viernes, 26 de julio de 2013

MI PRIMER VIAJE - II

Hacía escasos diez meses que se había inaugurado con la mayor fiesta popular la carretera a Puquio, construída con enorme coraje y decisión, por la Comunidad andamarquina. Recuerdo qaspa qaspacha (apenas, muy borrosamente) que todo el gentío no dejó de bailar durante el día y la noche. Salieron los cuadros costumbristas: danzantes, machoqs y haylleqcuna o waylías, las qayras, vasallos, negritos y pucas, el villano, las vaqueritas y los orqochos, los gañanes con sus pururus y no sé cuántos más. En cada esquina de la plaza habían colocado un vasijón con trago para los cuatro barrios, de manera que no había forma de sustraerse al indescriptible jolgorio. Y es que la Comunidad se había sacado la mugre durante tres años como mínimo peleando con las rocas, el frío, el viento, el hambre, horadando la cordillera construyendo a pico y lampa, la carretera que ahora estamos recorriendo con tanta facilidad.

Fue un proceso lento el que los andamarquinos vivimos para acostumbrarnos a esta nueva forma de transporte. Claro que muchos, todavía seguían recurriendo a las acémilas. Era toda una aventura este viaje, sobre todo si se hacía en época de lluvias y con la familia. Recuerdo que yo y mis hermanos, chiquititos todavía, éramos cargados en angarillas sobre los burros, uno a cada lado. Y, como ya éramos varios, - los demás todavía no habían llegado-, se necesitaban dos burritos como mínimo. Era difícil alcanzar el contrapeso y, si tanto apuraba, nos aumentaban con piedras para que la carga no se ladee de ningún lado. Pero, es harina de otro costal. Ya les contaremos si todavía tenemos tinta y ustedes la paciencia de seguirnos leyendo.

Mucha gente, sobre todo del común o natural, nunca quiso subir a un vehículo que, por otro lado, se presentaba muy esporádicamente. Como la construcción del puente en Tincúhua demoró buen tiempo, algunos carros aprendieron a venir de Puquio hasta este sector. Quienes necesitaban ir hacia la capital provincial, llevaban sus cargas en burrito, cruzaban el río y abordaban el vehículo. Recuerdo que una camioneta con la inscripción “La Flor de Andamarca”, cumplía este viaje. Cuando ya pudieron ingresar al pueblo, después de la inauguración de octubre de 1955, fueron haciéndose conocer los transportes de Fortunato Aragonés, o “el Picaflor Andino”, o el de Abdón Aguilar que trabajó hasta con dos unidades. Todos eran camiones, de manera que la gente debía acomodarse junto con la carga. Más adelante, después de largos años, la empresa Campos que cubría el servicio entre Puquio e Ica, puso un ómnibus de menor tamaño por supuesto, con su chofer don Jesús Hualpa, pero no se quedó, creo que hizo apenas uno o dos viajes. Conforme iban pasando los años, iban aparecieron más camiones y el servicio de pasajeros también empezó a cumplirse en buses modernos de esa época, de las empresas Pérez Albela y Cabanino. Antes, había circulado por algunos años un ómnibus o góndola, le decían, cuya carrocería era absolutamente de madera. No estoy muy seguro si su dueño se apellidaba Ferrel y cubría exclusivamente el servicio entre Puquio y Chipao, pasando naturalmente por Andamarca. Los pilotos o choferes de estas unidades pioneras, alcanzaban el rango de héroes en el imaginario popular, porque se aventuraban sin miedo a manejar esas moles inmensas y dominaban sus secretos al revés y al derecho. De esos tiempos primeros, vamos recordando los nombres de los aludidos Aragonés, Aguilar y, junto a ellos, el famoso “Oqecha” Andrade, don Rósulo Espinoza, los hermanos Jesús y Filomeno Hualpa. Unos años después, la generación de los Quevedo, los Illanes, -Lucho y Silvestre -, los Navarro y tantos otros nombres más que se pierden en el recuerdo.

Acostumbrarse a viajar en vehículos motorizados fue un proceso lento para el andamarquino. El movimiento, por otro lado, era muy irregular. Durante semanas enteras no se veía carro alguno. La forma de viaje más expeditiva entonces, seguía siendo el uso de los caballos. En condiciones normales, un viaje a caballo entre Puquio y Andamarca, podía durar unas diez horas. Después de un buen tren de camino desde las seis de la mañana, había que hacer una parada de una hora como mínimo en Quilcata o Ñuñulla para que los animales descansen, tomen agua y coman algún pasto, mientras nosotros damos cuenta del fiambre infaltable en la alforja. No podemos olvidar, por otro lado, que los empedernidos caminantes seguían cumpliendo sus movilizaciones a pie, como el insuperable Leandro Tito, que hasta se daba el lujo de apostar a los carros, a ver quién llegaba primero al pueblo. El viaje entre Puquio y Andamarca, en camión, no bajaba de unas diez o doce horas. El camino no era bueno, las cuestas muy pronunciadas, el camión subía ayudándose con cuñas de piedras que el ayudante iba poniendo, se recalentaban los motores, las curvas eran tan cerradas que obligaban a cuatro o cinco retrocesos, por lo menos. En los sectores con cara al abismo, la gente prefería bajarse y el único que se arriesgaba era el chofer. En fin, toda una aventura el viajecito este.

Bueno, estábamos en que nuestro camión seguía su lento caminar. Hasta que, pum… El carro se plantó. La lluvia había cesado ya, persistía sólo una pequeña garuíta, casi imperceptible. Como la demora se prolongaba, algunos caballeros bajaron después que el ayudante abriera la puerta. Al rato, desconsolados, informaron que aquí terminaba el viaje, que don Abdón estaba tratando de hallar alguna solución amarrando las piezas quebradas, pero que no había ninguna garantía. Alguien mencionó que estábamos frente a la inmensa laguna de Toryana y que a dos vueltas, encontraríamos auxilio en el Restaurante de Sayre, al empezar Canllapampa. El propósito de Abdón era tratar de llegar siquiera hasta este punto. Con su ayudante improvisaban herramientas, inventaban amarras y garfios especiales, pero todos sus esfuerzos fracasaron. El diagnóstico final: “me tengo que ir a Puquio para traer la pieza que se ha roto, otra forma de avanzar, no hay”. Fácilmente eran ya las cinco de la tarde, teníamos ya diez horas en la carretera y había que llegar al Restaurante, ni pensar en amanecer aquí. Los caballeros ayudaron a bajar a las damas, sacaron sus frazadas y avíos de mano, y me invitaron también.

- Oye hijito, tu no te vas a quedar, lleva tus cositas, vamos a caminar, tenemos que llegar al Restaurante.

Cuando bajé del carro, felizmente ya no llovía, pero el camino estaba mojado y había que cuidar las pisadas. El primer riachuelo a vadear era la salida natural de la laguna, que lógicamente con la lluvia, estaba llena. Felizmente, los señores me ayudaron y pude sortear el obstáculo. Un poco más allá de la primera curva, estaba el otro riachuelo de Supaymayu, que es más cargado, pero felizmente habían logrado improvisar un vado con piedras grandes y pude superarlo con la ayuda de los generosos amigos. Naturalmente que también las señoras padecían en estos pasos. Resultaba inevitable mojarse los pies, yo ya me había empapado uno de ellos, pero no había que llorar. Cuando llegamos a la quebradita de Visca, entonces sí, la cosa se complicó totalmente. El río estaba cargadazo y no habría forma de pasar. Todas las posibilidades de seguir el camino fueron estudiadas por los señores que iban y venían por la orilla del río que bramaba desafiante.
Del otro lado apareció un pastor de puna que con la wara bien arremangada y ayudándose con un palo de regular fuste intentó el cruce, buscando el camino. Porque no sólo es entrar a desafiar la fuerza de las aguas, hay que encontrar dónde fijar las pisadas ya que las piedras han sido movidas por la correntada. Ciriaco era su nombre, y todos lo esperábamos en la orilla. Los mayores le alentaban gritándole indicaciones que no estoy muy seguro de que las escuchara. El caso es que llegó a cruzar y dijo que siempre lo hacía. Los varones, entonces, decidieron hacer una cadena y sacándose los zapatos entraron a desafiar al riachuelo, bajo la guía de Ciriaco. El trayecto fue penoso, algunos amenazaban con caerse por las inseguras pisadas, pero sosteniéndose unos a otros, lograron llegar a la orilla salvadora. Ciriaco retornó por otro grupo y ya todos los varones están a buen recaudo. Ahora, las señoras no iban a poder jalarse. Entonces, Ciriaco decidió cargarse una por una a las cuatro damas. Ver al hombre luchando contra las aguas, con la señora que trepada a su espalda, engarfiada a su cuello, gritaba con desesperación, era un espectáculo que no se podrá olvidar jamás. Como el Restaurante estaba muy cerca, alguien había conseguido traguito y cada vez que llegaba Ciriaco a la orilla salvadora, le animaba con un buen copón, golpeándole la espalda y animándole a seguir con su salvífica tarea. Hasta que llegó mi turno entre los últimos. Claro que conmigo el asunto le resultaría más fácil, digo, por mi insignificante peso. Además, las señoras no iban solitas con su humanidad. Todas llevaban sus pañolones, sus frazadas y los avíos que traían en bolsas o costalillos. Cuando llegamos al Restaurante era ya de noche y toda la verdad de mi inocencia agradecía a Ciriaco. Los caballeros han juntado algunas monedas que el hombre ha recibido sonriente. Por mi parte, sólo he podido alcanzarle algunos panes de mi valioso cargamento.
En el Restaurante, los rostros cambiaron totalmente, todo era chanza, alegría dentro de la adversidad. Claro que quienes se mostraron más nerviosos en el difícil trance, fueron objeto de las burlas de los demás. Un caldito bien caliente es lo que pude servirme, por la invitación de la señora a quien me había encomendado mi abuelita, pues yo ni conocía bien la plata.

