domingo, 27 de marzo de 2011
DE CANDIDATOS, CANDIDECES Y CANDIDAZOS
PRIMER ACTO
- ¡Tierra, trágame…!.
Las diez de la mañana, debo irme al paradero y tomar mi bus de retorno. Hoy día lunes ya está perdido, mañana no puedo faltar de ninguna manera… Resulta que recién estoy recuperando el conocimiento. Anoche fue la gran concentración artística y yo, como siempre, vine expresamente hasta Lima: mi grupo musical no podía faltar, como no lo había hecho durante tantos años. Esta vez, mis amigos los organizadores, nos iban a dar un sencillo, que me serviría siquiera para mi pasaje de retorno.
Pero, malhaya mi suerte, el enorme público, el reencuentro con tantos amigos…, ¡y tenía que sucederme a mí: se me presenta un paisano entrañable, que vive allá en el pueblo, me dice que está de paso con su camión, y que se ha quedado para verme!. Motivo para el agasajo y chelas van, chelas vienen. A pesar de mi normal situación recontraaguja, tuve que ponerme siquiera un parcito ante tan noble gesto…
En medio de la negruzca bruma de mi recuerdo, poco a poco veo a mi hermano requintándome y restregándome en la cara el billete que me habían pagado por la actuación. Revisé entre mis bolsillos y efectivamente, allí estaba el dichoso billetito. Era uno de cien soles, y parecía sacarme la lengua, porque era un vulgar recorte de periódico. Resulta que después de la larguísima actuación, como siempre muy aplaudida y aclamada, el vocalista había reclamado el pago a la señora empresaria. La dueña del evento, le alcanzó los billetes. Rapidito, buscó a mi hermano y le entregó el que me correspondía. Claro que éste se dio cuenta al toque de la broma y le devolvió el papel. Por supuesto que ya no le quiso recibir, aduciendo que ése era el billete entregado por la señora y que en todo caso fuera a reclamarle a ella. Algo que mi hermano hizo inmediatamente para recibir sólo una contundente negativa de su parte. Le dijo que ella ya había cerrado esa cuenta, que había entregado los billetes correctos, que cómo se atrevía a pensar mal de ella y que no podía reconocer nada. Mi hermano insistió, y ante la negativa fue a buscarme. Algunos amigos se ganaron el pase, pero no nos quedó más camino que retirarnos.
Y éste es mi drama: ¡si no viajo inmediatamente voy a perder otro día de trabajo, me van a botar!. ¿A quién recurro, de dónde saco el pasaje?... Ya ni quise tomar el desayuno que mi afectuosa madre me alcanzaba con tanto empeño y salí como loco. Estuve dando vueltas, renegando de mi maldita suerte y de mi tonta actitud de estar arriesgando mi trabajo, quedando mal con la familia para nada, ¡como si fuera la primera vez…! La única solución, pensé, es enfrentar el asunto personalmente y me puse en camino a buscar a mi amigo, casi hermano, el organizador del evento. El no conoce el problema, me consolaba, las cosas están ya más calmadas y tendrá que entenderme… Ahora, otro gran problema ¿dónde vive este pata?... Alguna vez me invitó a visitarlo en su nueva casa y recordaba algo de las indicaciones que me hizo de cómo llegar.
No sé cuánto caminé, no sé cuántas vueltas dí, sólo cuando me dijeron que esta era la casa del señor que necesitaba encontrar, me volvió el alma al cuerpo.
La muchachita que abrió la puerta demoró un montón para hacer las consultas y dejarme pasar. Es que los señores todavía están descansando, explicó.
Por fin, en bata y visiblemente incomodado salió el amigo y me pidió ir pronto al grano. Después de saludarlo y felicitarlo por el acostumbrado éxito de su fiesta, le expliqué muy compungidamente que yo debía viajar, que no tenía un centavo en el bolsillo, echándome la culpa de todo y disculpándome por tener que molestarlo, le entregué el billete y le supliqué me lo cambiara. Creo que le repetí también que había viajado exclusivamente por cumplir con él, que yo nunca le había fallado y que por única vez me hiciera este favor, que este billetito no iba a afectar en nada a su economía, para la enorme ganancia que había alcanzado en la noche. Me respondió que no podía atenderme en este asunto, que todavía no habían hecho sus balances y tenía muchos pagos que afrontar y que toda la economía la manejaba su esposa y que volviera en otra oportunidad para conversar con ella.
