martes, 5 de marzo de 2013

MAQTA MAQTA PALABRACUQ

- Yamqam nihuaq yau Luisan yau, concejumantam qamuchcani, cunancamam chaypi caycunicu, yau. Ñoqam asuan palabraycuniqa, manam creewaqchu, maqtachatam palabraycuni. (No digas, Luisa, estoy viniendo del Concejo, allí hemos estado hasta ahorita. Tal vez no lo creas, pero yo soy el que más ha hablado y discutido).

Luisa, la esposa que casi no había podido dormir preocupada porque tayta Cefi no volvió en toda la noche, soñolienta como estaba, no hizo mayor aspaviento y empezó a levantarse para acometer las tareas del día. No recordaba haber escuchado anteriormente, alguna intervención de su esposo ni en los cabildos, ni en las reuniones del Barrio, mucho menos haberlo visto discutir por tantas horas. El caso es que “el don” había salido a las ocho de la noche a la reunión que con insistencia convocaban desde el Concejo, para tratar temas de interés general, según repetían por los parlantes. Luisa, la diligente esposa de don Ceferino Huamaní, comunero andamarquino, estuvo tentada a acompañarlo cuando, como nunca, éste calzó el poncho nochero y le avisó que se iba al Concejo. Desistió de su propósito al recordar que debía terminar de escarmenar la lana para el poncho que pensaba mandar tejer para su compañero.

Ceferino era conocido por su carácter parsimonioso, bonachón, fácil para hacer amigos. Ingenioso, solía matizar su charla con salidas jocosas, que repetían acontecimientos de la rutina pueblerina. Luisa Astovilca, su esposa, después de servir el diario desayuno a sus tres hijos para que se vayan a la Escuela, se dirigía a Puquioqta o Yarpu, para ordeñar las vaquitas y hacer el queso que esperaban los compradores recolectores. Cuando retornaba a partir de las cuatro de la tarde, ya los chicos que descansaron de la Escuela, se habían servido el mote y la lawita del almuerzo. Ceferino, en cambio, quedaba en casa a cumplir su chamba de zapatero y carpintero. Para ello, había armado un pequeño taller en el corredor y parte del patio de su casa. Hasta allí llegaban los clientes y, felizmente, no faltaban las solicitudes de manera que siempre tenía trabajo pendiente. Naturalmente que si había urgencias, acompañaba a la mujer a la chacra, a renovar los cercos y andenes. En las épocas de sembrar el maicito, las habitas o la papita, o de almearlas y finalmente cosecharlas, prácticamente, clausuraba el taller, porque se dedicaba de lleno a las labores del campo.

Don Cefi, como lo conocían en el pueblo, practicaba la filosofía de la paz absoluta, no meterse en nada con nadie, para no cargar responsabilidades. Era absolutamente reacio a asistir a los cabildos o reuniones públicas. Algunos amigos solían visitarlo en su taller de cuando en vez, para gozar de su conversación. Jugaba con el doble sentido de las palabras o trataba de disfrazar las noticias con sus chispazos de humor e ingenio. Quienes iban a encargar o recoger sus trabajos, a veces, solían llevar traguito. Entonces, la conversación se prolongaba y el trabajo se retrasaba. Claro que en esos días, doña Luisa se pegaba unos colerones de marca mayor, porque lo encontraba ya en otros mundos o simplemente se había ido a la tienda a seguir sus fraternas sesiones espirituosas. En líneas generales, sin embargo, podía decirse que estas francachelas no eran frecuentes. Por el contrario, era más conocido como un personaje de su casa, muy obediente a su mujer, por lo que era conocido como uno de los “pisados o sacolargos” del pueblo.

Pero, algo raro está pasando en estos días. Tayta Cefi quiere estar más en la calle y está quemando cerebro en una febril búsqueda de pretextos para ello: voy a ir a pedir agua al Alcalde para la chacrita, o voy a clavar la puerta o la ventana en la casa de la señora Rufina. La desazón que lo tenía acogotado, porque tales razones eran muy limitadas y no requerían de mayor tiempo, ha sido vencida de pronto con esta inusual ráfaga de contagiante entusiasmo. Hoy está feliz y sonriente. La ocasión, se le ha presentado formidable, pintadita, a su medida. Están citando a la población a reuniones de trabajo con los técnicos del Ministerio de Agricultura que ya están en el pueblo. Han dicho que la asistencia es obligatoria y que van a ser muy estrictos con el control durante los cinco días que debe durar la capacitación para un programa de riego tecnificado que han venido a implementar.

