miércoles, 26 de septiembre de 2012

LLEGO EL GRAN DIA:¡HOY GRABAMOS POR FIN!.

“MEMORANDUM” SIGNIFICA: “PARA RECORDAR, YUYANAPAQ”. _____________________________________________________________________________________ El próximo martes 9 de octubre va a cumplirse una Velada Artística en el Salón Auditorio de la Derrama Magisterial, calle Gregorio Escobedo N° 598, Jesús María, Lima. El caso es que algunos buenos amigos han tomado la iniciativa de hacer conocer los modestos trabajos que en el campo de la música he venido cumpliendo en mi vida. Quieren hacer un Reconocimiento a la intensa labor de haber lanzado al público números artísticos que alcanzaron nombradía, como LOS PUQUIALES, LOS MANANTIALES, LOS MATUTINOS, TRIO SERENATA, ANITA DEL CAMPO, NANCY MORALES, AZUCENA, ODALIZ TINCOPA, LOURDES RAZO, GRUPO RECORDAR ES VIVIR, y varios más. Quiero invitar con la mayor cordialidad a todos los generosos amigos que me dispensan su lectoría, a acompañarnos el referido día, desde las 7 de la noche. Será muy lindo y gratificante para mi modesta persona estrecharles las manos a todos y cada uno de ustedes. Este acontecimiento me ha despertado tantos recuerdos que necesito irlos compartiendo con los buenos amigos que tienen la paciencia de leerme. _____________________________________________________________________________________ ¡Al tema!, como dicen en los Cabildos de mi tierra: _____________________________________________________________________________________ La pequeña unidad, cargada hasta no más, empieza a devorar los kilómetros que nos separan de Andamarca, mi destino. Después de mi arribo de Lima he esperado poco tiempo en verdad, mientras me he ido ambientando al frío de esta madrugada puquiana y he podido familiarizarme con los naturales bochornos del cambio de altura. El chofer, bastante joven por cierto, con todas las ínfulas de ser el rey de la película, ha cumplido los preparativos. Ayudado por otros personajes, ha asegurado los bultos en el techo y, por fin, está listo a enfrentar el primer control que un patrullero de carreteras impone, apenas a dos curvas del Hospital de Puquio. _____________________________________________________________________________________ Con la serenidad de haber superado el rutinario trámite, ahora hurga con tranquilidad en sus compartimientos y coloca el disco de su preferencia. El estrecho salón es inundado por una música que no se interrumpirá en todo el trayecto. Casi no me ha agradado la selección, pero sólo me queda enfundarme bien en mi casaca, relajarme al máximo y tratar de encontrar la más cómoda posición. Ni cómo atreverse a soltar alguna sugerencia, pues la mayoría de pasajeros ha aprobado la escogencia y algunas mujeres hasta corean las canciones. Escucho la conversación de dos personajes del asiento posterior: _____________________________________________________________________________________ - ¿Esa es la Amapolita, no?. - Creo que sí, aunque también parece la Perla de Aqenana. - ¿Y cómo va tu estrella, creo que también tienes tu cantante?. - Sí, pues, ya hemos grabado esta semana. Todo está listo, en unos días más debe salir el disco. _____________________________________________________________________________________ Supongo que muy lentamente he ido cayendo en una leve somnolencia. Me veo ingresando a una sala grande, de techo muy alto, más parece una Iglesia. Todas las paredes están protegidas con forros especiales y las ventanas no se conocen aquí. El área está ocupada por biombos de madera que separan espacios como pequeños cuartitos y, en cada uno de ellos, asoman pedestales con micrófonos atados a cables negros que están regados como serpientes por todo el piso. Un tremendo ventanal con su vidrio separa este ambiente de una sala más pequeña donde se aprecia grandes máquinas: es la cabina de mando. Al centro aparece un gigante tablero con miles y miles de botoncitos de colores diversos y por todo el ambiente hay aparatos con tremendos carretes, cargados de brillantes cintas marrones, que los técnicos hacen girar a increíbles velocidades. _____________________________________________________________________________________ Estoy en shock. Realmente, creo que estoy flotando en el espacio. Después que el portero nos hiciera ingresar al estudio, han aparecido varios funcionarios y han impartido sus indicaciones, con sobrecogedora solemnidad. El mismo joven de la portería y otro de su edad, están ubicando ahora los micrófonos, atendiendo a las indicaciones que usando un micrófono les van impartiendo desde el otro lado de la pared de vidrio. La presencia del Director Artístico nos libera un poco de la asfixiante tensión y nerviosismo, porque ya lo conocemos, pues ha asistido a nuestros ensayos en sucesivas oportunidades. El es el hombre. Nos está haciendo el favorcito de avalar y autorizar nuestra primera grabación. Sin su aprobación, nadie alcanzaría este momento tan histórico. Después de largos meses de penosas gestiones, por fin ¡vamos a grabar nuestro