martes, 24 de noviembre de 2009
HISTORIAS AL AIRE
Bueno, pues, resulta que ayer se ha librado una espectacular competencia de Voleybol femenino, entre dos seleccionados distritales de visita. El escenario: el complejo deportivo de la Escuela. Muy interesante el evento, en verdad. Alguna respetable señora vecina, viuda, - que se distingue a kilómetros por un atuendo siempre oscuro que, además de largas faldas y blusones, incluye tocas para la cabeza y mantos o pañolones que sólo dejan ver una parte del rostro arrugado-, ha estado comentando con indignación que se venía el juicio final, que era el anuncio de la destrucción del mundo, el término de los tiempos… ¡Cómo va a ser posible que tantas mujeres jóvenes hayan estado exhibiendo sin pudor alguno sus brazos, sus piernas, sus blancas o morenas carnes ante tanto libidinoso espectador!...
Es que por primera vez, en Andamarca, las deportistas habían lucido camisetas y shorts, haciendo inolvidable el evento.
Nos pica la curiosidad y nos preguntamos cuándo las damas andamarquinas han dejado ver siquiera los brazos. Las veces que bajan a lavar ropas en el río o en Puquioqta, lo máximo a que llegan es a levantarse las mangas un poco más allá del codo, y descubren los pies sólo hasta media canilla para lavarse. Es todo.
Hace poco, la Fabianacha que ha trabajado en Lima, estuvo de lavandería en Puquioqta. En el acto final se ha puesto una ropa de baño de dos piezas, al estilo de las playas de la costa y se ha estado soleando tranquilamente, ante un público que ha emergido de la nada como espuma, y está mirando con avidez sus caderas y sus formas femeninas. Este evento también ha merecido la reprobación de las señoras beatas que no dejaron el asunto así nomás, pues se quejaron al padrecito que había llegado casualmente. Hasta con el Alcalde y el Gobernador hablaron. ¡Semejante escándalo, vade retro satanás!, dijeron.
¿Cómo será el asunto cuando estas señoras se bañan en sus casas, bajo siete llaves?... Es un misterio insondable, pues ni siquiera los esposos alcanzan el permiso para ingresar a tan secretísimas sesiones!.
El atuendo normal, corriente de las andamarquinas netas incluye una buena cantidad de polleras, sujetas en la cintura, cada una de las cuales hasta tiene un nombre. Casi no es muy popular la pieza final que otros medios saben denominar como calzón o truza. Por eso es que si necesitan miccionar, por ejemplo, simplemente se ponen en cuclillas a la vera del camino, aún a vista y paciencia del público. Sólo el espacio mojado que dejan al levantarse, las delata.
Por la benignidad del clima, la cantidad de polleras que acostumbran lucir no es muy numerosa, ocho talvez. Pero, don Antonio Quiroz, caballero cajamarquino de noble prosapia y rancio abolengo, ejemplarísimo policía que había desempeñado funciones en la zona del Altiplano, solía relatar que allí, las mujeres acostumbraban usar 47 polleras.
Y, mi querido suegro, ¿como es el asunto si consigo que me autoricen para una entradita?.
Ah, pues, la cosa es complicadísima. Empieza usted a escarbar y en la pollera número 24 ya se ha olvidado qué diablos estaba buscando!.
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A partir de diciembre los campos y sus caminos suelen estar permanentemente mojados por la lluvia. Pero también en estos casos, la madre naturaleza es sabia en Andamarca. Amanece despejadísimo el cielo, intensamente azul y el sol brilla juvenil y rozagante. A mediodía, algunas nubes han empezado a llamarse, juntándose luego para conversar. Al rato se separan un poco y saludan a otras recién llegadas. En poco tiempo, las traviesas han formado un tropel incontenible y sus heraldos, los rayos y truenos, están presentando la danza benefactora de la lluvia. Empieza menudita, suavecita, arrecia un poco y, nuevamente, cae parejita y no se cansa de caer por lo menos hasta pasada la medianoche. Así todos los días. Nos permite continuar la vida, cumplimos las obligaciones en la chacra, las señoras van a la vaca, hacen el queso. Cuando las primeras ráfagas nos sorprenden ya estamos en camino de regreso. Si estamos más lejos y no hemos calculado bien la hora del escape, tendremos que conformarnos a llegar empapaditos a la casa, “tuytuy tuytu”.
Como consecuencia, hay sectores que se vuelven intransitables en los caminos. Millupampa es el que tiene fama como el más difícil. El camino se transforma en una masa informe de jabón, resbaladiza en extremo por la arcilla removida. Es necesario calcular y asentar bien la pisada, pues al menor descuido el piso jalará sin compasión nuestros pies y nos daremos unos revolcones espectaculares sobre el barro acuoso. Las mujeres, que siempre halan el baldecito con la leche o el suero, necesitan cuidarse más.
Ya el espectáculo de verlas dándose unos sentanazos inolvidables es casi cuotidiano, pero no dejan de suscitar comentarios risueños y hasta codiciosos de los viandantes:
Chancachampas yuraqcham casqa, paiqompas ricurirunmi.
Su pierna había sido blanca, y “su pasto” también se vio.
¿Kiruntaqa ricurankitaqchu?.
Y ¿también lograste ver sus dientes?.
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Andamarca ha participado en las Elecciones Nacionales, ayer, por primera vez. Aquí nombramos a nuestras Autoridades en los Cabildos, proponiendo sus nombres y alzando la mano o haciendo filas detrás de ellos. Desde que somos Distrito llegan desde Lima o Ayacucho los nombramientos para los Alcaldes y Gobernadores. Así ha sido siempre, pero ahora han venido soldaditos del Ejército, con sus uniformes y sus armas, hasta miedo daban. Sus jefes les gritaban sus órdenes, recorrían las calles con porte solemne y no hablaban con nadie. Llegaron por la mañana en una tremenda máquina que, de un momento a otro, se apareció en el aire y fue bajando poco a poco haciendo una bullaza infernal y se paró en la canchita de la Escuela. Muchos hemos ido a verlo desde Caniche, acercándonos lo más posible. ¡Achachallawya (¡qué miedo!), cómo será meterse por allí para irse por el cielo!. Yo no me subo, ni así me paguen, carajo, ¡pa’ los conjuntos!.
Todo está listo para su despedida, ahora. Ayer, por la tarde recogieron todas las cajas con las votaciones y las Actas firmadas por los miembros de Mesa y cuando estaban por arrancar, desde Lima les ordenaron quedarse por dificultades del clima. Habían solido conversar con sus jefes de la capital mediante un aparato que se llama “radio”.
Las Autoridades locales, se preocuparon para servirles un desayuno ligerito muy temprano: bastante papa yanuy con queso qapchi y quaker, que les ha facilitado el Director de la Escuela.
Por la novelería, el pueblo ha postergado sus deberes. Hombres y mujeres, niños o ancianos, todos están aquí, en el mismo campo deportivo al que llegaron. Acaban de cerrar la puerta del helicóptero y el tremendo aparato ha empezado a rugir.
De pronto, ¡el desorden generalizado y el pánico general!. Las hélices han empezado a girar endemoniadamente y están originando una furibunda correntada de aire, peor que el más machazo viento de agosto. ¡Las faldas de las respetadísimas damas están flameando victoriosas y las carnes pudorosas se exhiben sin tapujos ante la vista general!.
En un primer momento, por lo violento del impacto, las señoras ni se dieron cuenta del gratuito espectáculo que estaban ofreciendo, pero cuando volvieron en sí se descubrieron desnudas, con las faldas volteadas ya en su cuello y cabeza. Qué no se habrá visto entonces, calzones de diverso origen o factura, de tocuyo con rayas rojas, de franela gruesa, de distintos colores, algunos hasta más allá de las rodillas, en fin. Harto material como en botica, para todos los gustos.
Ese don Fermín, nunca habrá gozado más que cuando relataba este suceso:
Oiga usted, okey, viera usted a las señoras, las beatas sobre todo, tratando en vano de sostener sus faldas que se levantaban más. En cambio mis paisanitas que estaban con el “qala paiqo”, no tuvieron más remedio que echarse, tirarse al piso.
O sea, don Fermín, usando una frase de la distinguida dama sanjuanina doña Felícita Calle de Alfaro, las señoras de Andamarca, las de la “crema y nata” como también las del pueblo común y corriente, estaban “chancas al aire exhibiendo la historia”, sin pudor alguno!!!.
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sábado, 17 de octubre de 2009
LA FIESTA DEL MAIZ
ANTES, un consejito. En mis entregas anteriores quise informarles de la realización del III PATA TARPUY RAYMI en Andamarca, y con este fin, incluí los afiches promocionales y los trípticos explicativos del caso. No quedé muy tranquilo, sin embargo, porque con mis pequeñitos conocimientos en esto de las técnicas del INTERNET, no podía resolver el problema de darle mayor nitidez a los textos y fotografías. Mi distinguida amiga, la señora Luz Apaza me indica, muy amablemente, que solamenete hay que hacerle un "clik" sobre la imagen y asunto resuelto. Estoy seguro que mis amigos lectores conocen de estos truquitos, pero va la aclaración, por sí acaso. Gracias.
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Ya les comenté, distinguidos amigos, que en Andamarca se está organizando con el mayor entusiasmo la Fiesta del Sembrío del maíz.
Cuando, a pesar del deterioro y la irremediable destrucción que están sufriendo nuestros andenes en muchos sectores, descubrimos la enorme cantidad de trabajo desarrollado aquí para construirlos, surge espontánea la pregunta. ¿Acaso Andamarca tenía tal población que fue necesario ganar espacios aún a los más difíciles riscos y montañas?... ¿Cómo se explica la filigrana de andenerías en Parqacha?... Miles y miles de hombres, durante muchísimo tiempo alcanzaron esta plenitud, porque el maíz ganó altísimo y trascendente valor en la conciencia y la realidad general. No fue sólo el componente alimenticio del producto en sí, sino también y más, su irremplazable papel en las ceremonias y ritos, aún desde antes de la llegada de los incas.
Comprendemos entonces, porqué aún ahora la familia más modesta hace su PITUCUY. La chacra más escogida, la que merece los mejores cuidados, es la que se destina al cultivo del maíz. Y, llegada la oportunidad, no vamos a sembrar el maíz de la manera más rápida, como caiga. Vamos a sembrar el maíz con el PITUCUY como lo hicieron siempre nuestros mayores: con canciones, con flores, con enorme alegría y la participación general de los ayllus y amigos.
Esta es una de las hermosas tradiciones que mi pueblo conserva. Siempre he procurado alertar por la incesante invasión de la “chichería” o chabacanería, que por efectos de una mal entendida modernización aprovecha cualquier resquicio y se mete cual garrapata donde no le llaman. Por eso, he acogido con entusiasmo esta iniciativa de la ADETURC para volver a organizar este evento público, como ya se había realizado en dos oportunidades anteriores.
Todos colaboraremos para que esta fiesta grupal, resulte como siempre los andamarquinos lo hemos sabido hacer. Se afinan todos los detalles. Por ejemplo, todos los personajes, hombres, mujeres, niños o mayores, deberán lucir indumentaria típica del lugar. Nada de politos, ni bucitos, ni puputis al aire. Las mujeres con monillo y centro o wali , sombrero y lliclla. Los hombres con wara, chaleco, loqo y usutas. Todos con sus herramientas, no hay mirones con manos en los bolsillos.
Anímese, amigo, dese una vueltecita por Andamarca entre el 5 y el 8 de noviembre próximo. Vamos a pasarla bien.
jueves, 8 de octubre de 2009
III PATA TARPUY RAYMI EN ANDAMARCA
III PATA TARPUY RAYMI EN ANDAMARCA
En Andamarca, sigue a todo tren el ritmo de actividades preparatorias para alcanzar una inolvidable realización del III PATA TARPUY RAYMI 2009. Aquí incluyo otro grupo de trípticos publicitarios que estuvimos preparando en Andamarca y que en pocos días, debe estar circulando por todos los medios especializados y llegando al mayor universo de interesados. Mucho agradeceré a mis queridos amigos, se sirvan seguir difundiendo esta información. Ya va quedando corto el plazo para su realización, entre el 5 y el 8 de noviembre próximo. No quisiéramos que tantos amigos nuestros, seguidores de la cultura popular, se pierdan este evento. Nos vemos en Andamarca.
miércoles, 7 de octubre de 2009
III PATA TARPUY RAYMI 2009
Responsabilidades familiares me llevaron nuevamente a Andamarca. Es natural que haga un espacio para involucrarme en la vida ciudadana, también. Siempre lo hemos hecho. Creo que ahora, es más acentuada la obligación de ayudar. La ADETURC – “Asociación para el desarrollo turístico y cultural de Andamarca” -, sigue esforzándose para alcanzar objetivos concretos. Cuando hace algunos años, impulsamos un Patronato de orientación cultural, invitando a gentes de buena voluntad que compartieran el mismo ideal de hacer y de construir, nos preguntábamos si alguna vez lograríamos concretizar siquiera algunos de los sueños. Hoy que funciona la Casa de la Cultura, una Biblioteca insustituible, el Museo, los Talleres de Artesanías, y otras iniciativas bajo su responsabilidad, sabemos que la semillita está viva y se consolida cada día.
Y, nos encontramos con que se está preparando una nueva versión del PATA TARPUY RAYMI, el Festival del Sembrío del maíz. Una de las más hermosas tradiciones de Andamarca, es precisamente la del PITUCUY, la fiesta con la que se deposita el maíz en la chacra más escogida de una familia. El maíz se siembra con fiesta en Andamarca. Esta realización, a cumplirse entre el 5 y 8 de noviembre próximo, habrá de mostrar connotaciones muy particulares. Si bien es cierto que se va a presentar un espectáculo para los visitantes, con lineamientos y órdenes específicas, sin embargo, el trabajo habrá de ser real, el maíz será sembrado efectivamente y merecerá todos los cuidados y atenciones, de manera que podamos ganar ópima cosecha entre abril y mayo.
