“Bailan solos o en competencia. Las proezas que realizan y el hervor de su sangre durante las figuras de la danza dependen de quién está asentado en su cabeza y su corazón, mientras él baila o levanta y lanza barretas con los dientes, se atraviesa las carnes con leznas o camina en el aire por una cuerda tendida desde la cima de un árbol a la torre del pueblo. Yo vi al gran padre “Untu”, trajeado de negro y rojo, cubierto de espejos, danzar sobre una soga movediza en el cielo, tocando sus tijeras. … Fue en la madrugada. El padre “Untu” aparecía negro bajo la luz incierta y tierna; su figura se mecía contra la sombra de la gran montaña. La voz de sus tijeras nos rendía…. Su viaje duró acaso un siglo. Llegó a la ventana de la torre cuando el sol encendía la cal y el sillar blanco con que estaban hechos los arcos. … Las palomas y otros pájaros que dormían en el gran eucalipto, recuerdo que cantaron mientras el padre “Untu” se balanceaba en el aire. … El genio de un dansak’ depende de quién vive en él: ¿el “espíritu” de una montaña (Wamani)… O la cascada de un río que se precipita de todo lo alto de una cordillera; o quizás sólo un pájaro, o un insecto volador que conoce el sentido de abismos, árboles, hormigas y el secreto de lo nocturno; … “Rasu-Ñiti” era hijo de un Wamani grande, de una montaña con nieve eterna. Él, a esa hora, le había enviado ya su “espíritu”: un cóndor gris cuya espalda blanca estaba vibrando…” (Ex: José María Arguedas “La Agonía de Rasu Ñiti”)
Cirilo Inca Flores, el gran maestro dansaq ha recibido la orden en Andamarca: la hora de atravesar la frontera final ha llegado. Cuando desde meses antes había insistido a sus familiares para que lo acompañaran hasta su pueblo, sabía que los caminos se acercaban vertiginosamente al punto desde el cual emprendería su rumbo hacia las entrañas mismas de la eternidad. Cumplió su deseo de coronar su misión de dansaq asistiendo al IV CONGRESO NACIONAL DE DANZANTES DE TIJERAS Y MUSICOS DEL PERU, realizado en Andamarca a mediados del mes de noviembre que, precisamente, llevó su nombre, en una decisión que enaltece y habla de la bonhomía de los organizadores.
La única persona que sabe si Cirilo trató de vestirse con sus indumentarias de fiesta para asistir a la cita final es doña Hilda, su fiel esposa. Ella sabe si calzó las tijeras también y las hizo cantar con las melodías de la partida, como lo hiciera su maestro el gran Rasu Ñiti.
Sí estamos seguros que como él, anunció: … ” El corazón está listo. El mundo avisa. Estoy oyendo la cascada de Pusa Wayqo. ¡Estoy listo!... Tardará aún la chiririnka que viene un poco antes de la muerte. Cuando llegue aquí no vamos a oírla aunque zumbe con toda su fuerza, porque voy a estar bailando”….(J.M. Arguedas “La agonía de Rasu Ñiti”).
Efectivamente, estaba listo para la partida final. Se apagaba una vida dedicada al arte de la danza de las tijeras y al ministerio a él confiado por los Wamanis protectores. Seguros estamos que mientras aguardaba a la chiririnka, iba viviendo con intensidad las escenas de su infancia en las punas de Qellqata o de Oslo, danzando con piedrecitas entre los dedos, ante la mirada de los cerros y las nubes trashumantes, en medio de sus ovejas o alpacas. Iba viviendo, con toda seguridad, los ingresos vacilantes a los desafíos de sus primeras “plazas”, ante la ansiosa y expectante mirada de las gentes y la exigente y nada compasiva medición de Daniel su tío, mentor y guía. Iba viviendo, cómo no, los años trenzados con verdadera entrega en la exposición de la danza por todos los pueblos, y revivía complacido sus tardes triunfales en escenarios que reconocieron y aplaudieron su arte singular.
