domingo, 25 de septiembre de 2011

¡HARTO MOTE PARA LOS PENSIONISTAS...!


La solícita y sonriente señora sirve a la mesa, procurando complacer los gustos de sus pensionistas, los profesores que están desayunando con tamaño apetito, dicho sea de paso. Los ánimos están altos como siempre, listos para una intensa jornada.
Está segura de haber puesto seis huevos pasados en el platillo, justos para cada uno de sus comensales, que ya están pelando sus humeantes papitas. Pero, qué raro, ahora que vuelve con la alcuza de sal, ají y pimientas, hay uno menos. Por las dudas, pensando que pudo haberse equivocado, completa el faltante. Cuando vuelve con los panes nota que vuelve a faltar otro. Esta vez se hace la desentendida, pero la seria reclamación del “profe” Alma no se hace esperar:
 ¿Y mi parte?... El médico no me ha prohibido comerme un huevito pasado, de vez en cuando, ah?..

No quedaba más remedio. A aumentar la ración se ha dicho. El comiloncito le estaba haciendo su pedido de yapita. El “viejo” Parra, Tula y Ofelia, el “negro” Julio, el “gordo” Dino, casi no pueden contener la risa, porque conocen de memoria la maniobra. Claro, ¿quién iba a ser?... “Alma” pues, que ya se había agenciado su refrigerio para más tarde. Los otros también se inspiraban cuando apetitosos choclos frescos sancochados adornaban la mesa, con su quesito qapchi, o tamalitos y humitas recién saliditas de la olla. Ya en la calle, los insobornables testigos también sabían cobrar su parte, ¿o hablo?:
 Claro, ¡qué tal raza, solito quieres engullirte todo!.

Los profesores de la Escuela Primaria habían coincidido en contratar los servicios de la señora Felícita para su alimentación. Experta cocinera, la distinguida dama se esmeraba en brindarles una atención familiar, ofreciéndoles platillos deliciosos y abundantes. Conocedora de la realidad, pues su esposo también era profesor, ofrecía facilidades en la medida de sus posibilidades. Les esperaba el pago hasta cuando llegaban los sueldos, a veces alguno se retrasaba. Una verdadera amistad había ido cultivándose, el ambiente era en verdad familiar. Habían ido llegando de a pocos al pueblo, se sinceraban en sus problemas y se ayudaban sin restricciones. Procedían de diferentes lugares, se encontraban solos, sin familia y vivían en habitaciones alquiladas en la casa de don Roberto o de doña Zoila.
Menudeaban las bromas, las tomaduras de pelo, los intercambios de informaciones o discusiones frente a la problemática diaria, cada vez que el grupo docente se congregaba en las horas de alimentación.

El “viejo” Parra, como siempre, urdiendo los grandes golpes:
 Tenemos que preparar un operativo. Ya están saliendo ricos choclitos, fresquecitos.
 Aquí nomás, a la entrada del pueblo, en la chacra de los Herrera ya está
bonito el maíz,
- también la señora mete carbón.
 “Naque”, tú mismo eres, - dice el negro Julio-, si quieres yo te acompaño.
 ¿Y si me chapan?... Nada, vamos todos, solo no voy.
Esos patas, casi no cuidan su chacra, no pasa nada, vayan nomás-,
no falta el candelero...
 La señora nos va prestar un costalito, después de la cena vamos a ver qué
pasa.
En el desayuno del día siguiente faltó queso, porque como los choclos estaban tan deliciosos, todos querían más.
Y, claro, la sentencia:
 Mañana viernes, nos vamos a traer más y nos hacemos humitas y tamalitos,
sí?...
 Pero, ustedes tienen que ayudarme. Los hombres van a moler y la señorita me
ayudará en la preparación.
 Claro, señora, no se preocupe.
 Pero, prohibido que este “Naque” entre a la cocina… Con tanto probar no nos
va a dejar nada...