En una de las últimas reuniones multisectoriales de coordinación se ha decidido que la ADETURC asuma la organización y dirección central del evento. En ésta como en otras circunstancias, la participación es general y el entusiasmo creciente. Con las limitaciones técnicas del caso, pudimos preparar los siguientes documentos publicitarios que, mucho agradeceremos a nuestros amables lectores, se sirvan divulgar y multiplicar.
martes, 6 de octubre de 2009
SEPASCUNA, MAQTACUNA..., ¡QAYRACAMUSUN! - II
El pueblo, vestido de gala, abarrota ahora la Plaza de Armas. Como pocas veces, los varones, acostumbrados a las duras labores del campo, lucen hasta elegantes. Muchos están irreconocibles, porque se han afeitado con “qespe” vidrio de botella. Las mujeres, han dejado el sombrero. Relucientes trenzas descansan sobre sus contorneados hombros. Algunas, coquetamente, lucen flores frescas del campo. Todo es emoción, alegría y color.
Los “Negritos”, tocando sus rondines y entonando canciones obscenas no dejan de cortejar a las muchachas.
Wawachayta chichichaycapuway-, suplican alcanzándoles un billete de 20 dólares.
(Dale de mamar a mi hijito).
Con el pretexto, antes de que puedan defenderse, les clavan un beso. Pero, si de pronto estalla un cohete, tiemblan y caen desmayados al piso, ante la alegría vengativa de las chicas. Son muy generosos: regalan cigarros, caramelos y dólares que extraen de sus alforjas a manos llenas.
Más allá, el Viejo está sembrando. Su arado lo va halando un ayudante o “pusaq”.
¡Ucu, ucu, qawa, qawa, desha, desha, carajo, waqray mierda!-, irá ordenando el gañán.
(A la derecha, izquierda, hacia afuera, retrocede, carajo, cachudo de mierda!).
Atrás, tambaleándose, su Vieja va echando las semillas. Pero, las quejas son públicas:
Yaw, gringo, kay qarricha viejata manachu apakuwaq, lliwñam ameruni, llapampa lloqanan ninkum llaqtapi. Camapipas confianza kanchu, muytiykun quk lawman, musiaruptiyqa qukniyqa dalemuchcanñataq.
(Oye gringo, ¿no quieres llevarte a esta vieja?, ya me tiene aburrido. En el pueblo le dicen “la que todos suben”. No hay confianza ni en la cama. Se da vuelta y cuando me doy cuenta, ya “el otro” está con ella).
Imanasqamá cojudo canki, cuidacuwaqmiki, manaña atiptiki maskakunichiki a la fuerza, inútil machu, wanuman wischuykuy chay mana valiq aqallikita-, le responde la vieja, que en realidad, es un varón disfrazado.
(Eres, pues, un cojudo, debes cuidar lo tuyo. Si ya no puedes, justo es que me busque. Viejo inútil, bota a la basura esa tu tripa inservible).
La gente va siguiendo entre carcajadas sus ocurrentes diálogos. El viejo arador le pide un favor al curioso, mejor todavía si es “limaquito”.
Pusachaykuway, papa-, le dirá.
(Guíame, papá).
El convocado tomará la punta del arado y hará de “pusaq”, obedeciendo estrictamente las órdenes del gañán que va hundiendo la reja para abrir los surcos. Todo estará bonito hasta cuando el arador entienda que se le está desobedeciendo. Entonces, sin compasión alguna, le propinará un latigazo con el fuete que lleva en la mano izquierda. Si ha visto un charco de agua o un monte de espinas, tratará de meterlo allí con sus indicaciones que, por supuesto, hace obedecer a punta de castigo.
¡Oy, serrano carajo, porqué no salodas al autolidar. Vengue pa’cá choloy mierda! -, ordenará con voz estentórea el señor Subprefecto, que integra el grupo de Autoridades.
Hombres analfabetos, que sólo hablan quechua, visten ahora elegantes ternos de casimir, tongos en la cabeza, lentes ahumados y usan bastón. Se esfuerzan por hablar un castellano, lógicamente disparatado. Los atiende un soldado, verdadero licenciado del Ejército, que les hace conocer los elementos de la naturaleza, mientras van caminando con exagerada prosa.
Doctor, doctor, sequia doctor, agua, doctor.
Pero, como el “doctor” no conoce ni la espina ni el agua, porque es “gringo istranguiro”, con seguridad terminará cayendo. El soldado lo evitará, cargando al Juez Derechos, al Gobernador y al Subprefecto, que son las Autoridades occidentales, presentes igualmente en el recibimiento al agua-vida. Ellos, ¿cómo van a ser ignorantes, si son “mistis”?... Otra cosa es que no sepan nada de los elementos de la madre naturaleza: del agua, de las acequias, de las plantas, del viento. Sólo discuten de leyes y repasan permanentemente sus códigos, que son unas revistas puestas de cabeza con fotografías de mujeres calatas.
¡Gracias, don Carlitos!, nos dirá emocionado el cargonte, mientras después de abrazarlo, pegamos un billete de diez soles en las solapas de su saco con una espinita.
Antes de que terminemos la operación, la despensera o servicio, nos está ofreciendo un azafate con copas del licor más fuerte. Otro billete en la blusa de la señora y un “tacazo” más, que nos dejará atontados. No termina allí la cosa, porque enseguida viene la exquisita chicha de jora, las “tostadas” y las frutilladas. El carguyoq ya nos ha tomado en su lista y estaremos invitados permanentemente a los banquetes y agasajos en su casa. Es impresionante la cantidad de billetes que lucen los cargontes en el pecho.
Oye primo, -aparece por allí el siempre sonriente Cirucha Alfaro-, esos patas deben llevarse harto billete, porque hasta dólares hay, un pocotón, manya.
No seas cojudo, Miguelito, aviéntate y agarra el cargo. Pasas al año y sales billetón. ¿No ves que, además, tu familia y tus patas te van a ayudar poniéndote cerveza, carne?..., ¡hasta cocinera te ponen, no gastas en nada!.
Es lo que voy a hacer pa’ salir de misio... Franco, franco ya me estoy animando, ja, ja, ja.
Sí, cojudo, agarra cargo nomás y como nadie te va a ayudar ni capillo vas a tener, ni tu hacienda de Qala Qala va a alcanzar y mama Chela te bota hasta Qarqacha Pampa, ja, ja, ja.
La tarde se va gastando, el brillo espectacular del sol empieza a decaer. Ya no sabemos dónde ir, qué emociones más compartir. Por un lado, ocupando el ala izquierda de la plaza, el Gran Desafío o Atipanacuy Central entre los Danzantes, que ahora sí, recurren a toda su sapiencia entre los gritos enfervorizados e inagotables de la multitud. Más acá, en continuo movimiento, las diferentes “invenciones” y en el atrio central frente a la Iglesia, los Mayordomos y Adornantes, bailando con su Banda de Músicos. Los brindis no cesan, porque “los servicios” de cada uno de los señores cargontes siguen rondando por la plaza, esmerándose en obsequiar chicha y diversidad de licores a la complacida concurrencia.
Cuando la noche ha asentado sus reales, la multitud ha perdido cuerpo, ostensiblemente. La alegría refulge ahora desde las casas de los cargontes. De las del mayordomo y del Adornante se escuchan las Bandas. Los acompañantes de los Mayor Dansaq bailan frenéticamente el Maqta Tusuy o Ayla, con arpa y violín.
Es la ocasión propicia para los comentarios:
Ha estado muy buena la fiesta este año, los cargontes se han esmerado como siempre en atender a todo el pueblo.
Menudean los brindis y las felicitaciones. No hay lugar a dudas: todos viven la compartida satisfacción de haber ofrecido una gran bienvenida al agua-vida.
Huamangallay huartelpi, warma yanallay waqallachkan, amaya amaya huaqachunchu, masyari noqallay waqallasaq.
(Dicen que mi amado está llorando en el cuartel de Huamanga, que no sufra, es
preferible que yo llore en vez de él).
Las voces argentinas de las pasñas se escuchan en todo el pueblo. Sin más presentaciones, el grupo de cantoras y bailarines ha hecho su ingreso a la casa del cargonte y, situado en el patio principal, continúa cantando y bailando:
Ponchollaypas mana kanchu, pirjilchay, chayllapaqpas warmi cawaj, -acusan los varones.
(Ni siquiera poncho tengo, perejilcito, siquiera para eso fueras mujer...)
Kachillapas mana kanchu, pirjilchay, chayllapaqpas qari cawaq, -responderán las guapas.
(Ni siquiera sal hay para cocinar, perejilcito, siquiera para eso fueras hombre...)
Luego, el zapateo, la “qaswa” y la “escobilla”, con letras y melodías muy guardadas desde hace cientos de años, jamás escuchadas en otros lugares.
- Es la Qayra (1) del Ñawin de Yarpu, -dirá uno de los asistentes, mientras acompaña con espontáneos movimientos los aires de los recién llegados.
- Allí está llegando otra Qayra del Ñawin de Punta.
Inmediatamente arranca una competencia entre ambos grupos, a base de canciones y baile, en un indescriptible derroche de arte y color. En realidad, estos encuentros rejuvenecen e inundan el alma de sensaciones inenarrables. El cúmulo de emociones vividas en esta fiesta singular, jamás podrá ser olvidado.
Toda visita, más si es de otros cargontes, es atendida con escrupulosa cortesía. Circulan profusamente la chicha hervida y el “quemau” (2). Cuando se retiran, las Qayras reciben una buena galonera de licor para el camino. Pero no sólo los Ñawin organizan sus comparsas. Podemos integrarnos a las Qayras animadas por solteros, casados, por barrios, por clubes, por actividades, etc. Todas ellas saludan primero en el atrio de la Iglesia y visitan a los cargontes en sus casas, cantando y bailando sin descanso hasta el amanecer.
En medio del barullo producido por el incesante ir y venir de Qayras, ya ni atienden a la desesperada voz de alarma que parte del grupo de cocineras:
Yaw, plaga, niraykichikmiki. Chaqay, Seracha mana kanchu, ni Justinachapas. Chay plaga Qayrajchiki suwarun. Maytañataq kachaykamunqa. Cuidankichik nikichikmiki. Ampiy mierda.
(Pucha, yo les había advertido. Ya no están ni la Seracha ni la Justinacha. Esos palomillas de la Qayra se las han robado. Qué van a soltarlas ahora... Yo les dije que las cuidaran, tontas de mierda).
Asumir el compromiso de “pasar un cargo” en la Comunidad, es adquirir una categoría social, la única que tiene validez y rango. Cualquier personaje con buena posición económica o con negocios florecientes, si no ha “pasado cargo”, es simplemente un despreciable “don nadie”.
Cuando a veces surgen disputas o enemistades, el peor insulto que se le puede endilgar a un andamarquino es:
¡Allqo, cargollatapas pasayta yachay, ñoqawan tupanaykipaq!.
(Perro, aprende a pasar siquiera un cargo, para que te midas conmigo).
Inclusive, en ocasiones especiales como los agasajos, la mesa central, adornada con manteles y flores, está reservada para los cargontes, sus invitados especiales y los comuneros que han cumplido con “pasar cargos”. Platos de loza y cubiertos son los utilizados y por eso se llaman “mesa platos”. Quienes no lo hubieran hecho se ubicarán en las filas restantes, en los poyos aledaños, y los platos que reciben son de menor calidad y se llaman “pampa platos”.
Y es que cumplir un cargo importa una responsabilidad mayor y una inversión de polendas. Los cargontes de invenciones deberán contratar a los Dansaq, a sus músicos, y a todos los personajes o artistas que intervienen en la gran celebración. Los Mayordomos y Adornantes, por su parte, se responsabilizan de contratar al Cura para la Misa Central y a la Banda de Música, de preparar las andas para las procesiones, etc. Todos, en general, deberán proveer de comida y bebida durante todos los días de la Fiesta.
La casa del cargonte es un colmenar de incesante movimiento. Desde semanas antes, han llegado los burros cargados de leña. Después han reunido ollas grandes, también las enormes “maqmas” (3) para la chicha.
Se ha preparado más tullpas entre las que actúa un respetable equipo de cocineras que jamás descansa. Además de atender a los “maisos”, a los artistas y a los invitados especiales, lo hacen también con la población que llega como acompañante. En ningún momento se cerrará la puerta de la casa y los lamparines o mecheros arderán todas las noches.
Además de las cocineras, un numeroso y organizado personal cumple escrupulosamente sus deberes: están la “aqa despensera”, la responsable de la chicha, los “trago despenseros” o servicio, los capataces y ayudantes. Todos ellos son parientes o relacionados que ofrecen su participación en calidad de “ayni” o colaboración voluntaria, la misma que deberá ser retribuida en la primera oportunidad.
Cumplido el compromiso central el día 24, los festejos continuarán, porque al día siguiente se ofrecerá el Banquete o Convido. Las “invenciones” ya no salen a las calles y las celebraciones y congratulaciones se dan en casa para todos los cuyaq, los amigos, parientes y vecinos que les hubieran acompañado. Claro que el baile es continuo y el concepto de “descanso” se ha guardado muy lejos, nadie piensa en alcanzarlo todavía.
El costo económico de estas actividades, por supuesto que es respetable, difícil de ser cubierto. Pero, en Andamarca se practica el espíritu solidario a gran nivel, en la tradición del “ayni” (4). Además de quienes ofrecen una semana de trabajo constante atendiendo el mayúsculo ajetreo, están quienes aportan con uno o dos Dansaq y toda su cuadrilla de arpistas y violinistas, amén de los que ofrecen leña, carne, comestibles variados y, - cómo no-, el licor.
Compadrito, discúlpeme y acépteme estas cervecitas para su cargo, dice el solícito oferente mientras del camión empiezan a descargar el lote obsequiado.
Oye, Facundo, dicen que al Mayor Dansaq de Chimpa, su compadre le ha traído 100 cajitas nada menos, vamos a tener que abonarnos en su casa, - se va preparando el ánimo de no pocos sedientos.