Habrá tenido también el espacio para recordar cómo en los momentos de mayor despliegue y difusión de su alta calidad, logró trasponer los círculos regionales y llegó a la ciudad de Lima con tal nombradía que fue invitado a exponer su arte milenario ante el mismo Juan Velasco, el mandatario de turno y sus esferas gubernamentales. En la actualidad, los dansaq modernos, también están conociendo estas oportunidades. No sale una misión comercial o cultural al extranjero sin el acompañamiento artístico de la danza de las tijeras. Nuestro riquísimo patrimonio artístico ancestral ha sido reconocido, también a nivel del mundo con una distinción especial de la UNESCO.
Ha servido, entonces, el despliegue fino de dansaq precursores como Cirilo y sus contemporáneos. La diferencia es que, ahora, los dansaq tienen un entorno mejor calificado y, sin duda alguna, cuentan con más conocimientos del mundo occidental que, naturalmente, les favorece en sus relaciones. Cirilo, era analfabeto, y nunca pudo contar con el concurso de algún personaje que entendiera del tema. Simplemente, se desaprovecharon las oportunidades y nuestro Apu Inca nunca salió en misión alguna, pese a las recomendaciones presidenciales que sí se dieron. Ahora que ha pasado a otras dimensiones, su estela artística brillará todavía en algunos círculos. Ojalá que no se apague en poco tiempo y no corra la suerte de tantos anónimos artistas y trabajadores del pueblo: el olvido.
Las primeras estampas de danzantes de tijera que recuerdo, me muestran a un personaje misterioso que inspiraba hasta miedo. siempre de píe, que nunca sonreía ni hablaba, con las manos cruzadas en el vientre y las enormes tijeras engarfiadas en una de ellas, con la cara casi completamente cubierta por un pañuelo verde o grosella, descubriendo sólo un ojo, con una mirada hierática, como congelada, que bailaba sin descanso, noche y día, en las fiestas del agua de agosto, o en los primeros días de mayo, cuando ascendía los cerros encabezando la caravana de fieles a bajar las enormes cruces de sus cumbres. Las escenas de acciones imposibles y demostración de poder, no las veía así huahuita, porque me espantaban y mi abuelita tenía que prepararme una de sus pócimas calmantes. Cómo podría olvidar esas escenas de Cirilo bailando con sus tijeras allá arriba, casi junto al cielo, parándose de cabeza en las cuatro esquinas de la torre y culminando su proeza agitando los pies al aire también parado de cabeza en el centro mismo de la cúpula, mientras sus tijeras brillaban más que nunca, antes de bajar bailando por una interminable soga que halaban las gentes.
Ya en mi mayoría de edad, pude cultivar la amistad de maestros de esta danza, como mi vecino Bernabé Huamaní, de la generación de los Qechele, o el viejo “misti” Mariano Ramos, también su nieto Cesáreo y otros. Casi al mismo tiempo, mientras desempeñaba labor docente en mi pueblo, ingresé también al círculo de amigos de Cirilo, y nuestros diálogos se volvieron harto frecuentes. Sus recuerdos eran inagotables, dada la intensa actividad desarrollada durante muchos años. Era un convencido de la importante misión que les toca a los danzantes de tijera en el grupo humano y de la preparación que, en consecuencia, debiera asumir cada uno de los postulantes, siempre bajo la guía de un maestro consagrado. Le angustiaba la perspectiva a futuro de esta importante manifestación artística cultural. Yo le preguntaba si los maestros jóvenes que llegaban a bailar en las fiestas de agosto, lo buscaban en procura de un consejo o una amistad. Me respondía que casi nunca ocurría eso.