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La primera vez que Ofelia posó sus pies en suelo andamarquino, sintió que se iniciaba una etapa extraordinaria en su vida. Desde cuando había logrado con mucho sacrificio su Título Universitario de Licenciada en Educación con Especialidad, había venido tocando puertas con verdadera ilusión. En su Ica natal había gran congestión de personal docente, debía salir lejos, ya estaba convencida. Los acontecimientos se han precipitado, casi ni se ha dado cuenta cómo ha atravesado cordilleras y ahora está en Puquio. Se siente realmente conmovida por las inclemencias que ha debido sufrir desde su salida del entorno familiar y, por momentos, la férrea voluntad inicial como que quisiera debilitarse.
 Cómo que te vas a ir a Puquio, ¿dónde te mandarán, a las punas a refundirte con las llamas?. ¿Para eso has estudiado cinco años?. Ya encontrarás algo por aquí. Además cuánto es el sueldo, como ayudante en alguna oficina o tienda, seguro que te pagan más.
 Otra cosa. Hablan de que los grandes funcionarios se aprovechan de las jóvenes para darles un puesto y hasta les quitan sus sueldos.


Han abundado las reconvenciones y observaciones familiares, pero la decisión estaba tomada. En su fuero íntimo sentía voces inocentes de niños lejanos que la llamaban con ilusión.
Desde un primer momento había impuesto su clase, su porte digno y el peso de su expediente. Algunas entrevistas fueron necesarias, por supuesto, pero al fin le había sido asignada una plaza en Andamarca. Averiguó con los otros postulantes, sobre las características del pueblo y la forma de llegar. Hasta con cierta envidia le aseguraron que había logrado una excelente ubicación. Estaba cerca, existían servicios básicos, como carretera, luz eléctrica, agua potable y había comunicación por el servicio diario de buses.

Muy diferente es el asunto para aquella postulante destinada hacia un pueblecito pequeño, lejano, aislado, perdido en las punas, a donde sólo se llega a pie. Algo más que la necesidad de ganar un sueldo animan a estos jóvenes que dejan las comodidades de la ciudad para internarse en realidades tan distintas a la suya. Debe primar una razón más que especial para someterse voluntariamente a privaciones y condiciones tan duras. Una necesaria comunicación con gente sólo quechuahablante es un trámite hasta doloroso, pues desconocen el idioma de los pobladores. Lo de su diaria alimentación es otro tema urgente. Desde muy tempranito enciende el fogoncito habilitado en una esquina del salón asignado como vivienda, para idearse algún platillo de una especialidad que iría ganando en el ejercicio diario. Antes, en casa, mamá lo hacía todo. Por otro lado, debe preparar la labor del día, las clases para cada grupo de estudiantes, revisar sus cuadernitos. Como a diario la gente suele desaparecer del pequeño pueblo al irse a sus chacras, sólo convivirá con sus niños. Al llegar la noche, protegiéndose del inclemente frío, vivirá la soledad más desnuda y fiera. Se sentirá atrapada, atormentada en medio de la vacía y negra oscuridad. Si hay suerte, talvez alguna lejana emisora podrá ingresar al pequeño receptor, hablándole de realidades cada vez más distantes, pero hay que ahorrar pilas también, ¿dónde compraría las nuevas?.

Y así, día tras día, mes sobre mes. Muy de vez en cuando, la visita de algún colega o quizá un comerciante. Sólo una vez al año sabe llegar también el curita Rómulo Miranda. Nada más. Por eso, cuando estos profesores son convocados a Puquio para algún cursillo o concentración, no falta el solícito amigo que los pone en contacto con la civilización:
 Este aparato es un carro, ca-rro, sirve para andar, para viajar. Este otro aparato es un teléfono, te-lé-fo-no para que pongas un telegrama a tu familia, esto es un periódico, y esta es una carretera, ca-rre-te-ra que te va a llevar a tu pueblo, si es que algún día sales de tu destierro.

El grupito de niños confiados a su responsabilidad, cada día se acostumbra más a su trato de maestra. Como es solita, para atenderlos, los ha dividido en grados de estudio. Las autoridades de la Comunidad procuran asistirla en la medida de sus posibilidades. Los días de fiesta mayor, como el Día de la Madre, la Jura de la Bandera o el 28 de Julio, organiza actuaciones en la placita central. Los alumnos recitan y entonan canciones, representando escenas diversas, en fin. La gente poco a poco irá aprendiendo también a participar.