Cuando, después de tantos días de incesante actividad, los cargontes deciden la limpieza general de la casa, se habrá dado inicio a la larga y lacerante ceremonia de la despedida o “Despacho”. Todos los ambientes que hubieren sido ocupados, serán barridos escrupulosamente y la basura juntada será cargada por pongos especialmente contratados, hacia caminos lejanos, en rutas por las cuales no suelen transitar generalmente los de la familia cargonte. Después del almuerzo, se entregarán los “caywis” obsequiados como recuerdo por los “maysos”. Son cintas adornadas, de las que cuelgan frutas, panes, mantas, ollas, etc., que cargan los artistas y maestros, los compadres, los kuyaq y todos quienes trabajaron en los días de la celebración.
A las seis de la tarde, el cortejo del Despacho, siempre bailando y cantando, saldrá una vez más a las calles, luciendo sus vistosos y nutridos “caywis”. El orden es inquebrantable: hombres y mujeres intercalados, con las manos entrelazadas. Primero, el atrio de la Iglesia en la Plaza y luego una de las salidas de la población, serán los destinos.
Es la ocasión para ir alternando canciones muy sentidas que, inclusive, les harán derramar lágrimas, pero siempre matizadas con tonos desafiantes. La satisfacción del deber cumplido y el haber adquirido prestigio en el seno de la Comunidad serán exaltados con creces:
Qawaykukuy, rikuykukuy, ¿pasarunichu, atirunichu icha manachu?.
(Mira, observa, ¿acaso no pude pasar el cargo?)...
Paulatinamente, después de los Despachos, todavía se “curará cabeza” algunos días más, y se cumplirá con ofrecer comida y chicha a los “cuyaq”, llevándolos, inclusive, a sus casas en ollitas o cántaros pequeños. Recién entonces, el pueblo irá retomando su ritmo habitual de trabajo. El aura viva dejada por tanta exposición de arte y de misticismo multicolor, vividos sin límites ni calma, seguirá flotando en al ambiente por mucho tiempo más.
El artista principal de la espectacular bienvenida al Agua, en la Gran Fiesta de la Sequia en Andamarca es, -qué duda cabe-, el Dansaq.
Cirilo Inca, Cirilucha había sabido brillar con luz propia, exponiendo magisterio y autoridad en numerosas oportunidades. Y no porque se conociera que Cirilo volvería a bailar también en la Fiesta de este año, el interés popular decrecía. Por el contrario, la expectativa y la ansiedad se acrecentaban, porque el andamarquino se precia de un renovado conocimiento de arte tan especial, sabe de Dansaq… ¿Cómo podía, en tales circunstancias, dejar a un lado las exposiciones tan finas y depuradas que el maestro acostumbraba a desenvolver en cada una de sus participaciones?...
martes, 15 de septiembre de 2009
SEPASCUNA, MAQTACUNA: ¡ QAYRACAMUSUN!
Estuvimos en Andamarca y participamos de la Gran Fiesta del Agua. Felizmente, logramos hacernos un espacio para viajar y beber de las inagotables fuentes de vida que siempre encontramos allí. Claro que las oscuras fuerzas de la "modernización" "chichización" y demás artificios, están horadando sin remedio las bases y fundamentos de la riquísima cultura popular andamarquina. Con angustia, me sigo preguntando qué va quedando de la ritualidad y de la vívida relación del andamarquino con su madre naturaleza. ¿Quedará algo de esta riquísima veta dentro de algunos años?...
Permítanme, amigos, compartir algo que escribiéramos hace un tiempo ya, y que se incluye en mi libro "Cirilo Dansaq, Conversaciones con un Maestro". (2005).
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Es incontenible el ir y venir de las gentes, porque Andamarca está viviendo mayúsculos acontecimientos. El espíritu se muestra renovado. Las miradas ansiosas de las gentes muestran a las claras que todos están preparándose y esperan con inusitada ansiedad.
Y es que los días dos de agosto de cada año, la Madre Tierra se abre después de su merecido descanso al haber entregado la cosecha en mayo y, ahora, se alista para la fecundación.
A partir de tal fecha, la Comunidad andamarquina ha vivido una enfebrecida gama de actividades preparatorias. La emoción compartida ha ido en aumento conforme se iba acercando el Día Central. Es que va a llegar la sangre ungida de los Wamanis, el agua nueva que es vida y va a fecundar los campos de maíz.
Para prepararle el mejor camino, todos los días, las gentes han recorrido distancias para llegar al Barrio o sector de cultivo, han homenajeado al santo Patrono y han entregado también sus ofrendas o “pagapas” a los Aukis y Wamanis. A continuación, hombres y mujeres, maqtas y pasñas, han limpiado las acequias y los estanques, jugando sin descanso, echándose barro o empujándose al lodo. Han retornado por las noches, irreconocibles, entonando canciones al compás de una tinya. El repique de las campanas ha anunciado que llegaron ya al atrio de la Iglesia, ahitos de contento y de alcohol. En las casas, el comentario es el mismo:
Ya bajó el “Ulluscha” de Choqoyso, o de Alacena, o de Curwa.
El hermoso valle en el que se asienta el pueblo de Andamarca posee características muy propias. Las viviendas agrupadas en cuadriláteros ocupan el centro de la planísima mesa y desde allí crecen las andenerías a todos lados, en un concierto sin límites ni medida. El río Negromayo lo atraviesa de sur a norte y lo divide. Las canteras maiceras se ubican en ambas bandas: la oriental se llama “Chimpa” y es irrigada por las aguas del río Visca y de los surtidores de Orqo y Kinualla. Su cuidado y protección están encomendados a Santa Rosa de Lima. La occidental, llamada Toma o Negro Mayo, más amplia, se sirve de las aguas del río del mismo nombre, así como de las de la laguna de Yarpu, y San Isidro Labrador debe esmerarse por entregar buena producción en las cosechas de cada año.
En dichos sectores, -claro está-, se ubican los “Barrios” con sus chacras y pastizales y todos se encomiendan a un Protector católico: Señor Custodio, San Francisco, el Niño Reyes, San Santiago, San Pedro. También están: la Virgen Concebida, Mamacha Encarnación, Virgen de las Nieves o Candelaria. Un Mayordomo se encarga de atenderlos por un año y rendirles honores en su día. Para ello, está organizado el servicio de las“muñidoras” o “muñecas”, jóvenes que lavarán las vestimentas de los santos y renovarán las flores de su altar, en el templo.
Agosto se termina muy rápidamente en estos afanes, el júbilo popular se desborda y la alegría brota a raudales por donde se mire. Desde el día 22, de a pocos, han ido apareciendo y ya están en la calles todas las “invenciones”, que son números artísticos o juegos de roles estelarizados por los mismos comuneros.
La población vive con creciente fervor la fiesta. Apenas escucha las cadencias musicales y el brillo de las tijeras, sale a las puertas de sus casas y admira el cortejo. En las esquinas, los Dansaq saludan, mientras todavía lejos, aparece un grupo muy movedizo que avanza aceleradamente. Son los “Negritos”. Efectivamente, son tan negros que los ojos parecen hoyuelos sanguinolentos, visten estrafalariamente, arrastran sus chalinas y las macoras de paja se sostienen con las justas, por lo gastadas. Cargan a sus hijos en unos “kiraw” o cunitas de caña, tocan sus rondines sin ton ni son y entonan canciones incomprensibles. No están quietos nunca, siempre están corriendo. Las pobres “despenseras o servicio” tienen que hacer enormes esfuerzos para no quedarse a medio camino. Sus cargontes son los Ñawin, jóvenes recién casados que reparten Waylla Ischu y Raki Raki, “el hombrecito y la mujercita”, ischu y flores que han cargado desde las lagunas altas. El recorrido de los “Negritos” debe ser ágil, movedizo, porque así caminará el agua para alcanzar a todos los campos de cultivo. Por esta razón, el cargo es cumplido por los jóvenes desposados, pues están en capacidad de desplegar el sostenido trajín físico.
Los señores cargontes, comuneros responsables de la organización de la Fiesta y todas sus invenciones, comparten ahora los primeros bancos del Templo vestidos de gala. Pareciera haberse establecido un concurso entre ellos, por la vistosidad de las bandas bordadas que lucen, rodeándoles el torso. El Ministro se esfuerza por brindar máxima solemnidad a la Misa ofrecida en homenaje a San Isidro Labrador. El desvencijado melodio acompaña al viejo cantor en plegarias que la feligresía repite. Durante la Consagración, la Banda de músicos ofrecida por el Mayordomo ha remecido las paredes del templo con la Marcha de Banderas.
La algarabía de las campanas y el estallido de los cohetes han magnificado la solemnidad de la procesión, que hace una parada en cada una de las esquinas de la Plaza. El Santo Labrador ha paseado en su enorme anda armada con eucalipto y carrizo, profusamente adornada con encajes de cera, velas y flores naturales, preparados especialmente bajo la responsabilidad del señor Adornante. El Arador o Machu ha organizado su “Pitukuy” o siembra de maíz, en un andén de las inmediaciones del Reservorio de Totora donde, luego, el sacerdote bendecirá el agua nueva. Ha trazado algunos surcos con su arado, mientras su “vieja” lo ha seguido, depositando las semillas de maíz. Después, han degustado el “Chuku”, serie de platillos que comparten con todos los acompañantes. Entretanto, bordeando el estanque, marcha un contingente de “reclutas”. Fueron “llamados al servicio militar obligatorio” en carteles pegados a las paredes desde el día anterior y han sido “levados” por el Chaski, donde hubieren sido encontrados. Atados con una soga, obedecen los incansables “¡descanso, atención, firmes carago, el mirada al friente, marchan on, dos, on dos!”, y reciben trago como premio.
El andamarquino que vive en las punas, no puede estar ausente, porque también se alimenta del maíz que habrá de germinar con el agua nueva. El “michikuq” o dueño de “canchas” (1) ha llegado con su poncho de villa y pasamontañas. Sus “paqos” o alpacas bailan al compás de las esquelas que cuelgan de sus cuellos, mientras las vaqueritas, agraciadas pasñas, cubiertas con mantas de lana de oveja, entonan canciones alusivas. No hay que perder de vista al “michikuq”, porque es “sallqa” (2), no conoce nada de la civilización y no respeta a nadie. Nos puede propinar un fuerte latigazo con la punta humedecida de su pesadísimo poncho.
Los Dansaq, están poniendo también su parte. Es el turno de los “segundas” o suplentes, porque el titular o “primera”, está guardándose para la prueba central.
Todas las invenciones muy ordenadas, con sus cargontes, forman el cortejo que acompaña al sacerdote, mientras bendice las aguas, recorriendo las orillas del estanque. Finalmente, siempre con su incomprensible discurso en latín, también bendecirá las semillas.
Sabías, don Carlitos, que un año, cuando al Padre Miranda ya lo habían cambiado, vinieron unas monjas que querían reemplazarlo, hasta Misa querían hacer. “Kita Cura”, “China Cura”, le decía la gente?.... Estas señoras eran bravas, no permitían que se contratara sacerdote para la Fiesta, y la gente estaba amarga, decía que no habría buena cosecha, ¿”cómo pues china cura va bendecir agua en Totora?”, decían.
Y, ¿cómo arreglaron, tuvieron que conformarse con la Bendición de la “china cura”?.
Sí, pues, oiga. Y cuando estaba dando la vuelta bendiciendo, yo no sé cómo, laj, la monja se cayó al reservorio y se estaba ahogando, oiga. Felizmente estaban allí los Yakup Churin, los muchachos con alitas de totora que nadan como patillos… Ellos la auxiliaron y con las justas, pudieron sacarla. Ya se imaginará cómo terminó la Bendición. La gente se reía y pensaba que esa era la señal. Por eso, tuvimos que traer otro cura, para bendecir de verdad, cuando ya las monjas se habían ido.
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(1) CANCHA: Sector de pastoreo de auquénidos.
(2) SALLQA: No civilizado, hombre de puna.
martes, 1 de septiembre de 2009
DE CACERÍA
Casi al borde del desmayo los tres expedicionarios tocamos con desesperación la silenciosa puerta. Habíamos caminado sin descanso, los pies dolían por todo el cuerpo, -como solía decir mi ilustre padrino don Fermín Miranda -, el hambre y la sed acezaban con fauces desconocidas. En el silencio de la medianoche, nuestro llamado de auxilio pudo haberse escuchado en el poblado entero. El amigo Santos no tardó en abrirnos la puerta. Procuró atendernos con la mayor presteza y, enterado de nuestra aventura, nos proveyó de toda la pequeña dotación de galletas y gaseosas existente en su pequeña tiendecita. Habiendo recuperado el casi perdido aliento, retomamos el camino. Todavía nos faltaban la difícil bajada hasta el puente y, luego, la enorme cuesta hasta el pueblo. Con las justas habíamos llegado a Chiricre y ya ni sentíamos el frío de la noche, pues, con la agitación nuestro cuerpo exudaba sudor y fatiga.
Y resulta que, pasado el mediodía, habíamos ido a Parqacha, en caballería ensillada, seguros de regresar sobre el pucho para almorzar. Aún cuando todos solíamos mencionar Parqacha, la desnuda realidad nos demostró que ninguno de los tres había ido por estos parajes. Pasamos a trote limpio la pampa de Chiricre y nuestra llegada hasta el sector escogido para iniciar la misión, no tuvo mayores contratiempos. Cuando desde la banda contraria, sea que estemos en el pueblo o en Gallochayoq, miramos hacia Parqacha, vemos un valle pequeño, pero cálido y muy simpático, y que, profusamente adornado de andenerías, cae abruptamente a la quebrada. Los caminantes de estos sectores y sus animales, conocen los numerosos vericuetos, cubiertos de espinosos arbustos, loqas, titirkas y tunales o uyus, para llegar hasta el río. Dejamos los tres caballos, aflojándoles la cincha y quitándoles las riendas de freno de la boca. Los cabrestos liberados y los pellones quedaron sobre una pared contigua. Sin más armas que nuestro entusiasmo y nuestro nerviosismo dimos vueltas peleando con las espinas y, por fin, un caminito sinuoso nos llevó hasta el río.