- ¡Tierra trágame…!
No sé de dónde saqué fuerzas para humillarme tanto, le dije que en todo caso, me hiciera un préstamo que yo le devolvería en pocos días. Tanto le supliqué y, por fin, buscó a la señora. Salió enojadísima a decirme que mi hermano era un malcriado, que la había calumniado, acusándola de darle un billete falso, que ella había entregado todo conforme, que no iba a estar reconociendo todo lo que le reclamaran y, que en todo caso, arreglara con el vocalista. Estaba yo clavado en el piso, no atinaba a nada… Mareado, totalmente atontado empecé a retirarme. Ya en la puerta me alcanzó el amigo, me dijo que con mucho esfuerzo había logrado prestarse de la señora este billete que era un préstamo personal, y que no olvidara de devolvérselo esta misma semana.
SEGUNDO ACTO
- Buenos días, señor, hace varios días que he tratado de comunicarme con usted, soy el director del grupo que le alquilamos su local para la fiesta que organizamos la semana pasada, justamente quería saber para visitarlo a recoger la garantía de diez mil soles que le dejé y devolverle su recibo.
- Ah, mire señor, sobre eso, ustedes ya no tienen ningún derecho a reclamar nada, porque primero, se han pasado de la hora, el contrato era hasta las tres de la mañana y ustedes han estado hasta las cinco, y después han dejado tirado el árbol que han puesto para la yunza, de modo que yo no tengo nada pendiente con ustedes.
- Pero, perdone señor, ¿cómo que no tenemos derecho, si usted a las tres de la mañana ha cortado la luz, ha cerrado sus puertas, ha cortado totalmente la música y no se ha vendido una botella más de nada? …. Si nos hemos quedado un poco más, ha sido porque estábamos recogiendo nuestras cosas, pero eso no ha demorado ni una hora, cómo va a decir eso, además del árbol, ya no está y el mismo guardián nos ha dicho que usted ya lo ha vendido ....
El caso concreto, es que el dichoso personaje se quedó con la plata, así a lo macho.
Resulta que a alguien del grupo musical se le había metido en la cabeza que debiéramos organizar nuestra fiesta de carnavales, siguiendo la moda, que si éramos capaces de llenar locales para otros, también tendríamos una buena concurrencia. Yo era muy poco afecto a estas cosas, pero en fin, entré en la jarana. Y, es un latín de la patada. Que el local, los artistas, las licencias, la cerveza, la propaganda, el personal, etc. Y todos jalan plata. Como éramos tres, teóricamente nos repartimos las responsabilidades y los costos. Teóricamente, porque siendo ciertos, por ejemplo, esas diez lucas de la garantía las tuve que poner yo.
Bueno, algo íbamos haciendo, cuando faltando una semana nos avisaron que el Concejo distrital había clausurado el local de la fiesta. Movilización general: buscar amigos, relaciones, alguien que convenciera al malvado alcalde de que no nos hiciera tanto daño. Inclusive a la política recurrimos, porque era época electoral. El malvado que en los infiernos debe estar, no aceptó nada. El local está clausurado y punto. Yo propuse suspender todo, que ya veríamos la forma de salir. Pero los otros socios: siquiera para recuperar los gastos, que ya no falta nada, que había un local, bastante menor pero que podría servir en la emergencia. Buscar al dueño, hacer los contratos aceptando, sobre todo, sus leoninas condiciones, porque como estaba enterado del problema… Todos los pagos por adelantado, y además la dichosa garantía. Diez mil solcitos nada más. Si no, pues no hay local, así de sencillo….
Como era previsible, la fiesta resultó siendo una reunión de familia, porque quienes iban al primer local se encontraban con la puerta cerrada a machote. Un hermano mío trató de ayudar de alguna manera, puso su microbús en servicio gratuito entre los dos locales, creo que hasta hizo dos viajes… Total, el daño estaba hecho, el malvado alcalde estaba plenamente satisfecho, y una vez más el letrerazo: artísticamente un éxito, económicamente un fracaso…
Y, ahora, ¿cómo hago para devolver los diez mil soles que me presté para lo de la garantía que ahora se enterraba en las fauces de este otro malvado….
