. En estas condiciones, ya nadie pierde tiempo en apreciar si el “divo” canta bien o “tiene sus bemoles”. Gozan de fama también los elencos integrados exclusivamente por varones que colman el escenario y no dejan de moverse un instante.

Pero, además, la modernidad ha impuesto un elemento infaltable en la presentación de los artistas: el animador o “gritón”, como les suelen nombrar. Aprovecha cualquier espacio y lanza frases que “animan” al público. A cinco cuadras del evento, se escuchan sus gritos: “saltando”, “saltando”, “las manos arriba”, “el que no salta es un….”, etc. Lógicamente, se le acaba el repertorio y entonces recurre hasta al fútbol: “arriba alianza”, “vamos boys”, etc. No puede callarse. Su obligación es gritar y gritar para que no decaiga el “entusiasmo” del público. El mejor animador es el que más grita y si se entusiasma tanto que ya ni deja escuchar al cantante, mucho mejor. Cada grupo o “banda” debe contar con su propio elenco de “gritones”. También cuenta con un “sonidero” exclusivo, que se encarga de aumentar hasta el infinito los volúmenes en los equipos de sonido. Esta es otra zarabandaza que otro día les contaré.

Como quiera que este año, la fecha del aniversario de la fundación de Lima ha coincidido con los cien años del nacimiento de don José María Arguedas, han abundado los homenajes, los conversatorios y todo cuanto se estila en estas ocasiones. La tradicional verbena serenata a Lima se ha cumplido, por supuesto, con todo brillo y ha sido transmitida por el Canal de Estado. Como yo acostumbro caminar buscando paliar mis ochenta mil necesidades, me queda poco espacio para ver televisión, pero esa noche alcancé algunas escenas de dicho acto y fui tan afortunado que choqué precisamente con la presentación de un grupo de rock peruano con sus instrumentos de última generación, sus parafernalias adecuadas y el creciente entusiasmo del público, apostado en la plaza de armas.

Como cualquier grupo que se respete, también estaban acompañados por sus bailarines. Pero, tuve que pegarme dos lapos en las mejillas para constatar que no estaba sonambuleando. Efectivamente, lo que se veía en el escenario, era algo insólito, espectacular, increíble, de otro mundo, por decir lo menos. ¡Se habían llevado como sus bailarines a dos Danzantes de tijeras, elegantemente ataviados!. Estos procuraban adecuar sus movimientos a las melodías que se desprendían de las voces, guitarras eléctricas, los sintetizadores y demás instrumentos del grupo de marras. (Lógico: no creo que sus bailarines o bailarinas vayan a ejecutar “perreo” si la solista del norte chico está cantando su huayno con arpa). Agucé mejor el oído y comprobé que la melodía que presentaban, era parecida a alguna típica de las estaciones del dansaq, pero con sus propios arreglos, compás y cadencia. Aplausos de la concurrencia, por supuesto, felicitaciones por doquier y un triunfo más, atronador, indiscutible, del grupo de rock.

Me quedé pensando: no hace ni un mes, creo, en Andamarca hemos vivido semejante algarabía porque el mundo ha honrado a la danza de las tijeras, reconociéndola como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Y ahora estamos viendo al dansaq, epígono de un arte ancestral tan distinguido, convertido en saltarín a control remoto, en comparsa de un grupo de rock. ¿Para esto han declarado Patrimonio inmaterial de la Humanidad a nuestra danza de las tijeras?... Y los “animadores” repetían hasta el cansancio que esto se hacía como homenaje a José María Arguedas, pues él había imaginado el nombre de “Danza de las tijeras” para identificar a este arte inmortal.
No me llego a explicar por qué estos buenos amigos rockeros escogieron a los dansaq... ¿Por qué no se hicieron acompañar por dos huacones, por ejemplo?... Confieso que hasta acaricié esta malvada idea: el huacón es el acompañante ideal, porque podía propinarles semejante “fuetazo”, por el enorme atrevimiento!.

El arte es, fundamentalmente, libertad. Jamás pretendería poner cortapisas ni imponer dogmas en el sentimiento y creación artística de las personas. El arte del pueblo tiene legítimo derecho a desbordarse con imaginación y creatividad. Pero, ¿qué necesidad tienen de recurrir al dansaq y convertirlo en un pobre muñequito a cuerda que tiene que moverse ante el público en formas y moldes que no le son propios?... Y no quiero hablar de que el dansaq es un ser privilegiado, escogido, que cumple un ministerio sagrado dentro del grupo humano. Me corro el riesgo de que me callen como a mi distinguido amigo el actual Ministro de Cultura, cuando hace buenos años ya, le dijeron en Andamarca: “Ya está grandecito usted doctor, para estar creyendo en esas cojudeces…”

“… resulta peligrosísimo, un verdadero atentado contra el patrimonio de nuestro pueblo y de nuestro país, alterar esos cuentos con la pretensión de “mejorarlos” o “adornarlos”… Quien introduce detalles de su invención en el material puro de una obra popular comete un pecado muy grande contra el propio pueblo al cual, frecuentemente, estos adulteradores proclaman “amar”… En cambio los que adulteran la música, los cuentos, las danzas folklóricas, para “dignificarlos” como tantas veces he escuchado afirmar a algunos irresponsables; éstos no tienen perdón de Dios… Su fatuidad debiera ser sancionada mediante….. la denuncia del delito… Castigarlos como se hace con los que delinquen…..”