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Casi ni había podido dormir, debido a la expectativa y la urgencia de levantarme bien a las tres de la madrugada. Habíamos acordado una cacería y era necesario empezar el camino casi a la medianoche. En algunas expediciones participábamos hasta cinco cazadores, ahora éramos sólo tres y casi en silencio habíamos cubierto la distancia entre el pueblo y el punto inicial de nuestra búsqueda de venados en Gallochayoq. De cuando en vez, nos apetecía su sabrosa carne, entonces organizábamos una partida de caza.
Todo ha sido preparado con escrupulosidad: la carabina, calibre 22, limpia y aceitada, la cajita con las pocas balas remanentes, también la mochilita con los avíos necesarios: galletas de agua, latas de portola para el necesario refrigerio y también un par de frascos con bebidas. Apenas unos toquecitos en la puerta a la hora convenida y todos estábamos ya en camino. Como sabíamos respetar el descanso de los vecinos recién en las afueras, acompañados sólo por el viento de los caminos solitarios, liberábamos nuestro exaltado ánimo, comentando jocosamente incidencias y expectativas. Alguno narraba el sueño que auguraba abundante cacería. Otro decía que propietarios se quejaban de invasión de venados que se estaban comiendo los cultivos de habitas tiernas. Todos estábamos de acuerdo en que había que esperarlos cuidando el lugar donde bajaban a abrevar.
Ligeritos hemos caminado, y ya estamos sentados en círculo en lo alto de la loma de Chuchu. Desde Gallochayoq hemos virado hacia el lado del río y hemos ganado la altura para tener una visión más limpia de los lugares a revisar. Julián Puno repartió el reglamentario puñado de coca. Por supuesto que recibimos la hoja sagrada con las dos manos juntas y leímos la fortuna que nos deparaba. Asentamos el ritual chaccheo con una ruedita de rabia qampi que Julián no había olvidado. Era el reclamado traguito con yerbas medicinales, preparadas por algunas ancianas en el pueblo. Luego, nos distribuímos las rutas a recorrer. Yo debía tomar esta escarpada cuesta llena de arbustos espinosos y helechos, debiendo bajar hasta el río. Después viene la ascensión y nos encontramos en la otra lomada. "Pape" Avecho, como no tenía arma, debía estar atento a cualquier señal. Julián vendría por la parte superior. Si el animal escapa, va a venir por estas zonas, nunca va a correr hacia el río a encajonarse.
Interesante personaje, don Julián Puno. Había llegado a Andamarca hace ya buenos años, desde su natural Canchis en unión de su joven esposa y una hija pequeña. Conducía una tienda en el jirón Lima. La chapa de “Puno” se la plantó alguien, porque su mercadería inicial procedía del altiplano: chompas de alpaca, coca, chucherías para el juego de los niños, polvos de colores, etc. Su negocio creció a tales niveles que se convirtió en el emporio milagroso que salvaba de cualquier apuro. Lo que se necesitara: allí estaba la tienda de Julián Puno. Si estuviera cerrada, había que tocar la puerta o sacarlo de donde estuviere, él o la señora. El mecanismo comercial, le obligaba a realizar frecuentes viajes; también aprendió a negociar con pieles de alpacas que ofrecía en mercados de Lima y otras ciudades. Mientras atendía el negocio, sabía entretenerse desafiándonos a los niños que pasábamos por su esquina. Era muy común verlo disputando ardorosos encuentros de “daño fondo”,o "ñoco" con unos bolones llamados papichos, y si estaba de fortuna, se llenaba los bolsillos de “daños” o “tincas”. Otras veces, armaba un morro con ocho o diez bolitas superpuestas. Quien aceptaba el desafío, debía acertarle con su daño o tinca, desde una distancia convenida. Si no le daba a la tómbola, se quedaba el misil. Ganaba unas veces, otras perdía, pero no se corría. Si se le agotaban las municiones, renovaba al toque su provisión, desde su tienda. Deportista consumado, era infaltable en los ardorosos encuentros de fulbito que armábamos en cualquier espacio abierto, con dos piedras como arco. Las más de las veces, el producto de las apuestas se consumía en una buena provisión de traguito.
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Me ha tocado sumamente agotadora la búsqueda de la presa. Casi agarrándome con las uñas he logrado ascender hasta el sitio convenido y estamos ahora conversando, resignados, porque el soñado “luichu” nos ha olido bien y no se ha dejado ver. El solcito ya nos vino a envolver mientras disfrutamos de un señor desayuno con galletas de agua y portola. "Pape" Avecho nos instaba a ir más allá, a llegar aunque sea hasta Huantaymisa o en todo caso subir a Misapata, Lariputu y bajarnos al pueblo por Yarpu. Ni Julián ni yo mostramos entusiasmo por esta propuesta, el sol había avanzado y los venados estarían ya a buen recaudo. Otro día lo haremos.
De pronto, Julián nos sorprende haciéndonos la señal de silencio con el dedo y señalándonos hacia el frente. Efectivamente, un dichoso venadito había bajado y estaba saboreando las habas. No lo pensé dos veces. Cogí mi carabina y empecé a correr, procurando no hacerme notar por mi presa. Felizmente, accedí fácil al camino de la pampa de Chuchu y pude acercarme lo suficiente para soltar el primer disparo. El animal sintió el impacto, miró a todos lados y empezó su loca huida, cojeando. Yo seguí acercándome y no tardé en lanzar el segundo tiro. Esta vez, el venado cayó. Corrí alborozado y triunfante. Hice algunas señas a Julián y a "Pape" Avecho que habían visto la aventura con toda claridad. Salté la pared ignorando las espinas y alcancé a ver al animal en los estertores de su agonía. Quise cogerlo de las patas moribundas, en señal de triunfo pero las loqas y las titirkas me lo impidieron. Hice un pequeño rodeo a los espinos. Ya venía el Pape con los cuchillos para el descuartizamiento. Apenas fue una fracción de segundos…
– Qué, ima???... ¿Será que los juanicos o duendes, me están jugando una broma muy pesada???. ¡La presa cazada, vencida sin dudas, no estaba, ¡había desaparecido…!
Me senté, sofrené mi agitada respiración, hice todos los ejercicios de relajación y recapitulé los acontecimientos. El animal concreto, real, que todos habíamos visto caer, había desaparecido en un instante. No encontraba explicación alguna. Estuve largos minutos meditando, y recién descubrí la espeluznante realidad: estaba al borde del abismo y si no me salía de allí con cuidado, me aguardaba la misma suerte del venado:… ¡Por lo menos doscientos metros de caída libre hasta el río…! La roca cortada a tajo, como una pared de concreto armado, sin la mínima posibilidad de tentar un salvataje! .
"Pape" Avecho me hizo saber que Julián Puno ya había emprendido el retorno al pueblo, tal vez acuciado por alguna sed que estaría calmando en alguno de sus huariques.
En casa, comentábamos el incidente y no nos resignábamos a la pérdida. El asunto se presentaba bastante sencillo: bajar hasta el río, haciendo el rodeo por Chiricre y Parqacha. Mi hermano Jorge nos secundó en la idea, ensillamos los caballos y ya los tres, ni nos preocupamos de llevar avíos o fiambre.
Mientras tentábamos el descenso, desde Parqacha divisamos a un cristiano, cocinando en un fogoncito en la orilla del río. Para cuando llegamos allí, ya no estaba. En esto de camuflarse, mis paisanos no tienen pierde. Seguramente se borró para observarnos qué habíamos ido a buscar hasta esa zona. Y, si ha estado aquí desde hace rato, ha visto la caída del animal y ya lo habrá degollado inclusive.
“Pape” Avecho y Jorge remontaron penosamente las corrientes del río y lograron encontrar la caída presa. Sin pérdida de tiempo, la ataron a un palo y tras durísima lucha, lograron llegar hasta donde yo los esperaba. Habían avanzado las horas, el estómago protestaba con fatiga y recién enfrentaríamos lo más bravo: la empinada cuesta hasta encontrar nuestras acémilas. Del costalote de fuerzas casi no quedaba nada, la subida había crecido veinte veces y el sol ya se había despedido… Recién se nos ocurrió trozar al animal que pesaba más por el agua. Cortamos la cabeza, hicimos unos cuantos envoltorios y convencidos que no lograríamos llegar al destino, decidimos ocultar la carne recuperada. Creímos adecuadas algunas pequeñas covachas, que cubrimos con arbustos y espinos. Por supuesto que reclamé el honor de llevar la cabeza y su laberinto de cornamentas. ¿Cuánto tiempo nos habrá costado vencer esta cuesta?... Por fin, ya lo hemos logrado. Es de noche, y ya ni hacemos caso a los hincones de las espinas y los tropezones de la oscuridad. Pasándonos la voz, porque ya ni nos vemos, tratamos de ubicar nuestras acémilas. Recordando algunas viejas revistas del oeste americano, silbábamos, poniéndole nombres a nuestros caballos.
- A ver, Zambito, dónde estás…! - ¡Apache, no te sigas ocultando..!. Mientras estuvimos en el río, estos pendejuelos se han puesto de acuerdo y ahora nos están mirando calladitos, ya ni respiran!…
Más de una hora tonteando y la decisión extrema: Si no queremos amanecer aquí y terminar de jodernos de hambre y de frío, tendremos que olvidarnos de los animales y tratar de salvar nuestro pellejo llegando siquiera hasta Chiricre. Muy de madrugada regresaremos con equipos y ayuda, ahora estamos maltrechísimos…..
Cuánto tiempo habremos caminado, cuántas caídas y encuentros con las espinas habremos debido superar. Por eso, la llegada hasta la puerta de la casa de don Santos, tuvo todo el sabor de una resurrección para nosotros… ¡Estábamos salvados…! Felizmente dicho amigo cumplió con llevarnos a casa, los animales muy a la madrugadita.
Apenas si comimos algo de papa yanuy con queso como desayuno y al toque retornamos en busca de nuestro tesoro oculto. Con ansiedad y emoción ubicamos los escondites…
Quién de los tres aceptaría la cantadísima realidad y daría el grito inicial... Nos mirábamos de reojo… Al final, sólo nos quedó reírnos estruendosamente de nuestra suerte. El paisano que nos había estado pasteando todo el tiempo, hizo lo obvio: Degolló al animal, nos dejó las patas y el bofe como recuerdo o consuelo y ¡cargó con todo…!
Prometimos no contar la aventura, porque ¿cómo íbamos a explicar o responder la primera y elemental pregunta que nos harían nuestros incrédulos oyentes:
- ¿Porqué no hicieron lo más fácil: degollar al animal y, si eran tres, acaso cada uno no podría traerse siquiera unos diez kilitos, sólo de carne?...
Pape Avecho soltaba su característica carcajada y contestaba muy orgulloso: …¡Por cojudos…!.
Al principio, me consolaba pensando: “Nada de medianías, o todo o nada”… Hasta que escuché a un pequeño alumnito de mi grado discutir con otro: ¡Tan grandazo y cojudazo…!
miércoles, 22 de julio de 2009
MINERUKUNA... ¡CHACHALLAU...!
TODO MORIRA...,
SI NO LLUEVE…
Siempre recuerdo esta frase, escrita al pie de un dibujo que muestra cómo deja la sequía a la madre naturaleza. Las humanidades de Waman Poma finaron con “lluvias de fuego”, precisamente la terrible sequía, la falta de agua.
Habíamos venido escuchando acerca de actividades mineras en nuestra zona. La última vez que viajamos hacia Coracora, vimos personas en los cerros, con su tolderita de plástico y llenando latas con tierra o greda. Cuando hace varios años, una empresa empezó a construir un ramo carretero desde los pies del Inkapallanka hacia Qori Wayrachina, buscamos interesar a los directivos de la Comunidad Campesina de Andamarca sobre los problemas que esa actividad ocasionaría en nuestro pueblo. Todavía entonces, notamos cierta indiferencia en ellos. El Presidente sólo me dijo que conversaría con los crianderos de esos sectores para que informaran qué hacía esa gente.
- Qué tales riñones, - como decía don Herminio, mi padre. Si estamos viendo la carretera y los huecos que están sembrando por toda la zona, buscando minerales!. Ninguna empresa va a invertir dinero si no tiene la intención de llevarse todo lo que encuentre, - pensé.
Algo sucedió, felizmente, y las maquinarias fueron retiradas. Por supuesto que la reliquia histórica de Qori Wayrachina quedó destruída, y nadie dice nada.
En nuestra última estancia en Andamarca, lamentablemente, pudimos constatar cómo este concepto de la defensa de nuestros recursos se está tomando muy a la ligera y, para mi mayor asombro, hay como una tendencia a querer ligarse con empresas mineras de afuera. Hasta sospecho que alguien está propiciando el regreso de los que se fueron de Inkapallanka. Me informaron que, algunos paisanos – artesanalmente-, estuvieron extrayendo cobre desde un sector de Qellqata, “con tan buenos resultados que el paisano que comandó las operaciones ahora es dueño de tres carros”. El asunto no quedó allí, porque una Comunidad puquiana expulsó a mis coterráneos de la zona, alegando ser los dueños. Supongo que, actualmente, ellos continuarán extrayendo el mineral, y ¡cuántos carros ya se habrán comprado..., y ¡eso que el cobre ha bajado en su cotización…!
Además de las actividades mineras de los vecinos parinacochanos, ahora hasta sacan pecho quienes hablan del supuesto auge que está ganando la actividad minera en la cabecera norte de nuestra provincia. Creo que hablan de comunidades como Luren, Chapa, Umasi y no sé cuántos nombres más. Lamentablemente, sólo he llegado hasta Huacho, no conozco más allá.
La fiebre minera ha ganado tanto terreno en nuestra zona que en el letrero de una empresa dedicada a trabajos de construcción por cuenta de municipios y programas del Gobierno Regional y Central, se lee claramente “Empresa de ingeniería y minería”. Cuando pregunté dónde estaban las minas, me informaron que los “empresarios” se están dedicando a presentar solicitudes de “denuncios” de cuanto terreno se les ofrezca a la vista, ante el Ministerio de Energía y Minas. No quiero imaginar qué sucederá el día en que alguien de afuera invada Qellqata con sus maquinarias y empiece a hacer huecos en las moyas que maneja hace muchos años como suyas y - que hasta tiene cercados sus corrales -, nuestro distinguido paisano “chico malo”. ¿Le van a dar un placito para que se vaya con su crianza a otra parte, porque el Ministerio les ha concedido “el denuncio” a los invasores?...