Cuando desperté al día siguiente, ya el solcito estaba saludándonos y las señoras hacía rato que estaban en movimiento, ayudando en la cocina para el alimento del día. Con los mejores cálculos, don Abdón estaría bajando recién a Puquio, pues tuvo que irse a pie en la madrugada y, con suerte, estará regresando hasta la noche, si es que algún camión se anima a venir, porque con estas lluvias prefieren esperar a que mejore el tiempo. Yo me animé a caminar un poco y conocer el paisaje. La extensa llanura a todos lados, por el norte Canllapampa, atrás la quebrada de Visca, lejos los farallones de Quillimsa y más allá, al frente izquierdo, Sankupata y tantos otros parajes que ya ni recuerdo. Por allí cerca estaba la estancia de Ciriaco quien después de alimentarse y soltar a sus animales, había llegado a ver cómo nos iba en este reposo canllapampino. Precisamente, fue él quien me indicó los nombres de los lugares que teníamos a la vista. También me señaló la ubicación de las estancias de otros pastores de puna como él, en la inmensa quebrada de Visca.

La señora Albina me buscaba para el almuerzo, pues yo me había alejado de la choza mirando el río y sus ruidosas vueltas. Me empezó a brincar el corazón, cuando advertí la familiar presencia de los caballos de mi papá. Corrí a saludar al “Tapra” y al “Lobito” que también me demostraban su alegría por el reencuentro. Tres señores, habían tomado la madrugada y se habían ido a pie hacia su destino, Aucará. A su paso por Andamarca, le habían avisado a mi papá de nuestro percance. No lo dudó un instante. Ensilló inmediatamente los caballos y encargó al fiel Benigno la tarea de mi rescate. Ligeros de carga, los animales habían avanzado bien en la cuesta y pasado el mediodía estaban listos para el retorno. Apenas tuve tiempo de agradecer a las señoras por su bondad conmigo, monté en el Tapra y, hasta Andamarca no nos para nadie, porque si no nos apuramos la lluvia nos va a lavar en toda la bajada. La pampa la cubrimos a galope limpio, la bajada a Wayllahuarme con cuidado porque el camino está bien mojado y los animales se tropiezan en las piedras movedizas. Igual cuidado debemos tener en la bajada a Huaqraqa y después hasta el puente de Tincúwa. Como todo estaba nublado no se veía bien el horizonte, pero la noche ya empezaba su turno cuando bajé del noble animal en mi casa, para recibir los cariñosos abrazos de mi mamá y la alegría de Laura y Eusebia. Benigno desensilló los caballos y los llevó al mojadal de Totora, de manera que cuando mi papá llegó de la chacra, medio mojado por la lluvia, todo estaba bien dispuesto.

Me convertí en el héroe de la familia y todos no se cansaban de preguntarme por Puquio, cómo era, qué se veía, dicen que de noche las calles están iluminadas y hay bastantes carros que caminan para todo lado. También mis compañeros de aula supieron de mi valor y destreza para cruzar el caudaloso río Visca. En fin.

En estos últimos tiempos, habitantes obligados ya de la vejentud, conversaba con el viejo Leandro en mi tierra.
- Oiga,- me decía-, qué diría don Herminio viendo esto, tanto carro que las calles están llenas en todas direcciones, ya no alcanzan.
Lo decía recordando las interminables jornadas de trabajo en la carretera y cómo mi papá se entercó en su decisión de hacer bajar la carretera por Huaqraqa y Tincúwa, cuando los vecinos de Cabana querían jalar por Sankupata y los chipaínos por Panqapata y Tantuñe. Pero, bueno, de eso hablaremos en otra ocasión. Vamos ahora a disfrutar un maicillo de doña Simonita. Alguno siquiera se habrá salvado. Claro que con tanto movimiento y machucones está bien molidito, pero no lo vamos a desperdiciar. Icha manachu?.



lunes, 22 de julio de 2013

MI PRIMER VIAJE

Seguro estoy de que los desesperados gritos de dolor que salían de mi garganta y llevaban todas las fuerzas de mi pequeña humanidad, se habrán escuchado en todo Puquio. No tardó en ingresar desconcertada una señora para preguntar con imperio a mi abuela qué estaba pasando, qué le estaba haciendo a este pobre chico. Después supe que la indicada dama era la secretaria ejecutiva y única empleada de la famosísima Notaría de don Beli Bendezú en Puquio, capital de la provincia de Lucanas. Estábamos en la zona central de esta ciudad que acababa de descubrir con el asombro de mis primeros ocho añitos. La pequeña vivienda de mi abuela se situaba a un costado de la referida Notaría y casi al frente del emporio comercial de don Julio Bendezú, uno de los más importantes de la región.

Mi abuela, con la absoluta facilidad que tenía para despachar a los mirones, le dijo que todo estaba bien, que no pasaba nada, que nadie estaba muriendo, que no se preocupara. Y, no era que no pasaba nada, porque sí estaba pasando, y mucho, y era que todo el dolor del mundo estaba amontonado en mi inocente boca, pues la querida madrecita de mi papá, me estaba aplicando uno de sus fulminantes tratamientos curativos que no admitían discusión alguna: estaba frotando todo el interior de mi boca con cochayuyo seco y otras yerbas afines, y lo hacía con mayor fuerza, pues, según ella, la parte afectada debía sangrar. Un tiempo después, escuché decir que los dentistas aplicaban unas curaciones con taladros eléctricos, en las que simplemente veías a Judas calato, pero en esta ocasión, yo creo que ví no solamente a Judas sino a toda su cohorte, incluídas su mujer y su trampa.

El caso es que yo estaba en manos de la sabia y poderosa mano curativa de mi abuelita doña Simona Ruiz de Castilla y Córdova, porque hacía unos buenos días que venía turbando la habitual calma de nuestra casa en Andamarca, debido a unos terribles dolores en el interior de la boca que no me dejaban comer. El sentarme a la mesa, era una real tortura y el llanto infatigable era mi ocupación, pese a los consejos y tratamientos de mi mamá. Mi madrina Anita, sabia matrona y médica del pueblo, había acudido presurosa en mi auxilio, pero como no me dejaba tocar la parte dolorosa, no podía aplicarme sus remedios y apenas si aceptaba algunas infusiones naturales que sólo calmaban por momentos el martirio.

En estas circunstancias, intervino mi papá, saturado por las quejas de mi madre, que no te preocupas, que el chico está mal, que no come, que llora día y noche, que te vas a la chacra y no conoces lo que está pasando, ni a la escuela quiere ir, que hasta se le ha hinchado la boquita que está llena de granos, que ya no sé qué hacer, en fin… Don Herminio, mi padre, hombre de pocas palabras y decisiones inflexibles pronunció la sentencia final: que se vaya al Hospital de Puquio. ¿Y quién lo va a llevar?...