Clarito, sin lugar a duda alguna. Escrito por el maestro José María, nuestro hermano mayor … Si tenemos la laudable intención de rendirle homenaje no debiéramos olvidar sus conceptos; debiéramos recordar, por ejemplo, su radical condena al proyecto que entonces desarrollaban en Estados Unidos Ima Sumac y Moisés Vivanco. Si Arguedas hubiera vivido estos actuales “homenajes”, estoy seguro que no hubiera necesitado la pistola….

UNA YAPITA: (Como acostumbra decir el buen Adón Heredia).
Creo que fue al día siguiente.
Igualmente en el Canal del Estado, dentro del ciclo de homenajes a José María, en el programa que presentan mi distinguida amiga Victoria de Ayacucho Saywa y su guapachosa hija, participaron dos dansaq, con el arpa del buen Duco y el violín de mi paisano “Chimango” Lares. Casi abruptamente, terminó el son del dansaq y empezó una desafiante Ayla puquiana. Estoy seguro que en su casa, el buen Mario Benjamín Prada ha saltado inmediatamente al ruedo, como en Pirucha Pampa, por supuesto. Pero, fue un segmento bastante reducido. Luego de “los comerciales” persistió el ayla, pero esta vez los dansaq improvisaron movimientos exactamente iguales a los que acostumbran ahora los jóvenes en los campos deportivos, cuando los animadores gritan “¡Saltando, saltando!...”

Pensé: es probable que el Director del programa, constatando que la melodía llamaba compulsivamente al baile, haya ordenado a los dansaq a cubrir el espacio. Pero, allí estaban Chimango y Duco para haberle explicado que el Dansaq no baila ni ayla ni huayno. Cuando en la Fiesta del Agua, ha descendido de la torre, coronando sus contrapuntos de varios días, con satisfacción le dice a su Maiso: “Deber cumplido, papay” y se ubica como un músico más, y acompaña las melodías del arpa y el violín, con el rítmico son de sus tijeras. Estalla un espectacular desborde de ayla en las cuatro esquinas de la plaza. Es el pueblo bailando sin descanso. Y, cuando los maisos y cargontes, deciden retirarse a sus domicilios, el grupo humano forma interminables cadenas de hombres y mujeres y el dansaq, enlazado a sus maisos, va encabezando la Caramusa. El eco de sus tijeras queda por muchos días más en las calles. En las esquinas, el ayla se maximiza y también hay espacio para tan sentidas canciones que arrancan hasta lágrimas. El dansaq, repito, está integrado al grupo, cumpliendo su función de músico percusionista. En el programa que comento, los movimientos de los dansaq estuvieron fuera de lugar, ellos lo sabían y por eso se les notaba avergonzados. Las hermosas e inolvidables melodías del ayla exigen de modo irrefrenable el zapateo inconfundible del maqta tusuy. Dos parejitas en el escenario hubieran sido la cereza sobre el pastel.

OTRA YAPITA MAS:
Hace poquito tiempo, se fue a la eternidad mi buen amigo, don Gilberto Cueva, el “inventor”, fundador, “dueño” y Director de Los Eternos Errantes de Chuquibamba, demostrándonos que apenas somos la humilde vela encendida que, en cualquier momento, viene el viento y la apaga. ¿Cuántos volúmenes serían necesarios para hablar de Gilberto?. Personaje tan especial, de una inteligencia superior, de una caballerosidad sin límites y también de un humor sensacional. Acabo de llegar de Andamarca y he visto enormes paneles publicitarios de una renombradísima artista, que ha gozado de las excelencias personales y cualidades de Gilberto. ¡Y en esos paneles anuncian la presentación de los “nuevos Errantes de Chuquibamba”!... Me angustio pensando: si Gilberto ni siquiera ha terminado de cruzar la frontera final, ¿cómo es que se abrevian plazos, se aprovechan de su silencio, y osan reemplazos tan sacrílegos?...

Recuerdo clarísimamente la escena vivida hace un montón de años. Era una acostumbrada reunión de amigos, un día cualquiera. Compartíamos con Antonio, Plinio y Gilberto, los Errantes: el “colorao” Luis Berardo Delgado, Pepe Melgar, Manuel Silva Pichincucha, Víctor Angulo, y algunos más. Cantábamos nuestras canciones en uno de los salones del Club Arequipa del Paseo Colón. Mientras nosotros éramos sólo entusiasmo, los Errantes imponían señorío, categoría, prestancia. No cabía duda: ellos habían nacido para cantar. Por eso, el Colorao Delgado resumió nuestra unánime convicción: ¡Los Errantes son los Errantes!...

La vida ha ido cobrando sus tributos. El primero en marchar a la eternidad, fue don Antonio. Posteriormente, hubo necesidad de reemplazar la extraordinaria voz de Plinio, debido a serios resquebrajamientos de su salud. Gilberto tuvo el acierto de convocar a músicos de la talla de Jaimito Silva y los Errantes continuaron llenando escenarios, acudiendo a los constantes llamados de los pueblos del Perú. Como Gilberto, con su reconocida generosidad, había incluído mi acordeón en varias de sus grabaciones, también solía convocarme a algunas actuaciones. Precisamente, estábamos a pocos días de juntarnos en la Fiesta de la Virgen del Rosario, en Chiringay de Chuquibamba, y le llegó el llamado, la cita impostergable …

Y ahora… ¡los nuevos Errantes…! ¡No lo comprendo, no lo concibo…! Yo lo he vivido y sé cómo Gilberto quería y respetaba a su grupo musical … Los Errantes han tejido una estela imborrable en el corazón del pueblo peruano y así deben ser recordados, con Antonio, con Plinio, con Jaime, con Leonidas, pero sobre todo, con Gilberto Cueva Fernández, el muy extrañado y querido “viejito de mi acordeón”…

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