Conversé al respecto con algunos compoblanos. Formulé abiertos reproches a más de uno con responsabilidades dirigenciales, por su desidia cómplice frente el avance tan vertiginoso como descontrolado de la actividad minera. Casi me da un soponcio cuando escuché respuestas como que “si otros están ganando dinero porqué yo no. Ahora la minería ya no malogra y, si algo viene después, ya será cuestión de los que entonces estén…”. La cosa se les presenta sencilla, porque no están yendo con su pico y su lampa a hacer los huecos directamente, - como hace mucho tiempo lo hiciera gastando mucha economía el buen tío Gualberto Galindo en su chacra de Cuyo Huayqo. Ahora el expediente parece más sencillo: llevar a los empresarios de afuera, hacerles ver la mina, y recibir una casa y su 4 x 4, full equipo, - si sabe reclamar algo-, y sanseacabó. Que después venga el diluvio universal, a mí qué me importa.
Históricamente, la actividad minera ha sido casi insignificante en nuestra zona, excepto, -claro-, la mina de San Juan de Lucanas. La toponimia de nuestro nombre “Andamarca”, nos sugiere los vocablos “Anta”, cobre, y “marka”, comarca. No quedan huellas de trabajos mineros, sin embargo. En la cumbre más alta del Kontaya, en los feudos de Balto Medina, queda algo que pudiera parecer un grupo de socavones trabajados. Pero desconozco actividad sostenida de extracción de cobre en esta región, ni en tiempos de la Colonia, menos después. Existen en nuestra región, por cierto, varios lugares de molienda de oro llamados Qori Wayrachina. Como sabemos el uso ornamental que dieron al preciado metal nuestros antepasados, jamás significó perjuicio alguno a la madre naturaleza.
Ahora bien, preguntémonos con sinceridad ¿es responsable, acaso, alentar la actividad minera en nuestro pueblo?... Los andamarquinos conocemos que nuestras moyas y sobre todo nuestro encantador valle, son interdependientes y se nutren de una gran fuente madre, que es la meseta de Qellqata o Quilcata. La despensa maicera de Andamarca, el sector occidental: Bellido, Toryana, Sankupata, Pusa, Wayrincayoq, Pururo, Aqo, Choqoyso, Wayllura, Wañusne, Yarpu, Puquioqta, Ninakiro, Alfapampa, Senqa Senqa, Angasqocha, hasta Lariputu, Chuchu, Gallochayoq y Poqa, incluyendo Wasaputu viven gracias a las aguas que nacen allí. Qellqata alimenta igualmente a todas las fuentes, manantiales, riachuelos, aguas termales y demás, que manan en este sector. Existen cauces subterráneos que, como vasos comunicantes, están en constante actividad. Así de simple. El día que falte el río Negromayo, desaparecerá la vida en Andamarca. Todo morirá. Y esto no es profecía de Nostradamus ni nos lo ha dicho don Espíritu Qecho. Esto lo sabemos todos.
Conversemos con nuestros mayores, con el viejo Leandro, con Andino Quillas y otros que atesoran el conocimiento milenario. Una fractura del equilibrio ecológico en estas zonas cargadas de geomagnetismo, repercutirá inmediatamente en detrimento de la vida animal y vegetal. A propósito, ¿porqué no le damos una leidita a nuestro Estatuto de la Comunidad Campesina?... ¿Qué dice sobre territorio comunal y su defensa?... Los andamarquinos con vocación minera ¿están violando o no el Estatuto de nuestra Comunidad?... Simplemente les recuerdo a mis coterráneos que dicho conjunto de normas tiene fuerza de ley y es de obligatorio cumplimiento.
Nuestras aguas todavía están limpias pero no estamos haciendo nada por conservarlas así. Cuántos personajes indeseables de otros pueblos invaden Qellqata en camionetas y meten cochinadas envenenadas en los ríos para llevarse las truchas, ¿esto no perjudica la vida, acaso?. ..
La actividad de la minería necesita mucha agua para realizar sus diversas fases. Si - en un supuesto no deseado -, se instalaran empresas precisamente donde nace nuestra agua-vida, por supuesto que la van a derivar hacia sus depósitos y si algo nos chorrea, ya estará sucia, envenenada. Hablan de técnicas de última generación que según ellos garantizan la no contaminación. No lo sé. Lamentablemente mi amigo Barboso ya no está en Kay Pacha para describirnos cómo están las regiones con actividad minera: la subida a San Mateo y Casapalca, la Oroya, Huancavelica. En Cerro de Pasco llaqta capunchu, los mártires pobladores están buscando otros espacios para reubicarse. Qué queda de lo que a manos llenas la Madre Naturaleza también puso en dichas regiones!... Y sobre todo: que nos cuente si los pobladores de esas zonas ahora están mejor que cuando llegaron los mineros, con más economía, mejor salud, etc…
Es cierto... Los patitas que están detrás de los “denuncios” mineros es probable que estén luciendo camionetas doble cabina último modelo y con toda clase de comodidades. Si se pronuncia más la actividad minera en nuestro pueblo, sin duda alguna, unos cuantos paisanos ya ni nos conocerán, porque andarán en carrazos ultramodernos, con chofer automático y todo eso. No faltará quien diga que estoy exagerando. Pero, si esto sigue así, en poquito tiempo de nuestra linda Andamarca sólo quedarán raídas fotografías que nuestros nietos algún día admirarán con añoranza. Pero de la belleza natural que hasta ahora nos privilegia y de los ingentes recursos animales y vegetales con que nos ha honrado la mano bondadosa del Buen Padre Dios, no quedará nada. En fin, nosotros estaremos ya en otra historia, y quienes nos sucedan en nuestro pueblo nos reprocharán por no haberlo sabido defender, como nos enseñaron nuestros mayores: con vigor y cultura andamarquina. Minchacunacama.
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sábado, 20 de junio de 2009
¿IMAM VIDAYKI, YAU CRISTIANO?...
¿YMAN VIDAIKI, YAU CRISTIANO?...
Nuestro prolongado silencio, felizmente, no fue ocasionado porque hayamos optado por la retirada. Empezamos a publicar estas páginas con la intención de acercarnos más a la vivencia costumbrista, al arte de nuestro pueblo, su historia. Debemos alguna explicación, seguramente. Estuvimos entre Puquio y Andamarca. Después de mucho tiempo, pudimos quedarnos algunas semanas por allá. El retorno a las fuentes es un buen pretexto para prolongar cualquier estancia. Tuvimos la oportunidad de vivir la vida del pueblo en vivo y en directo, como se acostumbra decir. Es la razón que me obliga a ensayar ahora algunas reflexiones sobre nuestra actualidad.
EL TEMA DEL INTERNET
Recuerdo clarito el titular, en la primera página de El Comercio de Lima: Aparecía una foto de una paisana mía con su laptop, anunciando el servicio de INTERNET en Andamarca, hace ya algunos años. Un tiempo después, encontramos ocho cabinas públicas en funcionamiento, bajo la administración de una Junta elegida por el pueblo. Pero, el responsable me anunció que cargaban con deudas, dadas las altas tarifas. Yo había entendido que este servicio formaba parte de un Programa gubernamental de INTERNET RURAL. Los escasos fondos que podían acopiarse, - pensé-, servirían para gastos de mantenimiento, renovación de máquinas, personal, fluido eléctrico, etc. Me hicieron saber que el regalo por la inauguración sólo duró dos o tres meses. Después, el problema era del pueblo y de la Junta. Ah, Pachacutec este y sus programas!!!. La muerte anunciada tuvo que ocurrir, hace buen tiempo que este servicio público ha cerrado. Claro que los centros educativos siguen mereciendo el programa Huascarán y creo que algunas oficinas también gozan de alguna conexión. Finalmente, me hicieron saber que el Municipio ha recogido las máquinas y que las tiene almacenadas en la azotea movible de su local, con la promesa de rehabilitar el servicio en breve. Como van las cosas, cuando esto suceda, las máquinas van a estar como venerables piezas de museo, igual que las primeras chiquitas que llevaron a la Escuela Primaria. Ante mi natural requerimiento, el responsable me informó que en repetidas oportunidades había solicitado el apoyo del Municipio para que el servicio no se interrumpiera, compartiendo los gastos, pero que nada se había conseguido. Lo cual es algo ya consuetudinario. Como decía mi ilustre abuelo don Elías Alfaro: ¿Cuándo no ha sido Pascua en Diciembre?...
LA ESCUELA PRIMARIA
Nosotros que hemos desarrollado nuestra actividad docente durante tantos años allá, es natural que sintamos alguna añoranza al pasar por las cercanías de los locales escolares bullentes de actividad. Todavía nos enternecemos cuando vemos a niñitos caminando con sus útiles rumbo a sus aulas, porque revivimos hermosas experiencias de cuando los escuchábamos o cantábamos y jugábamos con ellos. En fin.
Ahora no están las cosas como las dejamos. En el nivel primario, me parece que no llegan a 300 los alumnos, nosotros dejamos una población escolar de casi mil y para atenderlos nos faltaban ambientes en los dos enormes locales. Ahora, ninguno de ellos ya está en pie. La infraestructura de la ex Escuela de Mujeres en Yayanchik Qata, hace años que fue derruída para dar paso al moderno local del Colegio Secundario. Igual suerte ha corrido el local del jirón Lima, de la que fuera la gloriosa 647. Han sido levantados con ladrillo y cemento, algunos pabellones de aulas y oficinas administrativas. Han abarcado inclusive, áreas que, en nuestro tiempo, se destinaban al Estadio, al gimnasio y los campos libres. Cosas de la modernidad, le llaman. Por supuesto que hace una buena ruma de años que el local del Colegio, ubicado en Millopampa y que tanto sudor y esfuerzo nos costara, también permanece abandonado y vegetando en silencio. Muy de vez en cuando, se hace actividad deportiva en su Estadio, que ha sido ampliado y cuenta con un muro perimétrico. El césped, ofrecido pública y reiteradamente en ágoras y reuniones masivas, todavía sigue siendo un sueño.
LAS OBRAS PUBLICAS
Desde nuestro ingreso a los primeros pueblos de la provincia, vemos actividad incesante. Los movimientos de tierras con maquinarias nos indican que o se construye un local o se coloca empedrado en alguna calle. A esto le llaman mampostería, creo.
Es innegable que el Gobierno está soltando plata, que sale de otros bolsillos, ojo, que son recursos distintos al famoso FONCOMUN municipal. Por ejemplo, el Parque de Qarmenqa se realiza mediante un Programa del Ministerio de Vivienda y los ambientes de la Escuela Primaria, mediante FONIPREL. Debemos decir, sin embargo, que no todo es halagüeño. En Andamarca, se vive una desinformación de la gran patada. Por ejemplo, el legendario local primigenio de la Eterna 647, - ahora nombrada con justicia LUIS ALFARO CALLE-, ya es historia, no existe más. En tiempos del japonés, se derribaron dos construcciones edificadas con acción comunal, para erigirse un pabellón de dos pisos. Actualmente, se construyen ambientes sobre el terreno que ocupaba el pabellón original, pero lo gracioso es que nadie conoce los planos ni los criterios de su edificación. Ni siquiera se ha guardado algo de uniformidad con los primeros pabellones de dos pisos. Son construcciones de un solo piso y nos dicen que se usarán como oficinas administrativas. Hay, un ambiente mayor que, supongo, se destinará como salón de usos múltiples o Auditorio, no sé.
Ya lo habíamos dicho antes. En otros lugares, para hacer una construcción se exhiben los planos, e inclusive se preparan maquetas. Sabemos que FONIPREL otorga dineros a Proyectos previamente calificados en un Concurso. No alcanzo a entender ¿cómo es que se guarda en caja de ocho llaves estos proyectos y estos planos?. No creo estar muy desorientado si afirmo que ni el Director ni los profesores de la Escuela Primaria conocen estos detalles. Y, por supuesto, la chismografía local alimenta informaciones ridículas, inclusive. Por ejemplo, se dice que los ingenieros a cargo, seguramente por pereza y falta de control, están usando en Andamarca los mismos planos de otro local que están construyendo en Aucará. La pregunta es ¿cómo podemos construír locales gemelos para realidades y necesidades distintas?.
ATENCION CONTRALORÍA!!
Claro que la chamba para los técnicos y personal del sector construcción no decae. Ello nos alegra. Hemos visto el progreso de algunos paisanos dedicados a esta actividad. Cuando las cosas se hacen con lealtad tienen que traer beneficios. Pero, también es vox populi el tema de que el control y la fiscalización están durmiendo en muchos lugares, permitiendo la comisión de flagrantes delitos. No deberíamos olvidar que el puente nuevo de Markanta, se cayó, casi en su inauguración y tenemos el gran Albergue Turístico de Qayaq Orqo como un monumento a la indolencia y las ganas de hacer plata fácil.
Es de película la información que en los últimos días de abril de este año pudimos escuchar en Radio Inti Andina de Aucará. El Director del Noticiario de las mañanas, -me parece que es el amigo Erasmo Bendezú-, entrevistaba a un poblador de Mayo Luren, que tenía el cargo de Presidente de un Comité de la carretera entre su pueblo y Aucará. El nombre no lo recuerdo, deben existir grabaciones del programa. Informaba que luego de arduas gestiones habían conseguido un financiamiento de algo más de dos millones de soles para la obra. Decía el informante, que como tenían el cheque en la mano, el ingeniero responsable decidió por sí y ante sí la compra de un tractor para abrir la carretera, por supuesto que con una suma exorbitante, pese a la oposición del Comité. Supongo que la dichosa máquina estuvo trabajando la soñada carretera, pero llegaron los días de fiesta, no sé si los de NAVIDAD o los de Semana Santa y el ingeniero, dicen, necesitaba ir a su tierra. Por la falta de movilidad, no tuvo mejor idea que utilizar el tractor que quedó en un paraje lejano en las alturas. Y, mientras el personaje de marras seguía muy feliz a su destino, esa misma noche, la maquinaria fue desvalijada y ahora está prácticamente como una chatarra inservible ¿Y la obra?... Habrá que hacer nuevas gestiones o tomar algún puente para que algún organismo público les ayude con otro presupuestito.