- Claro que se ensilla los caballos y nos vamos, pero en este momento, no puedo dejar el trabajo, estoy echando semilla de alfalfa, se malograría todo. Total, es hombrecito, que se vaya en carro, le encargamos a alguna persona mayor que esté viajando, en Puquio lo recibirá mi mamá y se encargará de hacerlo ver y tratar.

Efectivamente, recuerdo que mi mamá me palabreó bien bonito, me dijo: “ya estás grande, te van a curar en Puquio, no te asustes, vas a ir bien recomendado, allá, tu abuelita te va a hacer ver y en dos o tres días nomás te vas a regresar y más bien vas a conocer Puquio”…, y así… Yo no estaba bien convencido y seguía llorando, no sé si por los dolores o porque tenía miedo de ese mundo nuevo que iría a descubrir.

El asunto es que, precisamente hoy, ha pasado el camión de Aragonés con dirección a Cabana y dice que en tres días, o sea el miércoles, va a estar de regreso. Hay que tener todo listo: su ropita, su fiambre y la papeleta para mi mamá, con la platita para el Hospital y las medicinas. Y, pues, llegó el día. Mis papás han conversado repetidamente con una señora y me han subido al camión. Me han acomodado junto a las señoras pasajeras y a otros caballeros que charlotean de cosas que no entiendo. Llevo mi equipaje: una bolsa pequeña con mis ropas, un mantel bordado por el arte de mi mamá, que guarda el preparado especial a base de gallina que me servirá de fiambre y otro paquete con cuatro moldecitos de queso para la abuela. Sus recomendaciones no cesan hasta que el carro inicia su lento trajín. Recuerdo que, felizmente, el viaje se cumplió sin sobresaltos y en la nochecita, la señora Francisca, estaba cumpliendo el encargo.

- Mira Simonita, aquí te lo entrego, enterito.

Mi abuela, por supuesto, le expresó sus agradecimientos reiteradamente y le obsequió unos maicillos que sabía preparar con una especialidad insuperable.

Después de hacerme tomar con mucha dedicación una agüita de salvia con unas rosquillas que tuve que humedecer para no empezar con los llantos, me sometió al examen de enterada especialista, a ver qué es eso que tanto sacrifica a esta criatura. “Mamallay mama, valor conciencia, waknatachu quntarusqa”, iba expresando su inconformidad, a medida que descubría la raíz del problema y concluía su diagnóstico: “el escorbuto le ha llenado la lengua y toda la boca. Por eso, esta huahua no puede ni hablar bien”. Me hizo rezar las oraciones de la noche al pie de la cama y ¡a descansar muchachito!, ordenó. El sueño no demoró ni un poquito, porque estaba cansado por el viaje con sus baches y su pesadez. Cuando desperté al día siguiente, el sol estaba sobre el pueblo y mi abuela había culminado ya sus peregrinajes madrugadores. Su primer destino: el horno de Gabulle, para sacar pan que luego ofrecería en su pequeña tienda, después, sus menesteres acostumbrados. Hoy, le urgía conseguir cochayuyo, pero del especial y seco.

Como desayuno sólo pude pasar un matecito de manzanilla con pancito remojado. En Andamarca, habitualmente, no hacían pan, de manera que descubrir los sabores de la chapla puquiana bien valía el doloroso riesgo. En el almuerzo pude pasar un caldito muy rico, pero definitivamente mi problema bucal estaba trayendo ya consecuencias. “Vea usted cómo se ha enflaquecido este chico, si era gordito, ahora está que se lo va a llevar el viento. Claro si no come, qué le va a sostener siquiera”.
Llegó la hora, las cinco de la tarde, no se puede postergar más la obligación de subir al patíbulo. Mi abuela me palabrea con cariño:

- Hijito, vas a aguantar, seguro te va a quemar un poquito, pero es para curarte, cómo vas a estar así sin comer, después ya ni agua vas a poder pasar, y no te vamos a ver así, hasta cuándo. No te va a doler mucho, tú eres bien hombrecito, un ratito nomás va a ser para que te cures de una vez. No vayas a cerrar la boca, mira que ya está pasando.

La fricción de las hojas secas contra las llagas vivas de las ampollitas desbarrancaron mis lágrimas, contra mi decisión y voluntad de aguantar como los machos. Ante tanto dolor, pensé que debía rebelarme, total, mi papá no me había mandado para que mi abuela experimente sus curaciones caseras, sino para que me examinen en el Hospital, un médico tenía que ver mi problema y seguro que con dos o tres pastillas se arreglaba todo el asunto. Pero, nada podía decir ya, no había posibilidad alguna de salvación. Ya la abuela ha guardado su inicial delicadeza y finura y ahora está restregando literalmente las hojas secas contra las débiles paredes de mi caverna bucal con tal fuerza que mis aterrados y desesperados gritos han salido con virulencia. Ni cuando la señora vecina intervino, mi abuela dejó la fricción, si bien iba respondiendo algo, su mano no descansó un instante. Imposible calcular cuánto duró la tortura, pero cuando mi abuela paró la masacre bucal, ya yo estaba sin aliento, con una quemazón y unos dolores como no han existido jamás en el universo todo.

- Ya te va a pasar, descansa, ya terminé, ya cálmate, - me consolaba, mientras me daba a tomar unos emolientes especiales que había preparado.
No sé cuánto tiempo estuve tirado sobre la cama, claro que ya había dejado de gritar, tenía mojadito hasta el cuello con tanto que había llorado y fui encontrando la tranquilidad que antes no había tenido y me quedé dormido soñando no sé en qué mundos sin dolores en la boca.

Ha llegado un nuevo día. Después de levantarme, mi abuela hizo que me enjuagara la boca con unos preparados especiales, y aprovechó para darle una mirada a ver cómo iba evolucionando el trabajito de ayer tarde.

- Está bien, - dijo -, el enrojecimiento va a ir pasando poco a poco, si esto va así, no habrá necesidad de repetir la curación, parece que todos los granitos van a desaparecer, veremos hasta la noche.

Ya pude comer bien hoy día, parece que los tiempos de martirio han pasado. Un nuevo examen y el diagnóstico final:
- Sólo vas a tomar este emoliente y estás listo para regresar, no debes seguir faltando a la Escuela.

Después de dos días, en que estuvo recorriendo Puquio averiguando algún carro que saliera para Andamarca, hoy me ha despedido recomendándome a una señora de Aucará que ha aceptado el encargo con mucha amabilidad. Total, ya en mi pueblo, no iba a perderme.

Esta vez, el viaje lo estamos cumpliendo en el camión de don Abdón Aguilar y, como no podía ser de otra manera, mi abuela me ha proveído de una buena bolsa de rosquitas, alfajores, maicillos y panes puquianos, para que todos los chicos y tus papás, siquiera los prueben, ya que no sabemos hasta cuándo será.
Sería las nueve de la mañana cuando me hizo subir a la plataforma del camión viajero. Con mi bolsita de panes, mi costalillo con mis ropitas, mi ponchito y mi sombrerito, me acomodaron junto a la delegación de pasajeros. Claro que también el camión estaba lleno de cajones, costales, cilindros y no sé qué cachivaches más. Recuerdo, por ejemplo, que yo estaba arrimado a una llanta enorme, casi del tamaño de una vaca. Los comerciantes llevaban mercadería surtida, azúcar, arroz, kerosene, cerveza, harina y también frutas. Cada viajero ha hecho un espacio para sentarse, tapándose con sus frazadas.

Un joven que era el ayudante, iba en la canastilla construída sobre la caseta desde donde operaba el chofer, don Abdón. Con mi natural prudencia yo iba calladito, ansioso por llegar cuanto antes a mi pueblo. Mientras el camión gemía en la dura cuesta, vimos que el sol se perdió, y las nubes cubrieron el cielo con tal empuje que ha empezado a llover. Rápidamente, el ayudante asistido por algunos caballeros ha cubierto el camión con una toldera de lona especial. Ahora, ya no podemos asomarnos para ver por las rendijas qué ocurría en nuestro camino, menos podemos calcular dónde nos encontramos. Yo tenía sensaciones raras, por ratos ni podía precisar si el carro iba hacia adelante o atrás o hacia un costado. Felizmente, no tuve ese problema de algunas señoras o chicos que empezaban a arrojar. Decían que se habían mareado. El problema era serio, porque había que cubrirse y dejar de ver, pues el espectáculo también podría provocarnos las náuseas. “Ama qawaychu”, recomendaban con imperio las personas mayores.(Seguiremos).

lunes, 3 de junio de 2013

¿INDIO YO....? ¡ESTÁS BIEN C....!


