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Desde cuando inicié este diálogo con mis amables lectores, me prometí no abordar temas de la actual vida de mi pueblo, porque ingresar a este campo implica discusión y polémica. En tal caso, debería asumir y defender posiciones políticas y esas cosas para mí, no revisten el menor interés. Mantengo mi modesta idea primera: en este rinconcito familiar conversamos de nuestras costumbres, de nuestras experiencias y presentamos escarceos literarios o artísticos, referidos, por supuesto, a nuestra tierra.
Pero, después de un largo espacio, me ha tocado estar en Andamarca y he participado directamente de agitaciones populares vividas en poco tiempo. Creo necesario solicitarles la venia necesaria y contarles un breve resumen de ellas.
Resulta que, como corresponde y en su debida oportunidad, hicimos una visita de saludo y congratulación a nuestro buen amigo el Dr. Juan Ossio, por su asunción al cargo de Ministro de Cultura. El rango de amistad forjada durante sus años de estadía y vivencia en Andamarca siempre ha sido mantenida en estos años, a través de nuestras visitas de consulta y de saludo, ya en su domicilio ya en su centro de labores, la Universidad Católica. Con la afabilidad que siempre le ha caracterizado, el flamante Ministro nos aceptó de buen grado la invitación, pues él mismo tenía decidido visitar Andamarca, antes del cambio de Gobierno. Con el actual Alcalde, le tomamos la palabra y coordinamos la fecha en que tal decisión debiera cumplirse.
El 6 de marzo fue el día escogido y por feliz coincidencia, José Carlos Vilcapoma, Viceministro de Interculturalidad, nos visitaría unos días antes, de paso a Aucará, con motivo de la Declaratoria de su Templo, como Patrimonio Cultural de la Nación. Efectivamente, el día 23 de febrero, Andamarca le brindó un caluroso recibimiento, al señor viceministro. Luego de dos horas de grata estancia, la caravana siguió viaje hacia su destino, guiada por nuestro distinguido coterráneo el Dr. Abel Mejía, Rector de la Universidad Agraria y el señor Barrientos, Alcalde aucarino.
Recordaré que en la década del setenta, se presentó en Andamarca un joven bonachón, que pronto hizo amistad con su gente sencilla y acogedora. Su figura se hizo familiar, se le veía caminando por las chacras y todos nos esforzábamos para procurarle una grata estancia; queríamos colaborar con él, había una intención compartida de ofrecerle todas las facilidades. El día que fuimos a Qellqata, por ejemplo, a la yerra de alpacas, en el fragor de la lluvia, fue algo inolvidable. Después de cabalgar varias horas, claro que su humanidad - un personaje alto y robusto - sentía los estragos, pero él estaba feliz y ni sintió las estrecheces de una estancia de puna, durmiendo sobre las leñas y sobre las caronas. Con todo, la pasamos bien.
En el pueblo, las mujeres que ordeñaban sus vacas, le regalaban “poqoso” calientito que el “docto” acogía con gratitud. Con su libretita en mano y su cámara fotográfica nunca faltaba en los acontecimientos familiares o populares. Estaba en las techas de casa, en los matrimonios “chawachamanta”, en los sembríos del maíz, saboreando chicha con pito, aunque después acusaba algunos malestares estomacales por la falta de costumbre. Pero después, se familiarizó bastante bien con todo el producto nativo. Se dejó sentir su ausencia cuando reasumió sus actividades capitalinas. Claro que en su vivencia andamarquina, le tocó vivir experiencias y anécdotas que compartimos en el recuerdo, cuando sus múltiples ocupaciones le regalan algún espacio.
Entre tantos recuerdos, conoció los documentos personales que don Teófanes Gallegos guardaba de José María Arguedas, su amigo y hermano. Por esas coincidencias de la vida, ahora le toca encabezar el reconocimiento a tan ilustre personaje en el centenario de su nacimiento. El año 75, don Teófanes fue cargonte dansaq mayor de Negromayo en la Fiesta del Agua de agosto. Claro que el Dr. Ossio, como su gran amigo, no podía faltar en el grupo de los cuyaq o amigos visitantes. Durante los días de la fiesta ritual, pudo conocer el desenvolvimiento de la danza de las tijeras en toda su expresión. El posee un testimonio directo de la “Agonía” estación final de esta danza, inclusive debe conservar la versión más pura de su melodía, pues esta demostración le fue ofrecida como una deferencia especial tanto a él como a don Teófanes por el maestro dansaq Albicha. Los que algo sabemos de danza de tijeras, conocemos que los dansaq no acostumbran bailar esta estación, por la connotación radical que tiene. En Andamarca, también pudo recoger la versión del Mito de Inkarrí en el testimonio de Zenén Flores Caballa, nuestro recordado “Buque”, como fruto de numerosas y largas conversaciones. Poco a poco se vencieron sus naturales reticencias y, en este menester, fue asistido por mi hermano Jorge. Yo tuve el honor de ayudarlo en la transcripción y traducción de muchas de sus recopilaciones, labor que cumplimos en su casa de Lima.