Sólo el calor de un entusiasmo siempre juvenil, las ganas de realizarse, una gran voluntad de hacer obra trascendente son sus armas para vencer amarguras. Las fieras dentelladas de la amarga soledad y de la falta de comunicación con los suyos la atormentan con cierta frecuencia. Entonces sale al campo, aspira el perfume de las flores silvestres cuyos colores se confunden con los de juguetonas mariposillas besándolas sin descanso, el canto rumoroso del río se une a los tiernos gorjeos de mil aves y el olor de los caminos recién mojados por la amiga lluvia, como que la embriaga suavemente. Una dulce sinfonía que fortifica, rejuvenece el espíritu y que jamás olvidará. Sabe, entonces, que es muy afortunada. Solamente aquí alguien puede ser tan bellamente gratificada por la inmaculada naturaleza, tan real, tan suya. Y, ¿porqué negarlo?. Se emociona también hasta las lágrimas cuando poquito a poco, sus niños leen, escriben, van ganado experiencias y conocimientos.

En Andamarca, lo tenemos dicho, el asunto es diferente. Para empezar, sumando los tres niveles de Inicial, Primaria y Secundaria, laboran no menos de 40 profesores, venidos de Ica, Arequipa y hasta del norte del país. Había buen ambiente y la amistad se robustecía para toda la vida. Varios son los profesores que también encontraron el amor y formaron sus hogares. La vida seguía desarrollándose y todas sus urgencias habrían de ser colmadas con naturalidad.
 ¿Está todo listo para el ponchecito?. ¿Consiguieron el maní, la leche, las galletas?...
 Felizmente, todo. Y tú, ¿ya conseguiste el arpa y la música?.
 Hablé con Carlos, me ha ofrecido estar presente, ya hará grupo con el profe Tomás y todos cantaremos.
Los preparativos están a la orden, se activan los mínimos detalles, todo debe salir bonito. El grupo de amigos profesores desde su salida de la escuela a las cinco de la tarde no encuentra descanso. En un ajetreado ir y venir están preparando la serenata que a las doce en punto le llevarán a Techi, la colega que mañana está de cumpleaños. En la mayoría de casos, han debido prestarse los enseres de algunas madres de familia bondadosas y colaboradoras.

A la hora convenida, convenientemente abrigados para soportar los rigores de la noche invernal, se han juntado todos. La orquesta también está lista, con el amigo Carlos y su acordeón. Se ha prestado del tío Lucho, el profesor decano, la guitarrita de palo para que toque el profe Tomás. Ahora ya con gran sigilo han llegado hasta la puerta de la habitación de la santa y han iniciado los compases de la salutación.

Conforme la señorita Techi, profesora del tercer grado “B” en la Escuela Primaria, ha ido despertando lentamente, los versos han ido haciéndose más nítidos:
“Bajo la sombra de un verde prado naciste,
dicen tus padres que allí forjaron tu cuna…
El día que tu naciste nacieron las lindas flores,
Y en la pila del bautismo cantaron los ruiseñores”…

Recordó, entonces, que en la noche mientras conciliaba el sueño, algunas lágrimas habían humedecido sus rosadas mejillas pues había pensado con ternura en sus padres, sus hermanos, sus amigos de barrio y había sentido más desnudo que nunca el abrazo de la soledad y se había preguntado porqué...
“Ya ya, pues, abre tu puerta, siquiera la ventanita”, le decía el coro de visitantes, entre cuyas voces creyó reconocer las de algunos de sus colegas.
Con su amplia y familiar sonrisa ha recibido el abrazo de sus compañeros de trabajo y ha sentido tanta gratitud, tanta luz hermosa en el corazón que le están haciendo llorar, esta vez de felicidad, de saberse sentida, talvez querida, aún en la orfandad y en el silencio de la ausencia de los suyos.
Ya instalados de alguna forma en la estrechez de la habitación, han menudeado las canciones.
 Calientito nomás señorita sírvase este ponchecito de maní y ajonjolí, - la señora oferente.
 Ya, ayuda a alcanzar las galletitas, pero vas a guardar tus mañas, no vas a ser “chulla wicsa”(barriga sola), contigo hablo causita, -la recomendación a media voz nomás, como para que nadie deje de enterarse del “café” que le han metido al pobre “Alma”.
Claro que los varones han llevado también sus copitas de licor especial, de manera que la alegría ha sido cabal y el tiempo ha resultado corto. Han vivido una alegría especial, un orgullo casi, al entonar con fuerza, como para que escuche con envidia todo el pueblo:
“Profesorita, profesorita qué buena plata ganas tú,
nos compraremos una casaza y un automóvil pa’ los dos”.