De pronto nos tocan con fuerza la puerta a ver si despertamos. Asuntos que creíamos vencidos por la historia, han vuelto a ponerse sobre el tapete. La pregunta es muy sencilla: ¿somos indígenas?. Me estoy corriendo el riesgo de que me conviertan en piñata, porque decirle “indio o indígena” a un peruano nacido en la sierra de nuestra patria, es proferirle el peor insulto.

La coyuntura es realmente jodida. Si las comunidades andinas no nos reconocemos indígenas, simplemente no tenemos derecho a la Ley de Consulta Previa. Así de simple. Ese “consuelo” que nos habían alcanzado al nombrarnos “campesinos” para librarnos del baldón de llamarnos indios o indígenas no funciona en este caso. O somos indígenas o somos mestizos. No hay más. Recordamos que el Día 24 de Junio, Día del Indio, pasó a llamarse Día del Campesino por la Ley de Reforma Agraria, promulgada por Velasco.

El tema es que el Gobierno ha otorgado el cúmplase a la Ley N° 29785, Ley de Consulta Previa, en aplicación del Convenio 169 de la OIT, dictada el 27 de Junio de 1989. Este Documento recomienda a sus países miembros a implementar la Consulta Previa …. “reconociendo las aspiraciones de esos pueblos (indígenas o tribales) a asumir el control de sus propias instituciones y formas de vida y de su desarrollo económico y a mantener y fortalecer sus identidades, lenguas y religiones….”
Más allá, en el Art. I, establece: “El presente Convenio se aplica a: A)…… B) a los pueblos en países independientes, considerados indígenas, por el hecho de descender de poblaciones que habitaban en el país o una región geográfica a la que pertenece el país en la época de la Conquista o colonización o del establecimiento de las actuales fronteras estatales y que, cualquiera que sea su situación jurídica, conserven todas, sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas o parte de ellas….”

Como quiera que los territorios de nuestras Comunidades andinas están siendo literalmente invadidos por las empresas mineras, se ha generado un bolsón de conflictos sociales. El Ministerio de Energía y Minas otorga Concesiones a dichas empresas, en territorios de las comunidades campesinas. Y las operaciones externas se realizan sobre la oposición de muchas de estas últimas que reclaman la aplicación de la Ley de Consulta Previa, por lo menos. Entonces, desde los centros de poder, a regañadientes, se acepta “consultar”, pero SOLO A LAS COMUNIDADES INDIGENAS.
Y aquí viene el nudito: ¿cuáles son, cómo se llaman, dónde están esas comunidades indígenas?...

Desde el punto de vista gubernamental, quedan muy pocas de ellas en el país. Por lo pronto, a pesar de provenir de una comunidad indígena, el Presidente ha pontificado que en la costa y en la sierra ya no existen comunidades indígenas, que éstas sólo se encuentran en la selva. El Viceministerio de Interculturalidad del Ministerio de Cultura, encargado de implementar el Reglamento y la aplicación de la Ley de Consulta Previa, asumió la tarea de elaborar la Base de Datos de las Comunidades que gozan de ese derecho. Es lógico que se haya solicitado la opinión de expertos y estudiosos, pero ha sido tal el problemón creado por la falta de consenso, que el funcionario responsable, ha debido renunciar a su cargo. Desde los altos niveles del Gobierno se ha dicho que “el Convenio 169 de la OIT no es aplicable puesto que la población peruana es predominantemente mestiza…” “Las Comunidades Campesinas, que en su origen fueron ancestrales –indígenas- con el desarrollo de la civilización ahora son mestizas, tal es el caso de las comunidades campesinas de la costa y de los valles interandinos de la sierra...“ Otros estudiosos han manifestado: “lo indígena es sólo un ilusión de quienes viven anclados en el pasado…”
Nuestro conocido Juan Ossio ha escrito: “Desconocer que gran parte de las Comunidades interandinas, sean de habla quechua, aimara e incluso hispana, son indígenas, es una señal de absoluta ignorancia por parte algunos miembros del actual gobierno…”

Por supuesto que la discusión tiene larga historia, desde la invasión europea. No es reciente. ¿Nuestras comunidades andinas son indígenas o no?.. El empresario minero que necesita entrar en sus territorios, va a decir que no lo son y, en consecuencia, NO les corresponde acogerse a la Ley de Consulta previa, porque “no toda Comunidad es un pueblo indígena”. El Primer Ministro ha hablado de algunos indicadores: 1° que la comunidad tenga lengua originaria o nativa, 2° que esté establecida en tierras comunales ancestrales y 3° que la población deberá estar conectada a patrones culturales, ancestrales antes de la Colonia. ¿Nos suena a conocido?...

Bueno, así están las cosas. Según algunas versiones, la dichosa Lista o Base de Datos de Comunidades Indígenas ya está elaborada desde el año pasado, con sólo 52 miembros. El Ministro de Energía y Minas señaló, entretanto, “que 14 proyectos mineros de la sierra no pasarán por consulta previa porque no hay comunidades indígenas en esa región”… La pregunta es ¿por qué será que no quieren publicar la tantas veces mencionada Base de Datos… ¿Nuestras comunidades lucaninas figuran en dicha lista?. ¿Hemos sido reconocidos como indígenas, para que nos alcance la Ley de Consulta previa?.. ¿O hemos sido excluídos por haber cambiado nuestra condición de indígena por la de mestizo?...

No hay que olvidar que la consulta previa no sólo es para situaciones de minería sino para todo lo que concierna a nuestra propia organización y formas de vida. La aludida Ley lo declara: “Es el Derecho de los pueblos indígenas u originarios a ser consultados de forma previa sobre las medidas legislativas o administrativas que afecten directamente sus derechos colectivos sobre su existencia física, identidad cultural, calidad de vida o desarrollo… La finalidad de la Consulta es alcanzar un acuerdo o consentimiento entre el Estado y los pueblos indígenas originarios respecto a las medidas legislativas o administrativas que les afecten directamente…”

Y a todo esto ¿cómo vamos por casa?.. ¿Qué dicen, qué hacen nuestros dirigentes comunales, nuestros representantes o nuestro pomposamente llamado “gobierno local”?... Por desgracia, parece que ni se dan por enterados. Están en otra nota, como quien oye llover. Desconozco que hubieran tratado el problema siquiera en alguna reunión informal. Parece que se han creído la monserga de que el asunto no nos concierne, que sólo es un tema de las comunidades de chunchitos o nativos de la selva. Hay que recordar que éstos sí se están batiendo heroicamente, con todos los medios a su alcance.
No se ve algún movimiento en nuestra zona. Peor aún, alientan abiertamente la minería. ¿Habrán terminado de gastar, mis paisanos andamarquinos, las treinta Luquitas que una minera les pagó para ingresar a Quilcata y horadarla a su gusto?... Si, como se sabe, algunos de ellos andan buscando mineras, ¿qué pito les interesará la Ley de Consulta Previa?...

Pero, no divaguemos. Al tema, como dicen los sabihondos de mi tierra: ¿Cómo es?... ¿Somos indígenas o no?... Por lo pronto, nuestro simpático Alcides Canales se declaraba a voz en cuello como “el último misti de Andamarca”.
Lo que es yo, cuando me obligan a asistir a esas reuniones de encopetados paisanos, con harta corbata y rubias cabelleras pintadas, me cobijo en algún rinconcito y, si encuentro a alguien que piensa como yo, le invito: “Qamuy, yau Belacha, cay cuchuchallapi natural pura parlacusun”….

Cuestioncita previa

Desde los artículos iniciales, he procurado no tocar temas de coyuntura política en estas páginas. Pero, vivimos tiempos que exigen rápidos y claros pronunciamientos de nuestra parte. Espero aportar un granito de arena siquiera, con la esperanza de que reaccionemos y tomemos actitudes coherentes con nuestra historia y el futuro que buscamos forjar en nuestros pueblos.

Indígena: Originario del país de que se trata.
Indio: Natural de la India. Se dice del indígena de América o sea de las Indias Occidentales, al que hoy se considera como descendiente de aquel, sin mezcla de otra raza. (Diccionario de la Real Academia Española).


martes, 5 de marzo de 2013

MAQTA MAQTA PALABRACUQ

- Yamqam nihuaq yau Luisan yau, concejumantam qamuchcani, cunancamam chaypi caycunicu, yau. Ñoqam asuan palabraycuniqa, manam creewaqchu, maqtachatam palabraycuni. (No digas, Luisa, estoy viniendo del Concejo, allí hemos estado hasta ahorita. Tal vez no lo creas, pero yo soy el que más ha hablado y discutido).