Como fruto de sus estudios e investigaciones, publicó varias obras en las que Andamarca figura como centro de sus inquietudes intelectuales y sus sólidas investigaciones. Lógicamente, su nombramiento como Ministro obedeció a la intensa actividad intelectual que venía desplegando, pues, además de sus responsabilidades docentes en la Universidad Católica, los altos niveles de los gobiernos le fueron encargando sucesivas tareas que él cumplió con brillo.
Conocida la buena nueva de su visita a Andamarca, naturalmente que el pueblo ingresó a una enfebrecida gama de actividades preparatorias, en el propósito de brindar una inolvidable bienvenida al Dr. Juan Ossio. Muchos de los personajes que formaron el grupo de amigos en Andamarca, ya no están, pero queda en su memoria espacio para el agradecido recuerdo, como lo hizo notar en el discurso que pronunció a su llegada. En el pueblo, pues, la consigna de volver a vivir esos tiempos fue muy bien entendida por los jóvenes que, si bien no tuvieron la oportunidad de conocer estas vivencias, quisieron no estar ausentes en circunstancias tan especiales e irrepetibles. Son los jóvenes quienes están en la responsabilidad de la conducción del pueblo, ya sea como autoridades o como dirigentes de sus organizaciones. Fue aleccionador ver cómo la población se movilizó en su integridad.
Llegado el día central, el nerviosismo alcanzaba su grado mayor. A las diez de la mañana sólo mirábamos el espacio y aguzábamos el oído tratando de adivinar el lado por el que aparecería el helicóptero. La ciudad estaba vestida de colores, se notaba otra expresión en los rostros, y aumentaba también la cantidad de nuestros visitantes. Los distritos vecinos, con sus autoridades al frente y sus comparsas artísticas también estaban presentes y compartían nuestro nerviosismo. La espera se iba haciendo más larga pues parece que el doctor estuvo también atendiendo funciones propias de su cargo en otros pueblos.
Ver el descenso de la nave en Antara fue para el pueblo una merecida satisfacción. La recepción se fue desenvolviendo conforme había sido programada, pero los eventos deberían acelerarse al máximo porque había cortedad de tiempo, pues los señores pilotos marcaron un espacio muy reducido. Las inauguraciones programadas se cumplieron con agitación, la de la Casa de la Cultura, la Casa del Danzante y la de la infraestructura que el Municipio entrega para la Oficina de coordinación o de la Unidad Ejecutora del Ministerio de Cultura. Los demás actos programados hubieron de suspenderse ipso facto, porque el cielo encapotado y los anuncios de las primeras gotas de lluvia pusieron más nerviosos a los pilotos quienes decidieron la partida. No había forma ya de cumplir pautas protocolares en orden, también los representantes de los pueblos vecinos trataban de hacerse oir y entregar sus escritos y obsequios al señor Ministro, al Presidente del Gobierno Regional y al Director de Agrorural, comisionado especial del señor Ministro de Agricultura, integrantes de la Comitiva ministerial.
Una fortísima lluvia se desencadenó entonces y cuando vimos perderse el helicóptero arreciaba más la fuerza del temporal vestido hasta de granizo. En fin. El pueblo siguió bailando. Las numerosas estampas artísticas costumbristas que habían dado la bienvenida, continuaron su despliegue regalando música, color y alegría a toda la población. Y como habíamos ingresado a carnavales, pues nos trasladamos al Complejo Huáscar donde se cumplía el Concurso de Bailes y Motivos de Carnaval, organizado por la Municipalidad.
Casi borrado por el tiempo conservo en mi memoria el recuerdo de una movilización artística andamarquina así de espectacular: el día en que se inauguró la carretera a Puquio. Todo el pueblo bailó sin descanso en la plaza de armas, salieron todas las “invenciones” que se viven durante el año. Han pasado los años, los protagonistas son otros, pero el espíritu andamarquino prevalece, mantiene su vigencia, pese a la modernidad, el INTERNET y los celulares.
El Carnaval es una fiesta que mezcla los ritmos y juegos del pukllay ancestral con las ideas traídas por los conquistadores y asume diversas variedades locales. Así, pues, bailamos los paseos costumbristas nativos, las wifalas mestizas, el baile de “los vasallos” a cargo de los prebistes dedicados a atender el culto católico acompañando al Mayordomo de un Santo, con sus flautas y tinyas y el cortejo de sus muñidoras. Se baila también el pumpin, heredado de los tiempos prehispánicos, en que los dominios Rukanas Antamarkas abarcaban hasta las actuales provincias de Fajardo y Huancasancos. Y finalmente, el motivo Chimaycha que entró con fuerza desde el norte: de Amayqa, Pampamarca, Chacralla y cautivó sobre todo a los sectores jóvenes. En Andamarca, se baila los tres días con las diferentes estampas costumbristas. Acostumbra llegar mucha juventud desde Lima, Ica o Cañete. Claro que esta alegría y los ritmos de las arpas, violines, tintyas y flautas encontraron descanso sólo el miércoles de ceniza. Pero, eso es papa de otro costal y ya hablaremos de ello.
domingo, 20 de marzo de 2011
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