Para cuando el cortejo serenatero se ha retirado, ya han estado llegando los albores de la madrugada. No había problemas, hoy es sábado. Techi pensaba y pensaba en cómo haría para preparar siquiera algunos bocadillos y retribuir la generosidad de sus amigos.
La señora Feli, la de la pensión, le dice:
 Sobre el almuerzo, señorita, usted no se preocupe. Yo me encargo, haré una especialidad para usted y por supuesto que debe invitar a todos sus colegas y amistades. Le acondicionaré la sala grande para que atienda a todos sus visitantes. No se preocupe de nada señorita.
Emoción, gratitud, ganas de gritar, de llenar el espacio con voces de júbilo. Todos deben saber que, a pesar de los problemas y las circunstancias adversas, siempre quedan enormes espacios para la solidaridad, para la generosidad, para el blanco sentimiento.

Y así vivía el grupo humano. Integrándose, siendo uno en los trabajos, en los esfuerzos, en las alegrías, en los dolores también y talvez más. Por ejemplo, cuando a Marcial se le murió el pequeñito que criaba con tanto afán todos estuvieron allí, acompañándolo, esforzándose por hacer menos perceptible el dolor. Y si se presentaban enfermedades o problemas de cualquier índole, estaban siempre atentos, juntos todos, compartiendo, alentándose, jalándose, sintiéndose.

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 Oiga profesor, por favor, cuente bien, no vaya a haber algún problema, no se me apure, ¿cuánto ya iba?...

El escenario es la oficina del Banco de la Nación, en Cabana. Don Carlos, el único empleado, Administrador, pagador, secretario y wachimán de la oficina atiende el pago de los señores profesores. Habían llegado desde tempranito de todos los pueblos de su jurisdicción. Algunos a pie, otros a caballo, de Andamarca, saben venir en motocicleta. Esto de los pagos es todo un afán, una ceremonia y festividad. ¿Quién no se emociona siquiera por un instante al recibir su platita?...Como desde Puquio envían los documentos, los cheques y el billete, la gente está atenta y se pasan la voz. Los más jubilosos son, por supuesto, los dueños de bodegas y de pensiones. Realmente, son ellos los que cobran. En Andamarca, más de treinta profesores han entregado sus cheques debidamente firmados al profesor Carlos quien ha partido a primera hora en su motocicleta. Cumple un acuerdo, para que los demás docentes no pierdan su día de trabajo. Para esta ocasión, don Lucho, el viejo maestro con más de cuarenta años de servicios, se pone su corbata de fiesta, y se va personalmente a recabar su dinerillo en el caballo “Apache” de la familia.