Luisa, la esposa que casi no había podido dormir preocupada porque tayta Cefi no volvió en toda la noche, soñolienta como estaba, no hizo mayor aspaviento y empezó a levantarse para acometer las tareas del día. No recordaba haber escuchado anteriormente, alguna intervención de su esposo ni en los cabildos, ni en las reuniones del Barrio, mucho menos haberlo visto discutir por tantas horas. El caso es que “el don” había salido a las ocho de la noche a la reunión que con insistencia convocaban desde el Concejo, para tratar temas de interés general, según repetían por los parlantes. Luisa, la diligente esposa de don Ceferino Huamaní, comunero andamarquino, estuvo tentada a acompañarlo cuando, como nunca, éste calzó el poncho nochero y le avisó que se iba al Concejo. Desistió de su propósito al recordar que debía terminar de escarmenar la lana para el poncho que pensaba mandar tejer para su compañero.

Ceferino era conocido por su carácter parsimonioso, bonachón, fácil para hacer amigos. Ingenioso, solía matizar su charla con salidas jocosas, que repetían acontecimientos de la rutina pueblerina. Luisa Astovilca, su esposa, después de servir el diario desayuno a sus tres hijos para que se vayan a la Escuela, se dirigía a Puquioqta o Yarpu, para ordeñar las vaquitas y hacer el queso que esperaban los compradores recolectores. Cuando retornaba a partir de las cuatro de la tarde, ya los chicos que descansaron de la Escuela, se habían servido el mote y la lawita del almuerzo. Ceferino, en cambio, quedaba en casa a cumplir su chamba de zapatero y carpintero. Para ello, había armado un pequeño taller en el corredor y parte del patio de su casa. Hasta allí llegaban los clientes y, felizmente, no faltaban las solicitudes de manera que siempre tenía trabajo pendiente. Naturalmente que si había urgencias, acompañaba a la mujer a la chacra, a renovar los cercos y andenes. En las épocas de sembrar el maicito, las habitas o la papita, o de almearlas y finalmente cosecharlas, prácticamente, clausuraba el taller, porque se dedicaba de lleno a las labores del campo.

Don Cefi, como lo conocían en el pueblo, practicaba la filosofía de la paz absoluta, no meterse en nada con nadie, para no cargar responsabilidades. Era absolutamente reacio a asistir a los cabildos o reuniones públicas. Algunos amigos solían visitarlo en su taller de cuando en vez, para gozar de su conversación. Jugaba con el doble sentido de las palabras o trataba de disfrazar las noticias con sus chispazos de humor e ingenio. Quienes iban a encargar o recoger sus trabajos, a veces, solían llevar traguito. Entonces, la conversación se prolongaba y el trabajo se retrasaba. Claro que en esos días, doña Luisa se pegaba unos colerones de marca mayor, porque lo encontraba ya en otros mundos o simplemente se había ido a la tienda a seguir sus fraternas sesiones espirituosas. En líneas generales, sin embargo, podía decirse que estas francachelas no eran frecuentes. Por el contrario, era más conocido como un personaje de su casa, muy obediente a su mujer, por lo que era conocido como uno de los “pisados o sacolargos” del pueblo.

Pero, algo raro está pasando en estos días. Tayta Cefi quiere estar más en la calle y está quemando cerebro en una febril búsqueda de pretextos para ello: voy a ir a pedir agua al Alcalde para la chacrita, o voy a clavar la puerta o la ventana en la casa de la señora Rufina. La desazón que lo tenía acogotado, porque tales razones eran muy limitadas y no requerían de mayor tiempo, ha sido vencida de pronto con esta inusual ráfaga de contagiante entusiasmo. Hoy está feliz y sonriente. La ocasión, se le ha presentado formidable, pintadita, a su medida. Están citando a la población a reuniones de trabajo con los técnicos del Ministerio de Agricultura que ya están en el pueblo. Han dicho que la asistencia es obligatoria y que van a ser muy estrictos con el control durante los cinco días que debe durar la capacitación para un programa de riego tecnificado que han venido a implementar.

Don Cefi, pues, se ha forrado bien, - ya lo dijimos -, y a las 7.30 en punto ha registrado su asistencia en el Auditorio del Concejo. Cuando a las diez y treinta de la noche levantaron la sesión agradeciendo a los concurrentes, don Cefi se escabulló rápidamente. Algún compañero de barrio que estaba pensando tenerlo de acompañante en el trayecto de retorno, no lo pudo encontrar, simplemente se había hecho humo.
El caso es, pues, que tayta Cefi ha entrado a su casa a las cinco de la mañana y apenas ha podido ganarse alguna cabeceadita sobre la cama, mientras la esposa ya prendía el fogón.

Todo va de maravillas, hasta que aparece el diablillo que está ocioso, mirando y buscando la mejor ocasión para joder la vida del triste mortal. Doña Luisa, regresaba de ordeñar la vaca, jalando su baldecito con suero y los dos moldecitos de queso recién amarrados y venía conversando con mama Cerila. Entre tantas cosas que se referían mutuamente, Luisa comentó que su esposo estaba de mala noche porque el pobre había amanecido en el Concejo, en la extensísima reunión que había tenido que soportar con esos señores recién llegados.

- Achikiaqtañam wasiman ustuycamun. (Ha entrado a la casa ya al amanecer).

Casi con orgullo le dice que su esposo es quien había llevado la voz cantante, el que había reclamado más, defendiendo al pueblo.

- Ñoqapaqa mam achikiamunchu. Paimiki conceju llaveta qapin, lliu llavispañam qamun. Quk tutacunaqa mastam cancu. Chisiqa manaraq chaupi tutallapipas qamurun. (El mío no se ha amanecido. El guarda las llaves del Concejo, viene después de cerrar todas las puertas. Otras veces demora más. Anoche vino a la casa antes de la medianoche).

Doña Luisa no encuentra cómo resolver este misterioso jeroglífico... ¿Cómo era que este señor había cerrado las puertas del Concejo antes de la medianoche y cómo era que su Cefi se había amanecido discutiendo en esa misma sesión?... ¿Es que su marido no era el invencible discutidor, el que hacía los discursos que duraban hasta el amanecer?...

- Maqtasutam palabaraycuni, mana pisipayta. He discurseado formidablemente, sin cansarme, le había dicho… ¿No sería que habrían continuado la reunión en otro sitio?... Pero, si ni siquiera había venido borracho, sanito había llegado.

El ciclo de juntas habrá de continuar sin cambios el día de hoy, como está programado. Tayta Cefi, por supuesto, con el aura de tremendo polemista, asistirá en primera fila. Igual que ayer ya está enfundado en su poncho y hasta ha tenido la precaución de cambiarse de ropa.

- A veryá cunampas imatachiki ninqacu. Capaschiqui demorachiwasun chisi qina, ñoqaqa pasacamusaqmi. Manam malanochenaypaqchu cachcani, samacunaymi. (A ver, pues, qué dirán hoy día. Tal vez quieran demorarnos como anoche, yo me voy a venir, no estoy para malas noches, tengo que descansar).

Con la emoción reventándole en las venas, tayta Cefi, ha dado los toquecitos cómplices en la puerta ajena y con el corazón latiendo a mil se apresta a ingresar. Arrobado como estaba, casi ni sintió el violento manotazo y el empujón de su mujer.

- Caymiki casqa maqta palabraykiqa, au?... Ñoqa ampiñataq, chainachiki, palabraycuchcanchiki, qosayqa maqta maqta palabrayuqchiki nisqani, au, yau cuchi?...(Con que ésta había sido tu tremenda palabra, no?. Yo, tontonaza, será así, pues, mi esposo estará asombrando con tremendos discursos, será un incansable discurseador, diciendo te estaba creyendo, ¿no, oye, puerco?....

domingo, 10 de febrero de 2013

VISITA PARLAMENTARIA

La barahúnda es total. A las cinco de la mañana ha empezado la palabrería desde el equipo de amplificación del Concejo cuyas bocinas, colocadas en altas columnas de fierro encima del techo, lanzan sus voces hasta más allá del pueblo. En ningún momento han cesado las arengas, las indicaciones, los llamados para que todos se involucren en este enorme compromiso.