El asunto de las calificaciones de las obras, los famosos Perfiles y/o Expedientes Técnicos es otra agonía que nunca acaba. Y la plata se diluye con una alegría desbordante. Yo recuerdo que cuando servía en Andamarca, de cuando en vez, se aparecía algún personaje a quien todos teníamos que llamar “ingeniero” lo fuera o no, informando que harían los estudios para la irrigación de Santa Ana Puncu, en los extremos de Quilcata, porque había salido el presupuesto requerido. Decía que esta obra de irrigación beneficiaría a todos los pueblos de la jurisdicción. Nosotros felices, porque estábamos al principio de la lista. No faltaban las atenciones, las comilonas, chupetas y gran despliegue de apoyo. ¿Y después…? Desaparecían por siempre jamás. ¿Y los dichosos estudios?... Maypichá.
En Andamarca, seguimos arrastrando el tema de la Represa de Visca. Cuántas veces se ha informado que los estudios están listos y el expediente, aprobado. Años y años, con el mismo disco. Siempre los ingenieros “aprobadores” le encuentran alguna deficiencia. El anterior alcalde se ha pasado casi los cuatro años en Ayacucho, con sus planos bajo el brazo y siempre los mismos reparos: que porque tiene ocho metros, que porque tiene doce metros, que faltan estudios y firmas de geólogos, de agrónomos, que le falta esto, que le falta lo otro, que el SNIP sí, que ya pasamos, que ahora sí, etc, etc. Se pasa un tiempo y ya “los estudios” no sirven, hay que volver a hacerlos de nuevo. ¿Es así o me están paseando mis informantes, por no usar otra palabrita más familiar?. Porque si así son las cosas, también van a pedir la firma de la tía Hildebrandt. Y, ¿en ese caso?...
Tanto menjunje para el mismo caldo, caracho. Si de mí dependiera, con mi distinguido amigo el arquitecto “Latahuasca” y la guía de un ingeniero de verdad y amigo de las cosas rectas agarraría de los presupuestos municipales y la plata de las vicuñas para comprar fierro y cemento y construiríamos con el pueblo un colosal dique en Visca. La configuración del río permitiría una rápida realización de la obra. Si hemos abierto carretera por Tincúwa horadando esas inmensas rocas con barretilla y pico. Hay que pensar que en ese entonces, la tecnología todavía era escasa para nosotros. Ahora en esta modernidad, con computadoras y celulares, el asunto nos sería mucho más fácil. ¿Quién le pone el cascabel al gato?...
Minchacunacama…
martes, 12 de mayo de 2009
APU YAYA JESUCRISTO III
Con la emoción de saberse realizadores de una tarea histórica, ubicaron con sumo cuidado su valioso cargamento en la litera preparada y asegurada con la magistral habilidad que los distinguía y estaban listos para las más duras tareas. Habían decidido que sólo cumplirían jornadas nocturnas. Saliendo del área poblacional se enfrentarían con el inconmovible desierto. Felizmente, la luna ayudaría para distinguir el casi imaginario camino, siquiera por algunas horas. En poco tiempo, los cargadores exponían los mejor de sus conocimientos y fuerza, ya que en cada pisada se hundían hasta las rodillas y el avance en estas condiciones era muy penoso. Los más rudos recordaban cómo sus mayores les habían referido que sus antepasados recorrieron muchas veces los confines del Imperio del Sol, cargando el trono del Inca por todos los caminos imaginables, por sectores arreglados, pero también por zonas excesivamente difíciles como la que ahora estaban enfrentando. Cada cierto tiempo, hacían un alto obligado para reponer fuerzas, buscar un poco de agua y también acullicar la hoja sagrada de la coca.
Cuando vieron clarear la aurora constataron que había sido casi insignificante el trecho avanzado. Se esforzaron más, pero ya entrada la mañana, agobiados por la fuerza del insobornable calor, tuvieron que buscar una estación para protegerse hasta la tarde y reparar energías degustando, por supuesto, el mote, la charqui canca, la cancha, el puspu combinaditos con algunos sorbos de buen “secante” a base de caña.
Más o menos, a las cuatro de la tarde, aún con los rayos solares asfixiándolos, decidieron retomar el afán. Verlos en esos esfuerzos, era conmovedor. Avanzando penosamente, liberando con gran esfuerzo sus pasos de la arena, que se encaprichaba por aprisionarlos con más furia. Repitiendo una y otra vez, sin sosiego, el afán. Otra jornada, otro amanecer en el desierto. Pero esta vez, comprobaron con alegría que estaban ya saliendo de Trancas y que con un poquito más de vigor estarían pisando tierra firme. Con renovada energía recorrieron los tramos finales y le dijeron adiós, bailando, a los últimos pliegues de arena movida. Ahora descansarían sólo lo suficiente, porque podrían retomar la ruta desde el mediodía, tratando de llegar siquiera hasta las proximidades de Sancos.
Quien los viera no dejaría de condolerse por la magnitud del esfuerzo y se preguntaría por el contenido del misterioso y enorme equipaje que con tanto cuidado llevaban a cuestas. La siguiente jornada los llevó hasta las inmediaciones del Palla Palla, precisamente la estancia en la que pernoctaran la primera noche de salida. Ya estaban en su medio. Aquí conocían de memoria todos los recovecos y hasta las vizcachitas del camino parecían saludarlos. La que sabían iba a ser la última jornada la cumplieron fácilmente. Apenas vencida la medianoche iniciaron el trayecto hacia Yauriwiri, Qaqlavisca, Toryana.
Pasado el mediodía, se encontraron en Sankupata con la bulliciosa comitiva que, encabezada por el Ecónomo, había salido en su alcance. Ya no quisieron demorar más. Apenas se sirvieron algunos alimentos. Querían llegar al pueblo antes del anochecer. Los voluntarios de recambio solicitaron el privilegio del carguío y todos juntos, tomaron por Uchuy Puza, Wayrincayoq, Pururo, Milagro Qocha, Aqo y ahora, en la pampa de Totora el mismo cura párroco, estaba dándoles la agradecida bienvenida al frente de la emocionada población. Las mujeres habían preparado unas cintas rojas que circundaron los sombreros de los comisionados, recordando los distintivos especiales que en la cabeza llevaran sus mayores, para ser reconocidos como “los pies del Inca”. En adelante, lucirían tal distintivo en cada ceremonia o reunión del grupo poblacional. Desde entonces, dichos personajes fueron saludados y nombrados como “los lomas”, “lomaskuna”, con el mayor respeto. Las expresiones de gratitud de la feligresía siempre magnificaron con orgullo el coraje, el vigor, la decisión de quienes habían culminado tan especial hazaña.
El sacerdote, ya en el Templo, ofició una Misa de Agradecimiento al Padre Dios por este don y los andamarquinos sintieron emociones tan especiales y tan diferentes... Las lágrimas bañaban los rostros cuando, hombres y mujeres, niños y ancianos, con más fervor que nunca, entonaron el “Apu Yaya Jesucristo” acompañadas sus voces, por ese sonido tan dulce, tan cálido del flamante melodio. Parecía que las más tiernas avecillas de todas las quebradas se hubieran juntado aquí y expresaban eso que rebalsaba de todos los agradecidos corazones.
Han pasado los años.
El escenario es, otra vez, la Iglesia del pueblo. Mons. Otoniel Alcedo oficia una Misa como acto central de su Visita Pastoral. El ha venido desde Huamanga para asistir religiosamente a los fieles andamarquinos. Conoce muy bien los problemas nacidos en la carencia de Párroco. Los cánticos, como desde hace cincuenta años, son guiados por el viejo Nicanor Inca.
La oportunidad trae al recuerdo las estampas vividas desde cuando “los Lomas” pusieron el melodio en Andamarca. El padre Valenzuela, entonces, invitó a quienes desearan capacitarse en el aprendizaje del instrumento, en Cabana, precisamente con el maestro que lo había estrenado. Nicanor, por supuesto, cumplió entusiasmado estos ciclos y, desde entonces, nadie le ha disputado el puesto de Cantor en el templo de Andamarca. El, a su vez, ha ido enseñando a otros jóvenes. Hasta don Julito de la Torre estuvo practicando un tiempo.
Mañana, el “Santo Obispo”, - como lo acostumbra nombrar la feligresía-, habrá de continuar su peregrinaje. Ha llegado hace dos días y ha cumplido jornadas agotadoras, en las que ha bautizado, ha administrado la confirmación, ha celebrado matrimonios, actividades que fueron acumulándose en espera de un Ministro. El adiós a tan alto dignatario será muy afectivo. Las hermanas “beatas” encabezarán la comitiva que lo acompañará hasta Palta Rumi en Anyanayso, entonando tristes harawis de despedida, que emocionarán hasta las lágrimas. Entregarán también caywis o presentes trenzados con productos de la región como los mejores quesos y frutas y, sobre todo, mucha carga de enternecido cariño filial.
Con tristeza, el viejo cantor, reconoce cómo el paso de los años ha venido ocasionando insalvables deterioros en el melodio.
Cada vez que otras manos pulsan las teclas desvencijadas del melodio, cada vez que los pedales cansados y enmohecidos parecen reclamar a gritos por la crueldad del tiempo, en las paredes del Templo, en los caminos polvorientos, en el cielo siempre azul y, sobre todo, en la conciencia andamarquina brillarán relucientes y diáfanos: la generosidad, el gesto heroico, la acción imperecedera de los “lomascuna”.
Cada vez que, en las ceremonias religiosas, las flautas ya desafinadas del melodio ensayan una plegaria, todos estamos viendo en la penumbra a aquel grupo de hombres, peleando solos, mordiendo con su sangre el cansancio para vencer un desafío imposible, movidos sólo por esa enorme voluntad y esa gran Fe que asumieron con verdad.
Cuando vieron clarear la aurora constataron que había sido casi insignificante el trecho avanzado. Se esforzaron más, pero ya entrada la mañana, agobiados por la fuerza del insobornable calor, tuvieron que buscar una estación para protegerse hasta la tarde y reparar energías degustando, por supuesto, el mote, la charqui canca, la cancha, el puspu combinaditos con algunos sorbos de buen “secante” a base de caña.
Más o menos, a las cuatro de la tarde, aún con los rayos solares asfixiándolos, decidieron retomar el afán. Verlos en esos esfuerzos, era conmovedor. Avanzando penosamente, liberando con gran esfuerzo sus pasos de la arena, que se encaprichaba por aprisionarlos con más furia. Repitiendo una y otra vez, sin sosiego, el afán. Otra jornada, otro amanecer en el desierto. Pero esta vez, comprobaron con alegría que estaban ya saliendo de Trancas y que con un poquito más de vigor estarían pisando tierra firme. Con renovada energía recorrieron los tramos finales y le dijeron adiós, bailando, a los últimos pliegues de arena movida. Ahora descansarían sólo lo suficiente, porque podrían retomar la ruta desde el mediodía, tratando de llegar siquiera hasta las proximidades de Sancos.
Quien los viera no dejaría de condolerse por la magnitud del esfuerzo y se preguntaría por el contenido del misterioso y enorme equipaje que con tanto cuidado llevaban a cuestas. La siguiente jornada los llevó hasta las inmediaciones del Palla Palla, precisamente la estancia en la que pernoctaran la primera noche de salida. Ya estaban en su medio. Aquí conocían de memoria todos los recovecos y hasta las vizcachitas del camino parecían saludarlos. La que sabían iba a ser la última jornada la cumplieron fácilmente. Apenas vencida la medianoche iniciaron el trayecto hacia Yauriwiri, Qaqlavisca, Toryana.
Pasado el mediodía, se encontraron en Sankupata con la bulliciosa comitiva que, encabezada por el Ecónomo, había salido en su alcance. Ya no quisieron demorar más. Apenas se sirvieron algunos alimentos. Querían llegar al pueblo antes del anochecer. Los voluntarios de recambio solicitaron el privilegio del carguío y todos juntos, tomaron por Uchuy Puza, Wayrincayoq, Pururo, Milagro Qocha, Aqo y ahora, en la pampa de Totora el mismo cura párroco, estaba dándoles la agradecida bienvenida al frente de la emocionada población. Las mujeres habían preparado unas cintas rojas que circundaron los sombreros de los comisionados, recordando los distintivos especiales que en la cabeza llevaran sus mayores, para ser reconocidos como “los pies del Inca”. En adelante, lucirían tal distintivo en cada ceremonia o reunión del grupo poblacional. Desde entonces, dichos personajes fueron saludados y nombrados como “los lomas”, “lomaskuna”, con el mayor respeto. Las expresiones de gratitud de la feligresía siempre magnificaron con orgullo el coraje, el vigor, la decisión de quienes habían culminado tan especial hazaña.
El sacerdote, ya en el Templo, ofició una Misa de Agradecimiento al Padre Dios por este don y los andamarquinos sintieron emociones tan especiales y tan diferentes... Las lágrimas bañaban los rostros cuando, hombres y mujeres, niños y ancianos, con más fervor que nunca, entonaron el “Apu Yaya Jesucristo” acompañadas sus voces, por ese sonido tan dulce, tan cálido del flamante melodio. Parecía que las más tiernas avecillas de todas las quebradas se hubieran juntado aquí y expresaban eso que rebalsaba de todos los agradecidos corazones.
Han pasado los años.
El escenario es, otra vez, la Iglesia del pueblo. Mons. Otoniel Alcedo oficia una Misa como acto central de su Visita Pastoral. El ha venido desde Huamanga para asistir religiosamente a los fieles andamarquinos. Conoce muy bien los problemas nacidos en la carencia de Párroco. Los cánticos, como desde hace cincuenta años, son guiados por el viejo Nicanor Inca.