Nadie oculta su desencanto porque distribuidos los billetes, no alcanzan para nada. Todos suscribían el comentario:
 Cuando le presento mi cheque, el Empleado de la ventanilla del Banco me mira no sé si con burla o con cólera. Con burla porque le da risa tanta plataza y con cólera porque no puede entender cómo hay gente tan cojuda de aceptar que le paguen estito.
Aquí, están pues lo plenipotenciarios cobradores de los tremendos haberes docentes. Es el turno de Andamarca y de Chipao. Un numeroso grupo, espera ser atendido haciendo una colita ordenada en la calle, no puedo atenderlos a todos al mismo tiempo, comprendan pues, caballeros. Con atención y aprendida destreza ha contado los billetes que hacen la suma de todos los cheques presentados. Un montonal de plata, oiga... Los sueldazos de treinta maestros, imagínese usted. Ha concluído la operación primero con el delegado Aldoradín de Chipao y le ha cedido un espacio grande en la mesa central, recomendándole ser muy cuidadoso para no equivocarse en el conteo. Cuando concluye su operación con el comisionado de Andamarca, está calculando que el chipaíno debe haber avanzando bastante y azuza más su nerviosismo, con cierta picardía:
 Profesor, por favor ¿está usted contando bien?. ¿Todo conforme?. Tranquilo nomás, no se me ponga nervioso.La sonrisa maliciosa y un guiño cómplice al tocayo, que ya empaqueta su cargamento antes de emprender el retorno a Andamarca.
 Sí, no se preocupe, don Carlos. Todo está bien.
 ¿En cuánto iba?...
 ¿Cómo era, dónde estaba, cuánto había en este montoncito?...

¡A empezar el conteo, nuevamente, desde cero!. Así lo tenía acompañándole buen rato porque le repetía el juego varias veces. Al final, él mismo le volvía a contar los billetes, porque el sistema nervioso del chipaíno amenazaba con un colapso imprevisible.
La llegada de la moto era esperada con afán en Andamarca. Al tocar la campana de salida, Carlos era capturado por todos los poderdantes, a quienes les picaba la mano y también la sed, porque era reglamentario un vasito, aunque sea de chicha.
 ¿Waqay cholo rascabuche, qué cosa?. Yo soy misti decente, sajsa sikillapas (pantalón remendado), pero cervecero!.

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La fraterna solidaridad de sus relaciones se amplificaba cuando se decidían a reclamar sus derechos profesionales. El necesario Comité Distrital del SUTEP estaba allí más sólido que nunca, compañero. Tenemos que fortificar esta Huelga General. Todos los gobiernos se hacen los cojudos con nosotros. Un Presidente, muy cómodo él, conchudazo, había “justificado” la enorme desigualdad de sueldos pagados con dineros del Estado. El mismo, sus Ministros, los congresistas, los “altos” funcionarios o asesores se agarraban hartísimo plata y en dólares, “porque eran, pues, menos y les alcanzaba”. En cambio, como hay muchísimos maestros no alcanzaba la plata para aumentarles la paga, pues.

Estos y otros temas avivaban el interés en el conciliábulo que el grupo de disciplinados sutepistas sostenía en una esquina de la Plaza, aguardando el momento de iniciar su Asamblea Informativa. Las últimas noticias escuchadas en las emisoras de Lima no eran nada alentadoras. El Ministro de Educación, como siempre, ocultaba la cabeza como el “akakllo” y se negaba al diálogo. Exigía, sí, que todos los maestros volvieran a sus aulas cerradas ya hace dos meses. El consenso era general, no vamos a ceder, tendremos que radicalizar las medidas. Realizaremos más marchas de sacrificio y huelgas de hambre. En las ciudades grandes, ya están dándose estas medidas y también han sido tomados algunos locales públicos. A Dios gracias, los padres de familia y la población en general, hasta los alumnos, han salido a apoyarnos.

La reunión del día de hoy es vital. Han llegado Delegados de los pueblos vecinos porque vamos a escuchar los informes de los dirigentes de la Base provincial. No están ausentes tampoco algunos comentarios risueños, ante el interés de algunos transeúntes. De improviso una señora que no es maestra, se hace notar. Evidentemente, no es del lugar. Lleva una gruesa Biblia en la mano. Debe ser una de las predicadoras de las sectas que últimamente están arreciando sus campañas yendo casa por casa. Ha terciado en la conversación y les ha aconsejado paciencia, resignación y mucha fe. Ha repetido bastante su pedido de rezar, “porque el Señor acudirá y solucionará todos los problemas”.
 Y, ¿cómo le vamos a hablar, si no vemos dónde está Dios?, - le interrumpe Matta, conocido como el “Pachu” andamarquino.
 No, hijito, - contesta la buena señora. A Dios no lo vemos, pero Él está aquí, aquí mismo en medio de nosotros y está oyendo lo que hablamos y está sabiendo lo que pensamos.
 ¿Entoncccessshh, Diosshh esshhtá camuflado?...