primer disco!. _____________________________________________________________________________________ Cómo ha corrido el tiempo, desde aquel día en que me atreví a chapalear el acordeón en la salita de la casa de mis padres en Lima. Resulta que desde los primeros días de enero, Adón Heredia se había convertido en una presencia cuotidiana. Concurría a diario a ensayar dos canciones con Jorge, mi hermano. Yo atendía mis estudios en la universidad y, al llegar por las nochecitas, encontraba a los postulantes a “estrellas de la canción puquiana”, muy concentrados en su tarea. De tanto escucharlas, ya me sabía de memoria las dos canciones escogidas y, un buen día, se me ocurrió tomar el acordeón. Debo decir que, hasta entonces, era casi nula mi experiencia ejecutando huaynos. _____________________________________________________________________________________ Dos años antes, los estudiantes andamarquinos en Lima, a nombre de nuestro glorioso Club “Juventud Alianza Andamarca”, habíamos cumplido el propósito de presentar una Velada Literaria Musical en nuestra tierra. Fue una experiencia alucinante. No sé cómo me había conseguido el libreto de un drama bastante popular. Estoy casi seguro que la obrita se llamaba “El Médico a Palos”. Chicas y chicos, nos tomamos muy en serio el asunto. Primero, tuvimos que memorizar los papeles, conseguirnos los disfraces, ensayar durante más de un mes trasladándonos de Comas a Villa María o viceversa. Otros venían de más lejos, en fin. ¿De dónde nacía ese entusiasmo, esa compulsión por hacer cosas, sin que nadie nos obligue?... Claro que la tremenda función artística cumplida en el Saloncito de Actos de las Escuela, llevó otros números: canciones, recitaciones, escenas jocosas, en fin… Causó sensación un cuadro dancístico presentado por "los más chibolitos del Club", residentes en el pueblo. Mucho tiempo vivió en la retina de los asistentes el tremendo Maqta Tusuy que se mandaron mi padrino Fermín, mi abuelo Elías, don Antenor, mi tío Rober y alguien más, como en los mejores tiempos de Piruchapampa, en Puquio … Las parejas que fueron sus señoras, lucían ataviadas con wali y monillo como para despertar el más atrevido apetito. No tardó en escucharse el grito: - ¡Qué ricas cholas!... _____________________________________________________________________________________ Para esto, un primo mío, aficionado a la música, tenía un acordeoncito. No sé qué hice, a qué santos acudí, el caso es que me lo prestó para nuestra “gira artística”. Cuando llegamos a Puquio, mientras buscábamos carro para Andamarca, nos alojamos en la casa de mis padres en Chaupi, donde vivía mi abuelita con don Jorge, mi hermano menor. Al toque, éste empezó a tocar huaynitos en el acordeón que me emocionaron tanto. Empecé a preguntarme si también yo sería capaz de arrancarle tanta dulzura al instrumento. Una hermana menor que también estudiaba en Puquio, me sacó de mis alucinaciones: - A ver tú, toca Chuquibambinita”. _____________________________________________________________________________________ Confieso mi impotencia. Yo había egresado del Colegio como un ejecutante de piano de nivel básico, de principiante. Y los valsecitos o pequeñas piezas musicales populares las ejecutaba leyendo una partitura. Desde ese momento, supe que también había mil posibilidades y empecé a prestarle más atención a las radios que desde Ayacucho, Cusco o Arequipa difundían huaynos casi permanentemente. _____________________________________________________________________________________ El Ingeniero encargado de grabar para la posteridad nuestras primeras canciones empezó a dictar sus órdenes con una voz imperativa que siguió arrinconándome en mi incontrolado nerviosismo. Sospecho que se había tomado muy a pecho el letrero que en parte principal del estudio rezaba bien clarito: “EL DISCO ES ETERNO: DEBE SER PERFECTO”. _____________________________________________________________________________________ - A ver, esas guitarras ¿están afinadas?... ¿Van a grabar, van a ensayar o van a cochinear?... Al rato: - Título de la canción… Correeeeeeee!…. _____________________________________________________________________________________ Felizmente, Antonio Gutiérrez el Director Artístico, nos iba traduciendo las indicaciones. Además de nosotros los tres ilusos futuros “estrellotes de la canción nacional”: Carlos, Jorge y Adón, se habían sumado al grupo dos guitarristas más y el mismo Gutiérrez ejecutaba un enorme violoncello que encontramos en el estudio de grabaciones. Confesaré que habíamos preparado un dúo para la expresión vocal: Adón, por supuesto, en la primera voz, y Jorge le haría la segunda, mientras ejecutaba el melodio o pampa piano, sentado porque necesitaba pedalear. Con los movimientos, era natural que se desprendiera del micrófono de voz. Los ingenieros ensayaron algunas soluciones, pero siempre ocurría algún desfase. Entonces, decidieron postergar el tema de la segunda voz y le ordenaron concentrase sólo en el teclado. Concluída