- Señoras, señores, tayta mamacuna… Por primera vez un señor congresista, un padre de la patria viene a visitarnos. Nuestro pueblo tiene este gran privilegio…, que el señor congresista que tantas ocupaciones tiene…, ha aceptado venir a conocernos y conocer nuestros problemas, gracias a las intensas gestiones que ha tenido que realizar nuestro Alcalde. Tenemos que quedar bien. Ya todas las comisiones están formadas, todos debemos estar en nuestros puestos, tener todo listo, porque en cualquier momento, va a hacer su ingreso a nuestra plaza principal tan ilustre y distinguido visitante...

Hace más de una hora, avisaron que la comitiva estaba desayunando en Puquio. Los regidores municipales, sudorosos por los nervios, acaban de recibir la última información: “Ya estamos bajando a Huayllahuarmi”, ha indicado el Alcalde desde su celular. La orden ha sido inmediata: ¡Todos a Totora, al Arco de bienvenida. Las delegaciones escolares, la Banda de música, los danzantes de tijera con sus maestros arpistas y violinistas…! En fin. Nadie quiere perderse esta tremenda emoción, todos apuran el paso, las comisiones de recepción, quienes van a dar las primeras palabras de bienvenida, las damas que van a ofrecer los coctelitos, es decir…

El nerviosismo domina al gentío que pugna por llegar a la moderna camioneta, ya con las puertas abiertas. Las autoridades, el Jefe de la policía, el personal de médicos y enfermeras de Salud, los Directores de las instituciones educativas, los regidores municipales, todos se abalanzan para saludar al recién llegado. ¡Qué tal orgullo, esto es para la historia!... ¡Por primera vez un señor parlamentario ha llegado a Andamarca!. Los coordinadores tratan de poner un poco de orden, hasta periodistas han venido de otros pueblos y son los primeros que reclaman la atención del visitante. Se confunden también delegaciones de pueblos vecinos con sus Alcaldes al frente. El ilustre huésped, visiblemente sorprendido, recibe con una sonrisa de oreja a oreja tan multitudinario saludo. Los dansaq ensayan sus mejores pasos y las fanfarrias de estilo ejecutadas por la Banda de Música, se escuchan hasta enormes distancias. La Comisión de damas, ataviada con vestimentas típicas, se ocupa ahora en disfrazar al recién llegado: le han puesto chaleco, chalina, poncho nuevecitos y, naturalmente, un sombrero del lugar. El primer brindis en Andamarca con ponche caliente a base de muña y coca para acostumbrarnos a la altura y ahora sí, nos vamos a la plaza principal, caminando, por supuesto. La emoción, la alegría colectiva nos rebasa, todos sonreímos felices y agradecidos por este extraordinario gesto de amistad que nos ha hecho el distinguido doctor Buenaventura Cerrón, representante de nuestro departamento en el Congreso Nacional.

Quien no cabe en sí de felicidad es el Alcalde, parece que se le ha congelado la sonrisa, saca pecho cuando es felicitado por haber conseguido este enorme triunfo que estarán envidiando los otros pueblos. Ha llegado con el visitante, porque en Lima ha debido alquilar la camioneta y se ha encargado de guiar al señor parlamentario y su comitiva que, conforman, además, una periodista y dos asesores de su oficina. Claro que ha venido enseñando los lugares de importancia turística y algunos proyectos por realizar, ubicados a inmediaciones de la carretera, en las moyas de las punas o en Huayllawarmi y Huaqraqa.

El ingreso triunfal a la Plaza de Armas difícilmente podrá ser repetido.

- El pueblo de Andamarca escribe páginas de gloria, repite con voz engolada el locutor. Vamos a dar inicio a la programación de bienvenida especialmente preparada para este gran acontecimiento.

Como primer acto solemne, el Jefe policial invita al visitante a izar nuestro sagrado pabellón nacional al compás de la marcha de Banderas, ejecutada por la Banda de música. La Bandera local también ha sido izada por uno de los señores asesores. Orgullosos flamean ambos emblemas ahora, mientras entonamos, con la mayor convicción, las sagradas notas de nuestro Himno Nacional.
El presentador echa mano a sus mejores recursos mientras va anunciando los diferentes números, presentados con participación de las instituciones educativas, de la Comunidad y de sectores organizados de la ciudadanía. Naturalmente, abre el nutrido programa el señor Alcalde con un extenso discurso. Se esmera en presentar los mejores elogios al digno visitante. Relata que no ha sido fácil conseguir este triunfo para nuestro pueblo, porque el señor congresista es sumamente ocupado y tiene muchas invitaciones de otros pueblos, además de sus trabajos, como miembro de diversas Comisiones. Refiere que estuvo “cargoseando” hasta que por fin consiguió arrancarle la promesa de visitar nuestro pueblo. Termina reiterando la profunda gratitud de todo el pueblo de Andamarca esperando “que no sea la primera y única vez sino que hagamos amistad de manera que pueda visitarnos más veces, acompañado también de su familia”. Acto seguido se da lectura a la Resolución de Alcaldía que distingue al visitante como Huésped e Hijo Ilustre de Andamarca. El Alcalde, le impone una medalla suspendida en una cinta vistosa de color celeste y le entrega, además, las llaves de la ciudad. Similares preseas lucen, asimismo, los demás visitantes en sus pechos.

Es el turno de los estudiantes de los diferentes niveles educativos con sus poesías, danzas y canciones. Luego hacen su ingreso a la explanada del frontis municipal, escenario del evento, los danzantes de tijera exponiendo un breve atipanakuy con todas las de la ley. No iban a faltar, por supuesto, las comparsas de comuneros bailando qayra y otros cuadros costumbristas. Un programa muy variado, que en ningún momento ha decaído en calor y emotividad.

Por fin, ha hablado el señor parlamentario. Ha dicho que él también proviene de un pueblo andino, que ahora se siente como un andamarquino más, abrumado por tanto gesto de buena voluntad. Que lo único que puede ofrecer es trabajar, esforzarse hasta el máximo para ayudar a solucionar los problemas de Andamarca. Refiere que, efectivamente, su amigo el señor Alcalde lo estuvo visitando con frecuencia hasta que pudo hacerse este espacio de tiempo para cumplir su promesa de llegar a Andamarca. Que se había formado ya una idea de los mayores problemas por resolver y que ni bien llegara a Lima, se iba a dedicar a buscarles la más pronta solución. Es más, dijo, hoy día mismo, estaré dando instrucciones a mis asesores en Lima, para que empiecen el trabajo. Igualmente, afirmó que se comunicaría con los Ministros de Transportes, de Agricultura y los que hicieran falta, para exigirles su apoyo directo para Andamarca. La ovación que recibió se escuchó hasta Canllapampa, naturalmente.

Ha concluido la emocionante ceremonia de bienvenida. Tan dignos visitantes, así como las autoridades de los pueblos vecinos, han sido invitados ahora a pasar al salón de usos múltiples del Municipio, para degustar un almuerzo típico andamarquino, preparado especialmente por la comisión dirigida por la señora regidora municipal. Claro que bocaditos y chicha de jora han venido circulando por el estrado oficial para atenuar exigencias estomacales. Para más tarde, está programado un recorrido por el pueblo y la visita a la ciudadela de Caniche y a los miradores. Ojalá nos alcance el tiempo para llegar siquiera hasta Campanero y Puquioqta.

- Imaraqmi cargupas, caymiki asuan carguqa casqa, comentaba uno de los asistentes, admirado ante tanto afán.

Naturalmente, aún cuando se había previsto servir el almuerzo a los visitantes, a las autoridades y a los representantes de las diferentes dependencias, el número de comensales excedió todo cálculo, de manera que las comisiones de servicio no pudieron contentar al gentío aglomerado. Naturalmente, había quienes reclamaban indignados por no haber alcanzado una ración siquiera. La música había empezado a sonar por requerimiento del Alcalde, gracias a que el maestro arpista y el violinista de los danzantes se encontraban en la sala. Algunos profesores y miembros de la Comunidad se han sumado con diversos instrumentos al grupo musical. La espontánea estudiantina ha sido recibida con la mayor alegría y más, cuando ha interpretado temas del lugar. Rápidas han sido las coordinaciones del Alcalde con algunos regidores y no han tardado en aparecer las cajas de cerveza. Un rato más, y el Alcalde ha invitado a bailar a la periodista y las regidoras hacen lo propio con los otros visitantes. La ligera resistencia inicial ha sido vencida por los aplausos de la asistencia, de modo que, ahora, todos bailan y zapatean con el mayor entusiasmo. Conforme avanza la tarde, arrecian las libaciones y nadie recuerda la programación y las visitas turísticas pendientes. Sólo la periodista ha insistido en llegar siquiera a la ciudadela de Caniche y, sin demora, se ha conformado una comitiva de acompañantes, con un guía de ADETURC, la “Asociación para el Desarrollo del turismo en Andamarca”, al frente. En el Concejo, se está viviendo un tremendo fiestón que durará hasta altas horas de la noche.