La oportunidad trae al recuerdo las estampas vividas desde cuando “los Lomas” pusieron el melodio en Andamarca. El padre Valenzuela, entonces, invitó a quienes desearan capacitarse en el aprendizaje del instrumento, en Cabana, precisamente con el maestro que lo había estrenado. Nicanor, por supuesto, cumplió entusiasmado estos ciclos y, desde entonces, nadie le ha disputado el puesto de Cantor en el templo de Andamarca. El, a su vez, ha ido enseñando a otros jóvenes. Hasta don Julito de la Torre estuvo practicando un tiempo.
Mañana, el “Santo Obispo”, - como lo acostumbra nombrar la feligresía-, habrá de continuar su peregrinaje. Ha llegado hace dos días y ha cumplido jornadas agotadoras, en las que ha bautizado, ha administrado la confirmación, ha celebrado matrimonios, actividades que fueron acumulándose en espera de un Ministro. El adiós a tan alto dignatario será muy afectivo. Las hermanas “beatas” encabezarán la comitiva que lo acompañará hasta Palta Rumi en Anyanayso, entonando tristes harawis de despedida, que emocionarán hasta las lágrimas. Entregarán también caywis o presentes trenzados con productos de la región como los mejores quesos y frutas y, sobre todo, mucha carga de enternecido cariño filial.
Con tristeza, el viejo cantor, reconoce cómo el paso de los años ha venido ocasionando insalvables deterioros en el melodio.
Cada vez que otras manos pulsan las teclas desvencijadas del melodio, cada vez que los pedales cansados y enmohecidos parecen reclamar a gritos por la crueldad del tiempo, en las paredes del Templo, en los caminos polvorientos, en el cielo siempre azul y, sobre todo, en la conciencia andamarquina brillarán relucientes y diáfanos: la generosidad, el gesto heroico, la acción imperecedera de los “lomascuna”.
Cada vez que, en las ceremonias religiosas, las flautas ya desafinadas del melodio ensayan una plegaria, todos estamos viendo en la penumbra a aquel grupo de hombres, peleando solos, mordiendo con su sangre el cansancio para vencer un desafío imposible, movidos sólo por esa enorme voluntad y esa gran Fe que asumieron con verdad.
miércoles, 6 de mayo de 2009
APU YAYA JESUCRISTO - II
Desde los españoles, las cosas han cambiado notablemente en Andamarca. Mucha gente nueva ha aprendido a venir por aquí y no con las mejores intenciones. Mientras los curas se esforzaban en su loable intención de bautizar a los naturales, al mismo tiempo, aparecían las obligaciones: los tributos y los trabajos gratuitos en lugares tan lejanos y desconocidos que muchos no volvieron jamás. Por eso, el pueblo procuraba mantenerse casi aislado.
No obstante ello, los andamarquinos tenían comunicación frecuente con el exterior. Desde tiempos inmemoriales sabían bajar hasta Chala. Algunos crianderos de llamas, por ejemplo, prestaban servicio de carguío de minerales hasta Lomas, el puerto costeño, ubicado entre Ica y Arequipa, que se mira en linea recta con Sancos y Chaviña. Allí acoderaban los barcos procedentes de Lima. La ruta de los andamarquinos atravesaba la cordillera. Salía por Sankopata, Qaqlavisca, Yauriwiri, Palla Palla, Sarasara, Sancos, descendía a Las Trancas, al desierto de Bella Unión y Acarí, y llegaba al puerto. Era un camino sumamente difícil y extenuante...
Es hora de la acción.
El Ecónomo ha venido barajando nombres para seleccionar un buen equipo de cargadores. La tarea es, en extremo difícil: por ello, hay que escoger a los mejores. Deberán armar una litera con maderos y sogas. Cómo calcular el peso del melodio...No será mayor al de los descomunales bultos que tuvieron que traer desde Killimsa, la vez que cargaron un camión al pueblo.
Esta noche, acompañado de algunos “prebistes”, armado de la reglamentaria copita de licor,-embajador de grandes realizaciones-, ha llegado hasta el domicilio de Francisco Tito. Extraordinario conocedor de la ruta, ha hecho los cálculos y ha sugerido algunos otros nombres. Luego de peregrinar casi hasta el amanecer, ha logrado conformar el intrépido batallón que se alista a partir: el ya mencionado Tito, Nazario Huamaní, José Capcha Mayor, Miguel Flores, Baltazar Paucar, Saturno “sacca” Ramos, Bino o Benigno Flores, y Aniceto Herrera, joven encargado de la “huastapa” (provisiones) que se llevaría en un burrito. Algunos, ya eran veteranos en estas lides, porque desde el mismo puerto, habían cargado las dos campanas que con brillo singular convocan al pueblo en las celebraciones religiosas. De esto, han pasado ya buenos años.
Las esposas han preparado el fiambre de manera apresurada porque mañana, a la medianoche partirá la comitiva casi en secreto, para que no se enteren los pueblos vecinos. La idea que bullía en el sentimiento era una sola: jamás nadie había ganado a los comuneros en sus decisiones. A cualquier precio, el desconocido melodio estaría en Andamarca, en algunos días. No olvidaron llevar con gran cuidado el documento extendido por el Padre Miguel.
******
- Imanaruymanraq kay rupayta. Akakachallawya, yakullapas kanchu.
(¡Qué podría hacerle a este calor. Qué tal manera de quemar, ni agua hay!)
La expresión es de sumo cansancio y el sudor perla los rostros cetrinos de estos bravos caminantes, casi extenuados, pero felices porque ya están mirando el movimiento de Acarí, cerquita a Lomas, su meta.
- ¿Imaypim cachcanchik? Sabauñachús.
(¿Qué día es hoy, creo que es sábado?.
- Au, tay, sabauñamiqui.
(Sí, señor, ya es pues sábado.)
Convencidos de que no encontrarían un alojamiento voluntario para ellos, decidieron organizarse allí, a un costado del camino, un poco lejos de la entrada al pueblo, para hacer las gestiones respectivas. Ahora descansarían bien, mañana domingo muy temprano armarían la litera y el lunes se presentarían ante el “taytacha” Denegri, el único Agente de Aduanas que mencionaba el Poder conferido por el Yaya.
De verdad, se requería estar muy especialmente dotado para este trayecto.
Calurosamente despedida, desde Sankupata, la comitiva, detrás de su burrito huastapero, había cumplido el trayecto hasta Palla Palla, con relativa facilidad. Precisamente, en este sector hicieron la primera estación de dormida. Era trámite normal que pasado el medio día hubieran descansado en Toryana para dar cuenta del “qoqau” y el animal comiera algo de pasto. Luego habían redoblado el paso y casi sobre la medianoche, alcanzaron el reparador sueño. Muy de madrugada del siguiente día habían hecho hervir su lawita de maíz con charqui que, acompañado del infaltable matecito de viscataya, los había sostenido hasta la entrada de Paraysancos. En la necesidad de avanzar, siguieron esforzándose y habían tenido que dormir esperando la claridad de la madrugada para cruzar el río. Luego, al tocar ya la zona desértica el asunto se complicó de verdad. El burrito no avanzaba pues se hundía en la arena. Igual sucedía con ellos, y el agobiante calor complicaba más las cosas.
De todas formas, ya estaban aquí. Empezaron, por sí acaso, a racionar la comida, porque con estos problemas, es casi seguro que se requerirán más días que los presupuestados.
*************
- A ver, ¿qué tenemos por aquí?.
Entre asombrado y medio abusón, “Taytacha” Denegri trataba con la comisión de andamarquinos, presentes ahora en su oficina. Sabía quechua, pero para darse aires de extranjero, se hacía ayudar con uno de sus asistentes “en la traducción”. Enterado del asunto, ahora se tomaba la barbilla, le daba vueltas al documento y dizque procuraba encontrar una rápida solución al problema, en una estudiada representación que sólo tenía como objetivo obtener algo de los comisionados. Bien que los conocía desde los tiempos en que bajaban minerales para sus antecesores.
Resumiendo su posición, les dijo que el costo de la operación era fuerte y que no se iba a perjudicar entregándoles la herramienta así nomás, que tendrían que asumir los pagos ya que habían viajado con ese único objetivo. Francisco le explicaba que ellos solamente habían traído su fiambre y algunos maderos y sogas para el traslado y que el Padre Valenzuela les informó que todo estaba saldado, sin nada pendiente.
El Agente de Aduanas sabía que, efectivamente, las cosas estaban arregladas, pero no iba a perder su oportunidad. Por eso, les recordó que ellos eran buenos también para los minerales y que les aceptaría, si le traían siquiera unos cuantos bloquecitos...
Han salido desolados de la oficina y ahora están sentados frente al barandal, mirando las operaciones de los estibadores.
- Imaynamá chay tayta Pascual cayman despacharamuwanchik mana allinta yachaspa. ¿Qinallachu kutisun?. ¿Pitaq kaypi yanapayllapas yanapawasun?
- (¿Cómo ese tayta Pascual nos ha despachado hasta aquí sin averiguar bien?. ¿Tendremos que regresar sin nada? ¿Quién podría auxiliarnos aquí?).
El desaliento pintaba sus rostros mientras el ir y venir de los operarios agitaba más el ambiente. Alguien sugería que intentaran filtrarse para sacar el aparato a escondidas... Por supuesto que todos rechazaron la impracticable idea: ni siquiera conocían la máquina. Los curiosos que los veían tan tristes y cabizbajos, se condolían también. Alguien les aconsejó que volvieran a su pueblo y que trajeran al cura o, en todo caso, a algún representante con más capacidad de respuesta. Ellos respondían exhibiendo el documento respectivo. Denegri, por supuesto, se frotaba las manos, muy seguro que no tardarían en aparecer siquiera algunas barras de mineral.
Los peregrinos han retornado al improvisado campamento, bajo el cuidado de Aniceto. Precisamente, éste recordó haber escuchado el llamado de la campana. Significaba que había un Yaya en el pueblo, entonces. Con grandes esperanzas, retornaron inmediatamente al poblado y ubicaron fácilmente la Iglesia por su campanario. A Dios gracias, el Yaya era un gringo muy amable, grandazo, alemán. Integraban su feligresía muchísimos inmigrantes de la región de Sancos y Parinacochas, de modo que les entendió perfectamente bien.
Leyó el papel y les aseguró, que las cosas se arreglarían inmediatamente. Les invitó a subir a su vieja camioneta y fue con ellos al encuentro del aduanero. Cuando éste los reconoció con semejante abogado comprendió que la comedia había llegado a su final. Muy ladino, apenas saludó al sacerdote a quien conocía bastante bien, les dijo que se disculpaba, que había recibido instrucciones, y que los había estado buscando para entregarles el melodio, sin demoras Uniendo la palabra a la acción, dio órdenes a su personal para atender bien a los “amigos andamarquinos”, como zalameramente empezó a nombrarlos. El sacerdote bien que conocía de sus artes y, medio en broma, medio en serio, le dio una buena reprimenda.
Después, examinó el aparato, verificó sus características, exigió todos los documentos necesarios y felices todos, retornaron a Acarí. En la casa parroquial, les invitó algunos alimentos, les preguntó por las características de su pueblo, por sus costumbres, por el trabajo eclesial y les invitó a quedarse a dormir para iniciar el retorno ya al día siguiente. En frases entrecortadas, los comisionados exteriorizaron su gratitud, pero dijeron que era urgente caminar, porque durante el día el calor dificultaría más el avance.
No obstante ello, los andamarquinos tenían comunicación frecuente con el exterior. Desde tiempos inmemoriales sabían bajar hasta Chala. Algunos crianderos de llamas, por ejemplo, prestaban servicio de carguío de minerales hasta Lomas, el puerto costeño, ubicado entre Ica y Arequipa, que se mira en linea recta con Sancos y Chaviña. Allí acoderaban los barcos procedentes de Lima. La ruta de los andamarquinos atravesaba la cordillera. Salía por Sankopata, Qaqlavisca, Yauriwiri, Palla Palla, Sarasara, Sancos, descendía a Las Trancas, al desierto de Bella Unión y Acarí, y llegaba al puerto. Era un camino sumamente difícil y extenuante...
Es hora de la acción.
El Ecónomo ha venido barajando nombres para seleccionar un buen equipo de cargadores. La tarea es, en extremo difícil: por ello, hay que escoger a los mejores. Deberán armar una litera con maderos y sogas. Cómo calcular el peso del melodio...No será mayor al de los descomunales bultos que tuvieron que traer desde Killimsa, la vez que cargaron un camión al pueblo.
Esta noche, acompañado de algunos “prebistes”, armado de la reglamentaria copita de licor,-embajador de grandes realizaciones-, ha llegado hasta el domicilio de Francisco Tito. Extraordinario conocedor de la ruta, ha hecho los cálculos y ha sugerido algunos otros nombres. Luego de peregrinar casi hasta el amanecer, ha logrado conformar el intrépido batallón que se alista a partir: el ya mencionado Tito, Nazario Huamaní, José Capcha Mayor, Miguel Flores, Baltazar Paucar, Saturno “sacca” Ramos, Bino o Benigno Flores, y Aniceto Herrera, joven encargado de la “huastapa” (provisiones) que se llevaría en un burrito. Algunos, ya eran veteranos en estas lides, porque desde el mismo puerto, habían cargado las dos campanas que con brillo singular convocan al pueblo en las celebraciones religiosas. De esto, han pasado ya buenos años.
Las esposas han preparado el fiambre de manera apresurada porque mañana, a la medianoche partirá la comitiva casi en secreto, para que no se enteren los pueblos vecinos. La idea que bullía en el sentimiento era una sola: jamás nadie había ganado a los comuneros en sus decisiones. A cualquier precio, el desconocido melodio estaría en Andamarca, en algunos días. No olvidaron llevar con gran cuidado el documento extendido por el Padre Miguel.
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- Imanaruymanraq kay rupayta. Akakachallawya, yakullapas kanchu.
(¡Qué podría hacerle a este calor. Qué tal manera de quemar, ni agua hay!)