Ha estallado la risa general coronando la inteligente pregunta de “Pachuco”, el más caracterizado “profe” de Aucará, por su inconfundible parsimonia y especial tonalidad y pronunciación y “lo pendenciero” de sus ocurrencias. La señora ha insistido en su misión salvífica, pero acaban de avisar que ya se inicia la reunión sindical.

Lo dicho. Los informes coinciden, la solución está cada día más lejana por eso sólo nos queda activar medidas de lucha más radicales, aún a nivel de las bases distritales. Manos a la obra, mañana nos concentraremos masivamente en Cabana, sede del NEC. La cosa se ha puesto color de hormiga, abundan las amenazas de despidos y castigos, pero no vamos a desgranarnos ahora, nos solidificaremos más.
Cabana está conmovida con la presencia de sutepistas venidos de todos los sectores. Nunca se había visto a tantos profesores juntos, jóvenes en su mayoría, algunas damas con sus huahuitas, ayudando a preparar la olla común. Culminando la reunión sindical, más de doscientos profesores han formado dos columnas en la calle y han empezado una marcha pacífica de motivación ciudadana: Pásame la S, la ese, pásame la U, la uuu, etc... Qué dice: SUTEP, agítenlo compañeros ¡SUTEP SUTEP SUTEP!. Crecía el entusiasmo, pero también las miradas preocupadas de las señoras, sobre todo.
Desde el inicio de la lucha magisterial, algunos policías se habían tomado el pleito como propio y, aún perteneciendo a la misma clase popular golpeada y empobrecida, como que se esmeraban en propinar tremendas palizas a los pobres profesores, en sus movilizaciones. A propósito, en esta reunión, un profesor ha mostrado una revista de circulación nacional con la foto de un novato teniente de la Policía, que se jactaba de ser “cazador de sutepistas, decidido a demostrar quién manda aquí”. Dicho guardia, por desgracia, era hijo de uno de los profesores mayores y de más caracterizada presencia, que se encuentra aquí con nosotros, participando con gran entusiasmo desde el primer día, alentándonos cuando queremos desanimarnos. Por respeto a sus canas y por no ofenderlo se ha decidido ocultarle la publicación.

La bulliciosa y ordenada caravana se aproxima a la Plaza de Armas. Todo el contingente policial está cuadrado en la esquina, armado hasta los dientes, con bombas lacrimógenas en las manos, escudos, en fin. Casi todos son amigos. Algunos profesores, inclusive, saben “timbear” con ellos por las tardes, o jugar fulbito lo sábados. El grupo que encabeza la marcha, portando el pabellón nacional y la banderola sindical, ha procurado alcanzar al alférez que comanda el operativo represivo, el permiso otorgado por la Subprefectura de Puquio para la marcha. El oficialillo ni siquiera se ha dignado mirar el documento. Ha gritado sus órdenes, como si estuviera en alguna escaramuza militar y ha lanzado casi en los rostros de las maestras su primera bomba lacrimógena. Las voces de ¡tranquilidad compañeros, no se asusten compañeros, humedezcan sus pañuelos compañeros!, no tuvieron tiempo de ser aplicadas, pues la represión apresaba a todos los que estaban a su alcance y se los llevaban al local policial. Sonaban los disparos, uno que otro exaltado llamó a coger piedras y a repeler el ataque. ¡Tranquilos compañeros, no corran, nosotros somos más, ellos son pocos, podemos dominarlos, no se dejen agarrar, defiéndanse!, los gritos de uno y otro lado. Hasta que arreciaron los balazos, la cosa no se calmó. La población está tremendamente conmovida. Jamás se había vivido situación igual. Con el temor de que alguien hubiera caído, el grueso empezó a retroceder protegiéndose y escaló rápidamente el cerrito contiguo, donde se parapetó detrás de un enorme muro de piedras, decidido a enfrentarse con todo.
 Oye, maricón, escúchame. Tú, alferecillo cobarde, a tí te llamo. Tú solo conmigo. Deja tu arma. Si eres hombre, aquí en la pampa, te voy a enseñar a golpear mujeres, te crees muy hombre porque tienes armas y no estás ni para un sopapo. Que nadie se meta, yo contigo mariconazo, solos, a ver ¿dónde está tu macheza, demuestra pues?...
 Si le tienes miedo a él, conmigo, soy chiquito y flaquito, ven, mariconazo, a puño limpio, nada de armas.