Don Cefi, pues, se ha forrado bien, - ya lo dijimos -, y a las 7.30 en punto ha registrado su asistencia en el Auditorio del Concejo. Cuando a las diez y treinta de la noche levantaron la sesión agradeciendo a los concurrentes, don Cefi se escabulló rápidamente. Algún compañero de barrio que estaba pensando tenerlo de acompañante en el trayecto de retorno, no lo pudo encontrar, simplemente se había hecho humo.
El caso es, pues, que tayta Cefi ha entrado a su casa a las cinco de la mañana y apenas ha podido ganarse alguna cabeceadita sobre la cama, mientras la esposa ya prendía el fogón.

Todo va de maravillas, hasta que aparece el diablillo que está ocioso, mirando y buscando la mejor ocasión para joder la vida del triste mortal. Doña Luisa, regresaba de ordeñar la vaca, jalando su baldecito con suero y los dos moldecitos de queso recién amarrados y venía conversando con mama Cerila. Entre tantas cosas que se referían mutuamente, Luisa comentó que su esposo estaba de mala noche porque el pobre había amanecido en el Concejo, en la extensísima reunión que había tenido que soportar con esos señores recién llegados.

- Achikiaqtañam wasiman ustuycamun. (Ha entrado a la casa ya al amanecer).

Casi con orgullo le dice que su esposo es quien había llevado la voz cantante, el que había reclamado más, defendiendo al pueblo.

- Ñoqapaqa mam achikiamunchu. Paimiki conceju llaveta qapin, lliu llavispañam qamun. Quk tutacunaqa mastam cancu. Chisiqa manaraq chaupi tutallapipas qamurun. (El mío no se ha amanecido. El guarda las llaves del Concejo, viene después de cerrar todas las puertas. Otras veces demora más. Anoche vino a la casa antes de la medianoche).

Doña Luisa no encuentra cómo resolver este misterioso jeroglífico... ¿Cómo era que este señor había cerrado las puertas del Concejo antes de la medianoche y cómo era que su Cefi se había amanecido discutiendo en esa misma sesión?... ¿Es que su marido no era el invencible discutidor, el que hacía los discursos que duraban hasta el amanecer?...

- Maqtasutam palabaraycuni, mana pisipayta. He discurseado formidablemente, sin cansarme, le había dicho… ¿No sería que habrían continuado la reunión en otro sitio?... Pero, si ni siquiera había venido borracho, sanito había llegado.

El ciclo de juntas habrá de continuar sin cambios el día de hoy, como está programado. Tayta Cefi, por supuesto, con el aura de tremendo polemista, asistirá en primera fila. Igual que ayer ya está enfundado en su poncho y hasta ha tenido la precaución de cambiarse de ropa.

- A veryá cunampas imatachiki ninqacu. Capaschiqui demorachiwasun chisi qina, ñoqaqa pasacamusaqmi. Manam malanochenaypaqchu cachcani, samacunaymi. (A ver, pues, qué dirán hoy día. Tal vez quieran demorarnos como anoche, yo me voy a venir, no estoy para malas noches, tengo que descansar).

Con la emoción reventándole en las venas, tayta Cefi, ha dado los toquecitos cómplices en la puerta ajena y con el corazón latiendo a mil se apresta a ingresar. Arrobado como estaba, casi ni sintió el violento manotazo y el empujón de su mujer.

- Caymiki casqa maqta palabraykiqa, au?... Ñoqa ampiñataq, chainachiki, palabraycuchcanchiki, qosayqa maqta maqta palabrayuqchiki nisqani, au, yau cuchi?...(Con que ésta había sido tu tremenda palabra, no?. Yo, tontonaza, será así, pues, mi esposo estará asombrando con tremendos discursos, será un incansable discurseador, diciendo te estaba creyendo, ¿no, oye, puerco?....