En su juventud, decidió laborar como obrero en la Hacienda San Andrés, casi frente a Mala, por un período bastante dilatado, procurando no desairar las invitaciones constantes que le hacían llegar los cargontes de las fiestas de los pueblos. Reconoció el momento en que debía parar, se despidió de su etapa de migrante y retornó a la tierra natal. Se dedicó a cultivar una pequeña parcela en Chicahua y a cumplir los menesteres de la familia y de su Comunidad.
Casi nunca asistía a las competencias de danzantes de tijeras en las fiestas de agosto porque cuando, en oportunidades se confundía en el tumulto, comprobaba con desazón cómo, ni siquiera, se cumplían los pasos mínimos de un atipanacuy con todas las de la ley. Con ayuda de algunos buenos amigos, logré publicar una obrita con el título “Cirilo, dansaq. Conversaciones con un Maestro”. Rescatamos con su hijo,- y lo ofrecí al público -, igualmente, un video grabado en Andamarca en estos últimos años espontáneamente por una turista francesa con una maquinita casera, sobre una sesión de danza ofrecida por el maestro y que logramos organizar gracias a su generosa aceptación. Este DVD lleva el título “Cirilo Apu Inca. Qapia Poqoy Tusuda. Sesiones de Danza Mayor con el maestro Cirilo Inca Flores”.
Ahora, Cirilo está en otra dimensión. Se le ha cumplido el “contrato” y ha marchado sereno. Quienes conocíamos más de cerca la evolución de su salud, sabíamos que el deterioro de sus capacidades físicas se había acelerado. Los preparativos para traerlo a la ciudad de Lima, con la esperanza de que la medicina moderna pudiera acudirle con mayor certeza, no alcanzaron. Cirilo ha ingresado a la eternidad con los pasos siempre seguros como los que lo guiaban a enfrentar retos en la puna, en el frío, en la lluvia, en las abarrotadas plazas de los pueblos. Que haya paz en su tumba y que su magisterio siga vigente.
Siempre me ha despertado especial curiosidad la similitud de datos, concepciones, ideas que vamos encontrando respecto de este arte singular. Cirilo relataba que cuando niño daba sus inciertos pasos iniciales de danzante, en las punas, ante su rebaño de ovejas, utilizando piedrecitas sonoras como tijeras. Esto debió haberse repetido muchas veces. Es claro que para sus “plazas” en serio, hubo de armarse con tijeras de verdad, fabricadas por herreros especialistas. Es claro, también, que antes de usarlas, colgó las hojas en la catarata de Pusahuayqo, para que las sirenas les infundieran su hálito mágico y les regalaran sonoridad, cadencias y brillo.
Pues bien. Aquí van algunos fragmentos escritos por la distinguida estudiosa doña Alfonsina Barrionuevo, … “ En Parinacochas…, se habla de un pequeño danzante que bailaba en el interior de una paqcha (cascada) con unas “castañuelas” de piedra… “ Más adelante, dice…. “hasta que de pronto el niño misterioso comenzó a bailar haciendo acrobacias con los pies y llevando el compás con unas “castañuelas” de piedra o rumitijeras que hacía sonar “como metales” en su mano derecha”. … Más… “El le esperó largo rato pero luego cargó su q’epe (atado) de leña a la espalda y se dirigió a su casa,… y recordando la extraña melodía, volvió a bailar con más ímpetu, usando las “castañuelas” de piedra tal como había visto…”
Si sabemos que Cirilo era analfabeto, tenemos derecho a preguntarnos ¿de dónde le vino la idea de utilizar las piedrecitas como tijeras o “castañuelas” ?...
“… Desde entonces los bailarines de tijeras de Ayacucho rememoran la hazaña del danzaq que se enfrentó a la muerte, que entró en sus caminos bailando como una llamarada. “Rasu Ñiti”, afirman, no está muerto. Resucita en cada danzaq que agoniza por él y que vuelve a levantarse con más bríos. Danzaq es “wamani” y “wamani” nunca muere”…. Por eso los danzaq son eternos…” . (Ex: Alfonsina Barrionuevo).
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