Las pifias y gritos de los gratuitamente atacados maestros, claramente escuchados en toda el área, apabullaron al valiente jefe de la Comisaría, que sólo atinó a protegerse en su despacho, debidamente escoltado por supuesto. Los represores ya no se atrevieron a más y se dedicaron a recorrer las calles disparando como locos, buscando profesores. La orden era que revisaran a todos los transeúntes y si era maestro, derechito a cana. Total: 18 manifestantes presos, ocho han sido maestras madres de familia y sus bebés están llorando desesperadamente.
Hay que actuar rápido. Las tareas son urgentes. Los profesores del lugar deberán camuflarse y buscar contacto con las autoridades locales: el Alcalde, el Gobernador, el Juez y algunos vecinos notables, ni abogados hay aquí. Entre éstos, como siempre, hubo quienes se negaron, pero no faltaron los amigos, los paisanos que trataron de ayudar. Pidieron entrevistas con el alferecillo que se había proclamado todo un Emperador. Embozado en su uniforme comando, no atendía razones. Se le planteó el canje de las damas con varones. Nada. Las horas han ido avanzando y la noche ha caído pesadamente. Mañana, a primera hora se van los presos a Seguridad del Estado en Lima, yo mismo los entregaré, fue su inflexible decisión, sólo así podremos barrer con tanto revoltoso que atenta contra el supremo gobierno. Se tuvo que coordinar acciones urgentes de apoyo, juntar míseras bolsas para alcanzarles a los presos y encargar a los familiares la atención de las criaturas. Un grupo de enrabiados profesores trataba de convencer a los demás para ejecutar acciones concretas como bloquear la carretera y liberar a los detenidos. Pero, esto podría ocasionar hasta muertes, pasar a la clandestinidad, en fin. No estamos para eso.

Con el paso de los días, han arreciado las noticias desoladoras. La policía maneja una lista de dirigentes para capturarlos y las Resoluciones de despidos y traslados disciplinarios están saliendo como volantes. Responderemos con una gran marcha de sacrificio de todos los distritos hacia Puquio, para tomar la Dirección Zonal. Cinco días después, a las ocho de la noche el grupo de dirigentes venidos desde las bases interiores, se sirve una frugal lawita en Andamarca, ocultándose de la repre, por supuesto. En una hora más, veinte maestros de esta base nos uniremos y caminaremos toda la noche. Al día siguiente la noticia había fortificado las esperanzas de miles y miles de angustiados profesores comprometidos en una desigual lucha que ya cumplía tres meses: ¡Quinientos maestros tomaron la sede zonal de Educación de Puquio!.


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 Qué tal, señoritas, ¿a dónde creen que se van, quién les ha dado permiso?.
 Hola, coleguitas. El amigo Rodolfo nos ha invitado a conocer Chipao, dice que hay buenos baños termales en Mayobamba. Volveremos hasta la tarde, nomás.


Son Dino y Julio, los profesores que con los aparejos necesarios en la mano están bajando al río en plan de pesca, nos toca “cebichear” hoy. Claro que los caballos están debidamente ensillados y moviéndose nerviosamente en la puerta de la casa, listos a iniciar el viaje hacia Chipao. Las dos jóvenes profesoras, de pantalones y casacas, con coquetos sombreros y lentes ahumados, atienden a las indicaciones de su guía para montar correctamente a los zainos y manejar las riendas.
 Ese amiguito no ha hablado con nosotros, debe solicitar permiso, nos están
o obligando a tomar medidas urgentes.
 Y, ¡cuidadito con tardarse!.