Algún tiempo después, le comenté del asunto a mi amigo Larry, quien incrédulo exclamó: ¡Si ése es un asaltante conocido, todos saben de sus artes, cómo no me consultaste!…
TERCER ACTO
No sé por qué, pero no le tenía mucho entusiasmo a este contrato artístico… Uno de esos amigos de oídas me estuvo llamando por teléfono repetidas veces al pueblo. Me pedía aceptar una propuesta para presentar mi conjunto en una fiesta de carnavales. Me hablaba maravillas, que cobrara nomás, que el contratante era uno de esos empresariazos de éxito, que seguramente nos iba a poner a disposición una de sus camionetas 4 x 4 del año, etc. A tanta insistencia, autoricé a mi “representante” en Lima a firmar el dichoso compromiso, recomendándole dejar bien claro que la movilidad corre por cuenta del contratante. El amigo de las llamadas, me informó que el lugar del evento era un pueblecito muy cercano, a media hora de Chincha o San Clemente.
Un día antes del evento, ya en Lima, me comuniqué con los contratantes. La secretaria me informó que el señor empresariazo estaba en el lugar del evento, preparando todo, y que nosotros debíamos estar a las cinco de la mañana en Chincha para tomar los carros que iban por esa ruta y que nos dejarían muy cerca, que era muy fácil llegar. Le manifesté que yo no conocía el lugar, que ni tenía idea de los costos y que de ninguna manera iba a subirme a un camión mixto sobre el ganado. Que en todo caso, les devolvería el miserable adelanto que le habían dado a mi "representante" y que ahí terminaba todo.
Después de repetidas llamadas tratando de convencerme, la secre me informó que el señor empresariazo había contratado un auto expreso y que nosotros solamente deberíamos estar en Chincha a la hora convenida.
Llegamos, por fin, al lugar del evento casi a las 7 de la noche, después de cuatro horas de viaje. No había casas allí, sólo un espacio iluminado, adornos de fiesta y sonaba un equipo; las personas con talco y serpentina estaban ya en pleno juego de carnavales.
- Señor, buenas noches, somos del conjunto musical, acabamos de llegar. Usted nos avisa para iniciar nuestra actuación.
- Ah, ya, bien. ¿Ya comieron?.... Oye, Gumercindo, llévalos a la casa para que coman…
Las tripas ya estaban enviando clarinadas de alerta y no veíamos una tienda, siquiera para engañarnos con una gaseosa. Con nuestro atento guía al frente iniciamos un penoso descenso, los instrumentos al hombro por supuesto, ¿a quién podíamos encargarlos?. Se trataba de unas escalinatas sin fin, porque al fondo de la quebrada se advertía un caserón de la patada y se veían no menos de 8 carrazos esos de 4 x 4. Casa moderna, grande, bien presentada. Desde nuestra ubicación en una sala amplia advertíamos el movimiento de personas que entraban y salían, supongo que serían cocineras, mozos, etc., preocupados en sus afanes. Un largo rato y apareció un caballero mayor con su poncho y sombrero, quien se presentó como el padre de nuestro contratante y el verdadero dueño de todo este caserón y presumiblemente también de toda la empresa. Estuvo contándonos de sus avatares laborales, sus inicios empresariales,hasta en quechua hablamos.
Nuestro amiguito Gumercindo se apareció con una botella de trago sacarronchas que ninguno de nosotros iba a aceptar. Pasaba el tiempo. De alguna manera tratamos de recordarle a Gumercindo que habíamos bajado por algo, volvió a salir y al rato llegó un comisionado a comunicarnos que ya debíamos iniciar nuestra actuación. La fatigante cuesta ahora, con las chivas al hombro y… ¡a chambear!... ¿Y el richi?... No se oye padre, Gumercindo desaparecido.