la grabación, ya nadie se acordó de la bendita segunda voz, porque la primera de Heredia se mostraba con personalidad propia y como que podía prescindir del acompañamiento preparado. Y desde entonces, LOS PUQUIALES, quedamos con esa característica de presentar la expresión vocal en una sola voz. ____________________________________________________________________________________ Por mi lado, yo también la estaba pasando negras. El Director contaba: “uno, dos, tres”… A veces, se producían pequeños retrasos, o los benditos dedos se empecinaban en irse a otros lugares, los implacables jerarcas se daban cuenta y paraban la grabación de inmediato. Mi mayor padecimiento, era el sudor. Ni el mejor baño turco me podría haber ocasionado tal desgaste de electrolitos. Por más que me esforzaba en tranquilizarme, la cosa iba para peor. El caso es que el copioso sudor hacía resbalar mis lentes y a media canción estaban ya colgándose de mis labios. Esta situación me desesperaba y me obligaba a maniobras perjudiciales. En mis más ilusos sueños, rogaba: “Ojalá que no se den cuenta de las fallitas”, pero, la esperanza era vana. Al toque estaba ya escuchándose el temido: ”¡correeeeee!”… A tanto llegó la tortura que no sé si de Gutiérrez o de la cabina de mando partió la orden: - ¡A botar o quemar los lentes!… Y ahí me tenía usted enfrentando otra situación más penosa todavía. Algunos dirán: - Mejor, ¿acaso tocas las teclas con los lentes?... El buen músico no necesita estar mirando el teclado o las cuerdas… _____________________________________________________________________________________ Sí, pues, pero como que los benditos lentes fueran tu carne y su ausencia como que te inutiliza. _____________________________________________________________________________________ No sé cuánto tiempo duró esta tortura… El caso es que cuando desde la temida cabina de mando dieron la aprobación final, los guitarristas que nos acompañaban gritaron con satisfacción: “¡Quedó!”, y se levantaron aliviados… Todo el grupo musical, cantantes e instrumentistas, debíamos ejecutar el tema en simultáneo, juntos, con absoluta perfección. Si yo había logrado mi digitación más pura, sin embargo pudo haberse ido una palabrita en la expresión del cantante, o alguna cuerda pudo haberse desafinado, o alguien se había salido del compás, en fin… El caso es que escuchaban la grabación y no sé cómo, pero le encontraban “el chinito”, y otra vez ¡correeeeeee!. No había posibilidades de arreglar sólo la parte equivocada. O todos, o nadie, no había términos medios. Por eso, las grabaciones se convertían a veces en procedimientos muy tediosos y no autorizaban el ingreso al estudio si la versión a grabar no estaba suficientemente montada y ensayada. En estas circunstancias, hasta llegabas a odiar a quien cometía los errores. Supongo que por esta causa, el técnico operador de la grabadora se andaba echando la culpa. Porque ante tanta fatigosa repetición, se buscaba al responsable: - ¿Quién fue?... Y desde la cabina contestaban: - Yo fui… Correeeeeee!. _____________________________________________________________________________________ Reconocían los entendidos que IEMPSA, la empresa que nos había acogido, poseía el mejor estudio de grabaciones con las más modernas máquinas. Cumplida la responsabilidad de los artistas en el estudio, los técnicos asumían otras fases fundamentales. Por eso, nuestra ansiedad por tener el disco en la mano iba creciendo sin control en los largos días de espera. “Sihuarcito” y “Arpaschay” fueron las canciones que inauguraron nuestra incursión en este difícil camino, aquel dos de agosto del 69. Algún tiempo después, yo estaba por Andamarca cuando escuché que por Radio La Voz de Huamanga ofrecían un saludo de cumpleaños con los temas que habíamos grabado con tanta ilusión. No me atrevo a describir las tremendas emociones que sentí en ese momento. ¡Yaqam imanarucunipas! … _____________________________________________________________________________________
_____________________________________________________________________________________ Bueno… Poco a poco estoy volviendo a la realidad. Descubro que ya estamos ingresando al pueblo, pues acabamos de cruzar el puente de Tincuwa. Y, mientras veo los andenes repletitos de maizales, recuerdo cómo han cambiado las cosas. Ahora las grabaciones de discos se hacen en computadoras y la tecnología ofrece tantas ventajas que hacer un disco se ha convertido casi en un ejercicio de rutina. No son necesarios los grandes estudios ni los aparatos tan complicados: un solo músico puede producir un disco muy completo, con el servicio de un micrófono, porque las líneas musicales de los instrumentos se van fijando en forma sucesiva. Y no existe el temor de equivocarse, porque la máquina se hace cargo del error, hasta te pone voz de cantante y te corrige las desafinaciones y los gallos.
¡Icha chaynachu icha manachu, icha chinachay llullacullaykichu!…

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