La expresión es de sumo cansancio y el sudor perla los rostros cetrinos de estos bravos caminantes, casi extenuados, pero felices porque ya están mirando el movimiento de Acarí, cerquita a Lomas, su meta.
- ¿Imaypim cachcanchik? Sabauñachús.
(¿Qué día es hoy, creo que es sábado?.
- Au, tay, sabauñamiqui.
(Sí, señor, ya es pues sábado.)
Convencidos de que no encontrarían un alojamiento voluntario para ellos, decidieron organizarse allí, a un costado del camino, un poco lejos de la entrada al pueblo, para hacer las gestiones respectivas. Ahora descansarían bien, mañana domingo muy temprano armarían la litera y el lunes se presentarían ante el “taytacha” Denegri, el único Agente de Aduanas que mencionaba el Poder conferido por el Yaya.
De verdad, se requería estar muy especialmente dotado para este trayecto.
Calurosamente despedida, desde Sankupata, la comitiva, detrás de su burrito huastapero, había cumplido el trayecto hasta Palla Palla, con relativa facilidad. Precisamente, en este sector hicieron la primera estación de dormida. Era trámite normal que pasado el medio día hubieran descansado en Toryana para dar cuenta del “qoqau” y el animal comiera algo de pasto. Luego habían redoblado el paso y casi sobre la medianoche, alcanzaron el reparador sueño. Muy de madrugada del siguiente día habían hecho hervir su lawita de maíz con charqui que, acompañado del infaltable matecito de viscataya, los había sostenido hasta la entrada de Paraysancos. En la necesidad de avanzar, siguieron esforzándose y habían tenido que dormir esperando la claridad de la madrugada para cruzar el río. Luego, al tocar ya la zona desértica el asunto se complicó de verdad. El burrito no avanzaba pues se hundía en la arena. Igual sucedía con ellos, y el agobiante calor complicaba más las cosas.
De todas formas, ya estaban aquí. Empezaron, por sí acaso, a racionar la comida, porque con estos problemas, es casi seguro que se requerirán más días que los presupuestados.
*************
- A ver, ¿qué tenemos por aquí?.
Entre asombrado y medio abusón, “Taytacha” Denegri trataba con la comisión de andamarquinos, presentes ahora en su oficina. Sabía quechua, pero para darse aires de extranjero, se hacía ayudar con uno de sus asistentes “en la traducción”. Enterado del asunto, ahora se tomaba la barbilla, le daba vueltas al documento y dizque procuraba encontrar una rápida solución al problema, en una estudiada representación que sólo tenía como objetivo obtener algo de los comisionados. Bien que los conocía desde los tiempos en que bajaban minerales para sus antecesores.
Resumiendo su posición, les dijo que el costo de la operación era fuerte y que no se iba a perjudicar entregándoles la herramienta así nomás, que tendrían que asumir los pagos ya que habían viajado con ese único objetivo. Francisco le explicaba que ellos solamente habían traído su fiambre y algunos maderos y sogas para el traslado y que el Padre Valenzuela les informó que todo estaba saldado, sin nada pendiente.
El Agente de Aduanas sabía que, efectivamente, las cosas estaban arregladas, pero no iba a perder su oportunidad. Por eso, les recordó que ellos eran buenos también para los minerales y que les aceptaría, si le traían siquiera unos cuantos bloquecitos...
Han salido desolados de la oficina y ahora están sentados frente al barandal, mirando las operaciones de los estibadores.
- Imaynamá chay tayta Pascual cayman despacharamuwanchik mana allinta yachaspa. ¿Qinallachu kutisun?. ¿Pitaq kaypi yanapayllapas yanapawasun?
- (¿Cómo ese tayta Pascual nos ha despachado hasta aquí sin averiguar bien?. ¿Tendremos que regresar sin nada? ¿Quién podría auxiliarnos aquí?).
El desaliento pintaba sus rostros mientras el ir y venir de los operarios agitaba más el ambiente. Alguien sugería que intentaran filtrarse para sacar el aparato a escondidas... Por supuesto que todos rechazaron la impracticable idea: ni siquiera conocían la máquina. Los curiosos que los veían tan tristes y cabizbajos, se condolían también. Alguien les aconsejó que volvieran a su pueblo y que trajeran al cura o, en todo caso, a algún representante con más capacidad de respuesta. Ellos respondían exhibiendo el documento respectivo. Denegri, por supuesto, se frotaba las manos, muy seguro que no tardarían en aparecer siquiera algunas barras de mineral.
Los peregrinos han retornado al improvisado campamento, bajo el cuidado de Aniceto. Precisamente, éste recordó haber escuchado el llamado de la campana. Significaba que había un Yaya en el pueblo, entonces. Con grandes esperanzas, retornaron inmediatamente al poblado y ubicaron fácilmente la Iglesia por su campanario. A Dios gracias, el Yaya era un gringo muy amable, grandazo, alemán. Integraban su feligresía muchísimos inmigrantes de la región de Sancos y Parinacochas, de modo que les entendió perfectamente bien.
Leyó el papel y les aseguró, que las cosas se arreglarían inmediatamente. Les invitó a subir a su vieja camioneta y fue con ellos al encuentro del aduanero. Cuando éste los reconoció con semejante abogado comprendió que la comedia había llegado a su final. Muy ladino, apenas saludó al sacerdote a quien conocía bastante bien, les dijo que se disculpaba, que había recibido instrucciones, y que los había estado buscando para entregarles el melodio, sin demoras Uniendo la palabra a la acción, dio órdenes a su personal para atender bien a los “amigos andamarquinos”, como zalameramente empezó a nombrarlos. El sacerdote bien que conocía de sus artes y, medio en broma, medio en serio, le dio una buena reprimenda.
Después, examinó el aparato, verificó sus características, exigió todos los documentos necesarios y felices todos, retornaron a Acarí. En la casa parroquial, les invitó algunos alimentos, les preguntó por las características de su pueblo, por sus costumbres, por el trabajo eclesial y les invitó a quedarse a dormir para iniciar el retorno ya al día siguiente. En frases entrecortadas, los comisionados exteriorizaron su gratitud, pero dijeron que era urgente caminar, porque durante el día el calor dificultaría más el avance.
miércoles, 8 de abril de 2009
APU YAYA JESUCRISTO
El sermón del cura Miguel Valenzuela ha llegado fuerte esta mañana. No ha predicado: ha resondrado con la energía de un padre.
La feligresía lo ha escuchado compungida y algunos rostros curtidos por los rigores del clima como que necesitaban expresar su arrepentimiento en algunas lágrimas.
El cielo azul pinta aún más su extraordinaria nitidez para acompañar la procesión que recorre la plaza de Armas, mientras las campanas publican su fe con agitado entusiasmo. Es la Fiesta del Espíritu Santo, Amunchik, Fiesta Mayor en el calendario religioso que, a decir verdad, en Andamarca, recién va tomando forma.
Se sabe que los españoles han llegado poco por aquí. Cada vez que acudían los comisionados para bautizar “infieles” y exigir tributos, se encontraban con un poblado vacío, casi fantasma, porque rápidamente los naturales huían hacia las partes altas. Desde siempre, los antamarkas eran muy definidos en sus criterios. Dueños de una concepción y una tradición enraizada en su propio mundo, no le hicieron mucho caso a las prédicas del invasor y siempre esperaron la restauración del orden mancillado. Por eso, anunciaron sin temores la vuelta del Inca Rey y la necesidad de estar preparados para el retorno triunfal de los dioses ahora humillados.
No eran significativos los logros alcanzados por los Corregidores en su afán de doblegar la resistencia natural. El Obispado de Huamanga, ha establecido como cabecera eclesial, un Vicariato en Aucará. En definitiva: no les importó mucho llegar a Andamarca, pese a conocer de su enorme potencial, visible en su exquisito valle y en la inconmensurable profusión de andenes dedicados al cultivo del maíz. Sabían del extraordinario rol jugado por la ciudadela de Caniche en el desigual enfrentamiento entre Huáscar y Atawallpa. En Qellqata acantonaron siempre importantes fuerzas leales al Inca. Algún tiempo después, con enorme dificultad, los predicadores cristianos habían logrado enfrentarse, a medias, con las prácticas del Taki Unquy o Unquy Taki.
Recién, desde la llegada del novecientos, con la oleada de viajeros y comerciantes de otras zonas, se había afianzado con mayor nitidez la religión católica en Andamarca. Luego de muchos esfuerzos, por fin se había logrado edificar una Iglesia, que se incendió al poco tiempo por razones desconocidas. Referían los mayores que desde el templo en llamas salieron volando palomas que fueron a posarse en distintos lugares. Al seguir el vuelo de una de ellas, encontraron la efigie de la Virgen María en el sector de Huaqesa, por la subida a Chimpaqocha. Otras, se perdieron en el sector de Milagro Qocha, en Aqo.
Para la reconstrucción del templo, el Párroco de Cabana ha diseñado los planos y ha traído al maestro Eduardo Ibarra que se ha encargado del altar mayor, de los retablos y de los altares laterales. Caravanas de llamas han cargado piedras blancuzcas desde el pie del Wachwaycerca, de Aucará. Luego que se molieron y quemaron con leños y bosta, se convirtieron en insuperable yeso. Y, lógicamente, para el tarrajeo de las caras interiores y exteriores de las paredes, se ha acarreado arena blanca fina desde Pakupata. Se ha cortado mucho sanki para utilizar su adherente resina. En el frontis que da hacia la Plaza se lee muy claramente: “20 octubre 1943. Maestro: Zenén Flores, Valentín Quillas. Cabecilla: Clemente Inca, Jacinto Flores, Jorge Cupe, Santos Flores, Saturno Mendoza, Fidel Medina, Santiago Flores, Domingo Díaz”.
Ni hablar. La torre de puro cheqo o piedra sillar, se había concluído en 1931 y estaba llamada a la eternidad, por eso el incendio no la afectó.
Así las cosas, la llamada de atención del cura Valenzuela, venido para la Fiesta Mayor desde su sede parroquial en Cabana, tiene especial significado. Con desazón, se va convenciendo que sus prédicas ya no conmueven y cada vez menos gente está atendiendo a los asuntos de la religión.
Después de la procesión, espero al Ecónomo, Mayordomos, Prebistes y todos sus miembros en la Casa Cural, porque esto no puede seguir así. Ustedes saben cuánto he hecho para que el señor Obispo nos envíe un melodio aquí, para que podamos acompañar nuestros cantos en los oficios religiosos. Y ¿puedo confiar siquiera que podamos traer el aparato desde donde lo deje el barco?..
Ya en la sede parroquial, con rostro compungido, están atendiendo en silencio a las indicaciones del sacerdote: don Pascual Damián, el Ecónomo; don Manuel Tito, el sacristán; Timo Flores, su ayudante, muy joven; el aprendiz de cantor, don Nicanor Inca y un buen grupo de mayordomos y prebistes. Desde la primera llegada de los Padres Redentoristas en la gran Misión de 1900 se había dado forma a la organización eclesial en el pueblo. La Jerarquía local, después del sacerdote, la encabezaba el Ecónomo.
Él organizaba y presidía en el Templo, las “Lotrinas” de los días miércoles, a las 4 de la madrugada. Conocedores de la ausencia de un sacerdote, los misioneros enseñaron a los fieles a reunirse, a la hora del Wallpa Waqay, para rezar, cantar y renovar la Fe. Concluían el acto venerando a la Cruz en una procesión que recorría la plaza, con repique de campanas.
El señor Ecónomo guardaba, además, la llave de la Iglesia y la del Cementerio, tenía la obligación de conservar los bienes del culto: los ornamentos sagrados en la Sacristía, así como los cálices, copones, los libros de Misa, los incensarios, las cruces, los palios, etc, que no abundaban, por cierto. Por otra parte, los Santos poseían algunas propiedades. Por ejemplo, la Santísima Trinidad era dueña de vacas en el sector de Toryana. También en la cabecera de Qellqata había una pequeña crianza. En el mismo pueblo, Yayanchik Qata y Qantoqcha, destinados al cultivo del maíz, pertenecían a la Iglesia y eran atendidos precisamente por el personal ya señalado. En el mes de setiembre, el primer “Pitukuy” para iniciar el sembrío del maíz en todo el pueblo, habría de cumplirse en Yayanchik Qata, por ser chacra de los Santos. Un grupo de ayudantes, llamados “los prebistes” secundaba al Ecónomo en el cumplimiento de su función. Ellos se encargaban, además, de cavar las tumbas para los entierros y eran los coordinadores en los cultos. Hacían repicar las campanas en las procesiones o cuando llegaba el sacerdote al pueblo, a la hora que fuere, de día o de noche. Entre el personal de servicio eclesiástico, también figuran las “Muñidoras o Muñecas”, mujeres, generalmente jóvenes, que cuidan y renuevan las flores en los altares y tienen limpios los manteles y los ornamentos sagrados para el culto.
Todos los santos tenían un Mayordomo, encargado de realizarle su Fiesta. El Cantor y el sacristán dependían directamente del Yaya, a cuyo servicio se destinaba, asimismo, otro grupo de asistentes. Los varones atendían a los animales y las chacras, mientras las mujeres vivían en la casa cural, atendiendo la cocina y el lavado de ropas.
En la reunión convocada, entre tantas recomendaciones, el padre Valenzuela les instó a nombrar a los responsables que, rápido, tendrían que ir a Puerto Lomas, en las costas de Nasca, a cargar el melodio que habían obsequiado desde Alemania, por pedido del señor Obispo. Muy seguro de que las cosas se cumplirían estrictamente, les indicó con quién contactarse y les alcanzó un documento firmado y sellado, en el cual se confería el Poder suficiente para el traslado del instrumento.
Recalcó que si no se actuaba con la suficiente premura, se corría el riesgo de que otros pueblos pudieran llevarse el aparato y, en ese caso, nunca más se recuperaría tan valioso donativo. Y que de ocurrir ello, la culpa sería sólo de los andamarquinos, por remolones y por no dar la debida importancia a las cosas de la religión y del culto.
Minchacunacama...
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