Apenas bajamos del escenario, el chofer me dijo que debíamos partir, porque ya le habían cancelado. El señor empresariazo, alegrón por los brindis y medio asado, porque estaba entretenido en sus juegos y bailes, me peloteó a la secretaria cuando le recordé que debía pagarme. A propósito, qué característica manera de jugar carnavales en Huancavelica, frotándose con la ortiga entre hombres y mujeres. Es como mis paisanos de Ishua o Huaycahuacho que juegan también frotándose con la tuna. ¡Claro, sobre todo por esas zonas…! No me fue fácil ubicar a dicha señora para continuar con el limosneo. Sacó del bolsillo algunos billetes y me los entregó también con incomodidad, porque le estaba interrumpiendo su fiesta.
- Oiga, señorita, le dije, aquí falta.
- Ah, no sé señor, eso es lo que me ha indicado mi jefe, de dónde cree que puedo sacar plata, ya he pagado también al chofer que les ha traído, es todo lo que tengo.
Y se fue campante, feliz. ¿Quién me iba a hacer caso ahora si ya habíamos cumplido con el trabajo?... Para remate, el responsable, el empresariazo ya estaba borracho, ¡ni para pegarle!.
Por ahí divisé al “amigo” que tanto me estuvo llamando antes del contrato.
- No te preocupes, hermano, tu estás viendo la casaza, los carrazos, él tiene plata, no se va a ensuciar con centavos, el lunes búscalo en su oficina, explícale y vas a ver que todo se va a arreglar, ahora es por gusto, no vas a sacar nada.
Y claro que no iba a lograr nada, yo lo sabía, pero a veces como que nos entra un deseo (supongo que malsano) de conocer los extremos más descarnados de la miseria humana. Fui dos o tres veces a la fábrica, sólo por castigarme. El señor nunca estaba, o había viajado a Buenos Aires o estaba en reuniones con los ministros del Gobierno, parece que todos iban a consultarle o a pedirle permiso. La secre ya no sabía qué hacer, hasta nos ofreció los saldos de mercadería fallada, pero ni eso, porque al señor nunca le dio la gana de pagar. Mi abuelita solía repetir: de los paisanos con plata, sobre todo de esos chuscos, líbranos Señor!...
ACTO FINAL
Tres escenas vividas en diferentes escenarios, un denominador común y la misma víctima. Ya me había olvidado de estas desagradables experiencias, pero acabo de ver en la televisión a uno de estos caballeritos, besuqueando a un cacarrito de nuestras serranías, diciendo que quiere ser parlamentario “para luchar por estos niños y por los pueblos olvidados …” Cómo se dan las coincidencias: estos tres personajes andan también en avatares poíticos, uno de ellos me parece que ya pisó el parlamento. Hace algunos años, el que se adueñó de mi “garantía” candidateaba para alcalde. Me preguntaba entonces si podría recuperar mi platita ofreciendo el recibo que firmó y nunca rescató, a uno de sus contrincantes… Si vemos cada cosa en esta viña del señor…! Pero el empresariazo fue el más pendeivis: no solamente se queda con nuestra plata, sino que nos cochinea ordenando que nos sirvan comida, ¡sabiendo que no nos van a dar nada…!
La vida tiene caminos y vericuetos tan incomprensibles que es posible que alcancen esos puestos. Y como soy tan afortunado, me los voy a encontrar por ahí, y me los van a presentar: el señor parlamentario, o el señor Alcalde, o el señor Ministro. Recordaré entonces la sabia frase de mi hermano Rafael León: “Esos tremendos pendejos son miserables sí ¡PERO LA HACEN, NO SÉ CÓMO, PERO LOGRAN LO QUE SE PROPONEN!”….
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1 comentario:
Muchas felicitaciones por la prosa extendida y sobre todo la constancia en la publicación de su excelente material.
Es usted Carlos Herrera Alfaro, autor del libro Los Manantiales (1999)?, en todo caso:
un saludo desde donde nos podamos encontrar, este es nuestro blog:
www.todoayacucho.pe
En un par de semanas estaremos en Cora Cora, tal vez si fuera posible encontrarnos allí, con gusto me encantaría poder entrevistar a uno de sus autores si se encuentra cerca.
Por favor si fuera posible, contestar al correo mgp@todoayacucho.pe
gracias,
Miguel
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