Cuando al día siguiente, el Alcalde y las autoridades, todavía con los estragos de la jarana fueron al alojamiento para invitar el desayuno a los visitantes y realizar siquiera una pequeña sesión de trabajo antes de que inicien su retorno, no encontraron a nadie. Resulta que las autoridades venidas de Chipao, aliándose con la cerveza andamarquina, habían convencido al visitante a llegar a su pueblo. Tomaron, pues, la madrugada para ir conociendo, de paso, los cóndores en la quebrada de Mayobamba. Ahora, estarían en esos pueblos y sólo restaba esperarlos.

La noticia había corrido como reguero de pólvora. Algunos movían la cabeza y sonreían desconcertados. Otros, exteriorizaban su desagrado. Eso sí: emplazaron al Alcalde para que descuente el pago al chofer de la camioneta, pues no se le había contratado para que vaya a otro pueblo sin autorización. Todavía va a tener el cuajo de pedir combustible, decían.

Feliciano Ramos, conocido como “akakllo”, sentado en uno de los bancos de la plaza de armas, departía, entretanto, con don Reynaldo, que había llegado de Lima esta madrugada. Le contaba que la semana pasada, el Alcalde se había alocado llamando a las autoridades y a todo el pueblo, a reuniones de emergencia para informar que el señor parlamentario doctor Cerrón iba a visitar nuestro pueblo en estos días. Por eso, había exigido que se nombren comisiones y que todo el pueblo le dé una gran recepción. Don Feliciano va sazonando su relato con detalles curiosos que avivan el interés del auditorio que ha crecido. Afirma que, todos estuvieron de acuerdo en organizar este gran recibimiento, con participación general. Sólo el profe Serafín, don Serita, que estaba esos días aquí en el pueblo, casi tuvo discusión con el Alcalde, porque no estaba de acuerdo.

- ¿Imaynampi?, pregunta el interlocutor.

- El profe, como es mayor y sabe bastante, pues, es medio renegoncito cuando no le entienden y aceptan. Ya esté retirado y las veces que viene al pueblo le gusta participar y siempre es bien escuchado. Entonces, le dijo al Alcalde que estaba haciendo tanta bulla para poca cosa. Que cuando venga ese señor lo recibiera sin grandes aparatos y que, más bien convocara a una Asamblea General en la plaza pública para que allí se comprometiera con el pueblo, de frente, en qué cosas iba a hacer a nuestro favor.

- Y el Alcalde ¿qué dijo?.

- Que el profe debía entender que era la primera vez que se lograba esta visita y que había que atenderlo de lo mejor para que nos tenga una buena voluntad y que estaba seguro de que él nos iba a dar mucho de lo que podíamos pedir. Sobre los gastos, dijo que había tenido la suerte de encontrar una camioneta con su propio chofer y que habían quedado en una suma aceptable. Peor se asó el Profe. ¿No sabe el Alcalde que esos parlamentarios tienen carros, tienen choferes del Congreso y que además les dan un pago especial para estos viajes, para sus viáticos y también para todos sus asesores, que ellos todo tienen gratis, hasta el papel higiénico les pagan, sus celulares, lo que comen, todo?.

- Se armaría la bronca.

- Sí, pues. El Alcalde dijo que ya había contratado todo, que el parlamentario le había puesto esas condiciones y que si no hacía eso, nunca iba a venir a Andamarca. El profe estaba amargo, y al final dijo “Se acordarán, yo no he nacido ayer, acuérdense de lo que les estoy diciendo: estos tipos se jaranean bien, se chupan, se pasean con nuestra plata, pero al final no sirven. Este fulano, no va a hacer nada por el pueblo, ¿qué le ha prometido al alcalde, si los parlamentarios no tienen iniciativa de gasto, no pueden dar una ley diciendo que le den a Andamarca diez millones para su irrigación de Visca o para el asfaltado de su carretera o para su Hospital?... Ellos no pueden hacer eso, por eso sólo son bla, bla, bla,… Yuyariwankichik mapas?...

- Y, ¿en qué terminó la bronca?...

- En nada, pues. Dijeron que todo ya estaba decidido, que sí se iba a conseguir grandes cosas para el pueblo. Después, don Serita se fue a Lima y no ha regresado todavía, felizmente, porque con esto ya habría reventado. Tremenda chupa ayer, y ahora se ha escapado el pendejo, va a pasar tarde nomás ya, y ni conversarán nada con las autoridades. Siquiera un papel hubieran hecho...

**********************

Treinta días, ni uno más ni uno menos. Es el tiempo que ha corrido desde esa gran manifestación popular de recibimiento al tremendo parlamentario Cerrón.
El escenario es, ahora, una de las esquinas de la Plaza Bolívar de Lima. Cinco son los personajes que se miran incrédulos, desconcertados, tratando de encontrar una explicación a esto que están viviendo. Están el Alcalde, el Gobernador, el Juez de Paz, el Presidente de la Comunidad, el Director del Colegio de Andamarca, la comisión que ha viajado especialmente para entrevistarse con el parlamentario doctor Cerrón, por indicación de su secretaria, ante los insistentes requerimientos telefónicos del Alcalde, pues en la portería nunca le habían autorizado el ingreso, para verse personalmente. Desde la oficina del parlamentario le habían estado dando largas al pedido de ser recibidos por el señor congresista. Hasta que, hace dos días, la secretaria les había dicho que el doctor les recibiría el día de hoy a las diez de la mañana. Por eso, habían viajado con urgencia desde Andamarca. Pero, desde temprano están que dan vueltas por diferentes edificios que les señalan como los lugares donde se ubican las oficinas parlamentarias. Los han tenido paseando toda la mañana, son las cinco de la tarde y nada.

Finalmente, después de tanto insistir, habían logrado ingresar al mismo Congreso, por la parte posterior, por el jirón Andahuaylas. Primero, han llenado unos formularios, han entregado sus documentos y han quedado fichados. Ahora sí, han conocido la oficina de nuestro amigo, el doctor Cerrón. Después de tenerlos parados por más de una hora, había salido la secretaria y le había dicho al Alcalde que el doctor le encargaba decirles que lo sentía mucho, que les pedía lo disculparan, pero que cuando estaba para recibirlos, había sido llamado con suma urgencia desde Palacio de Gobierno, por la oficina de la primera dama, hace más de dos horas. No tiene hora de regreso porque están coordinando con altos funcionarios de esa dependencia, porque mañana temprano van a viajar a la selva, que mejor le deje su teléfono para avisarle apenas haya un tiempo, ya que como ve, ahora es imposible que hablen con el doctor.

Desanimados, cabizbajos, habían reclamado sus documentos en la portería y ahora se encontraban parados en esta esquina, sin saber qué hacer. Don Serita, que se encontraba en Lima por estos días y se les había unido desde temprano, con la mejor voluntad, muy sereno, casi sonriente, les dijo:

- Cuando tu, Alcalde, hiciste la reunión en Andamarca para organizar tanto burubú, yo te dije que estos patas no eran de confiar. Generalmente, nosotros somos francos, sencillos, nos cuesta mentir, y por eso se nos hace muy difícil creer estas realidades. Mejor vayamos a servirnos un vasito de cerveza por ahí, antes de que emprendan el regreso a Puquio en Palomino, que sale a las nueve de la noche. Antes del mediodía ya estarán todos en Andamarca. Mientras estábamos parados en la puerta de la oficina del gran Cerrón, yo me encontré con un amigo que había estado trabajando aquí en el Congreso, yo ni lo sabía. Ese mi pata, hasta me llevó a la cafetería a invitarme un jugo. Cuando estábamos entrando, cagándose de risa, estaba saliendo de allí mismo el dichoso Cerrón, junto a otros dos parlamentarios. Cuando le dije a mi amigo que estábamos haciéndole la guardia al traposo ese, me dijo que era uno de los que casi chocamos en la puerta de la cafetería. Como yo no conozco personalmente al cagao ese, no pude cuadrarlo. Cuando quise reaccionar, dónde chicha ya se habría metido, o seguro ya se había ido a la calle. Riéndose, medio compadecido, mi amigo me dijo que estos pendejos son así, que no le creería si me contara las barrabasadas que ve a diario. Citan a los pobres representantes de los pueblos, los pasean, los tienen dando vueltas, muy pocos los atienden después de tanto vaivén, les consuelan con cualquier barajo y los despachan. Otros, como tu parlamentario, corren, no dan cara, siempre están “tratando asuntos urgentes con el Presidente o con los Ministros”. Claro que la verdad es que los muy sapos están metidos en sus oficinas o arreglando sus negocios. Yo lo mejor que haría es conocer su carro para esperarlo en la calle o ir a su casa, pero está bien jodido que alguien te de su dirección. Así me ratificó mi amigo algo que yo ya sabía de antes y que lo anticipé en Andamarca.

- Yo me voy a averiguar eso, voy a ir a su casa y le voy a escupir en su cara, cómo se va a burlar así de nosotros. Fue el escuálido consuelo del señor Alcalde. Discúlpame profe, una vez más me has dado una lección. Yo no creía que lo que me dijiste esa vez podía suceder. Todavía yo lo estaba defendiendo como un tremendo zonzo, pero algún día lo voy a encontrar. Jacuchik….

COLOFON
Cualquier parecido con la realidad, es la pura y misia realidad.


viernes, 4 de enero de 2013

NAVIDAD ES LA FIESTA DEL NIÑO VICTOR

Un buen grupo de familias procedentes de San Juan de Lucanas logró asentarse en Andamarca durante los primeros años del siglo pasado. Sabido es que la comunidad andamarquina desde sus orígenes se mantuvo tan hermética y afincada en sus raíces que los españoles casi ni ingresaron por aquí.

La Reducción de pueblos indígenas fue un proceso administrativo ordenado por el Virrey Toledo, y consistió en la concentración de las poblaciones nativas en centros que se refundaban con estructura hispana, utilizando los esquemas ajedrezados para sus calles, a fin de permitirles un mejor sistema de control. Los pueblos vecinos sometidos a este proceso, conservan los nombres y los santos bajo cuya advocación fue cumplida esta transformación. Andamarca, no obstante haber sido el centro administrativo de toda la nación Rukana, parece ser que no vivió esta refundación española. No resulta necesaria mayor fundamentación a este aserto. La inconmensurable construcción de andenerías vigentes hasta nuestros días habla de miles y miles de trabajadores guiados por técnicos de altísimo nivel, bajo una estructura jerárquica de la máxima importancia.

En estas condiciones, a los migrantes de San Juan, no les resultó fácil la tarea de ser aceptados en Andamarca. Es obvio que llegaron con sus creencias, sus costumbres, sus expectativas y su diferente manera de ver el mundo. La agricultura era su actividad principal. También se dedicaban al comercio, llegando -con estos afanes- a diversas poblaciones vecinas. Dos de sus iniciativas fueron aceptadas rápidamente por los nativos: la implantación de un sistema escolar básico y la construcción de una capilla para atender sus necesidades de fe. Téngase en cuenta que los evangelizadores destacados por los encomenderos habían hecho muy poco debido a esa férrea resistencia a los invasores. Los nuevos moradores trajeron, por ejemplo, muy pronunciada la devoción al Niño Jesús de Praga.

La familia Canales, una de las que procedía de San Juan, se dedicaba a actividades comerciales, y viajaba a distintos pueblos en ese afán. En estos trajines, don Braulio Canales llegó a frecuentar a una familia de Chiara, Apurímac, que conservaba y rendía culto a la imagen de un Niñito de características muy particulares. Apelando a los vínculos de gran amistad establecidos, don Braulio les pidió permiso para traer al Niño a Andamarca, donde inmediatamente se ganó un lugar muy especial en el corazón de sus gentes. No tuvo que pasar mucho tiempo para que los devotos se organizaran, de modo tal que el Niño pasó a ser reconocido como Patrimonio del pueblo. Lógicamente, hubo necesidad de enviar comisiones especiales que obtuvieron la aquiescencia de la original familia apurimeña. Refieren los devotos que el mismo Niño se presentó en sueños para decir que su nombre era Víctor y que deseaba quedarse en el pueblo. Desde entonces, el cariño y la devoción hacia El se extendieron de manera absolutamente general.

Los devotos andamarquinos buscaron la forma de brindarle el mejor homenaje. En primer lugar, escogieron las fiestas de Navidad como la fecha más apropiada. Para bailar y entonar los villancicos nativos, las damas y sus hijas se vistieron de waylías y los caballeros fueron los machoq o pastores, en vista de que todavía no se contaba con cuadrillas que practicaran este baile de saludo al Niño recién nacido. Además, con la intención de magnificar la Fiesta, se decidió realizar la entrada del chamizo precedida por caballería de paso lujosamente enjaezada a la usanza de las grandes capitales. Desde entonces, acostumbramos juntar la mayor cantidad de animales de carga: burros, caballos, mulos, llamas, etc., que cargan la retama desde los bajíos de Poqa. En los primeros años, todos los fieles participaban procurando que las acciones programadas fueran cumplidas con el mayor brillo.

Posteriormente, debido al indetenible crecimiento del afecto popular, se decidió encargar las responsabilidades a los señores Cargontes. Desde entonces, la Fiesta del Niño Víctor, de ribetes magnificentes, corre bajo la responsabilidad de un Mayordomo, un Adornantes, dos chamiceros y dos pastores.
Como quiera que la Iglesia se abría pocas veces al año por la falta de un sacerdote que brindara servicios permanentes a la creciente feligresía, dejar la nueva imagen en alguno de los retablos del altar no era lo más conveniente. Recuérdese, además, que el Niño no había venido de una Iglesia sino de una vivienda particular. Decidieron, en consecuencia que, por el período de un año, un devoto designado como el Mayordomo se encargaría de brindarle los mejores cuidados en su casa. Este devoto, pues, tiene el privilegio de contar con tan distinguido huésped y para facilitar las visitas de sus devotos, habilita un ambiente especial de su vivienda. La visita al Niño es una costumbre que practican los fieles, llevando unas velitas o cualquier otra especie de significación infantil, como juguetes, ropitas, etc. Antes de realizar un viaje o cuando lo hemos culminado, cuando se va a asumir compromisos de vida o se va a tomar decisiones trascendentes, cuando se necesita de su auxilio, es oportuno realizar esta visita. El Adornante es el cargonte responsable de preparar con la mayor vistosidad las andas, para la Solemne Misa y las procesiones de la Fiesta central.

Los dos chamiceros deberán acarrear la mayor cantidad de chamizo, cuyas llamaradas se elevarán al espacio azul en la Nochebuena, inundando el ambiente con el perfume de la retama. La llegada de las dos caravanas que traen el chamizo es realmente espectacular e inolvidable, a las tres de la tarde en el barrio de Antara. El Mayordomo lleva en brazos al Niño y el jolgorio y la alegría singular del pueblo no conoce límites. Allí están las Bandas de música, los atajos de Machoq y waylías derrochando emoción en sus danzas cadenciosas y sus villancicos que llegan hasta el cielo, y los cohetes hienden el espacio. Por eso, los fieles andamarquinos llegan a esta celebración desde todos los rincones del país y del mundo. Con los años, la devoción al Niño ha dejado de ser privativa de los andamarquinos y ha crecido de manera sorprendente. Ahora, el Niño tiene devotos en casi todos los pueblos del Perú y también es conocido y venerado en el extranjero.

El andamarquino también ha aprendido a emigrar, en el afán de buscar y realizar mejores horizontes. Este alejamiento del lar nativo no significa rompimiento ni olvido. Por eso, en todas las ciudades, los andamarquinos han buscado juntarse, organizándose en Asociaciones representativas. Como no podía ser de otra manera, han procurado mantener sus costumbres, sus tradiciones, materializando sus inquietudes con acciones de apoyo al pueblo natal. Y, lógicamente, la devoción al Niño necesita expresarse. Con esta finalidad, han sido constituídas Hermandades del Niño Víctor Poderoso, las mismas que se encargan de organizar y canalizar el cariño de todos los fieles al querido Niño, Patrono de Andamarca.


No hemos podido estar en Andamarca este año. Un abrazo muy cordial, afectuoso, a todos nuestros compoblanos. Nuestros mejores deseos y fervientes oraciones al Niño, para que 2013 nos traiga salud, unión y sea el espacio que nos permita la realización de nuestros más fervientes anhelos. Minchacama.